MIL SOLES ESPLÉNDIDOS, de Khaled
Hosseini
De esta novela me cautivó, antes
que nada, el estilo. Sobre todo, por su claridad. Es de una transparencia
llamativa. Parece paradójico, pero siendo tan cristalino fuerza a centrarse en
él, atrae como el agua pura de un río de montaña. Esa que, bajo su temblor,
muestra, sin artificio alguno, el fondo pedregoso del lecho y lo tiñe de
frescura.
Lo narrado con semejante naturalidad nos acerca a un mundo desconocido,
como si nos situase tras una ventana, más aún, como si derribase muros y
desvelase secretos. Los secretos de la cotidianidad en Afganistán. Muchas veces
me he preguntado cómo vivirían de puertas adentro sus gentes, qué sentirían, en
particular, las mujeres en ese mundo de hombres. Y ya tengo al menos una
respuesta.
Se novela la vida de dos hogares, y, posteriormente, de un tercero.
Aunque llamarles hogares tal vez sea
un decir exagerado. Están mediatizados, el uno por los prejuicios, que obligan
a la pequeña Mariam y a su madre al apartamiento, por ser la niña una harami, una hija ilegítima. A la otra
familia, la de Laila, la determina el momento atormentado de un país siempre en
guerra. El último espacio doméstico, el del zapatero Rashid, al que ambas
muchachas se verán abocadas, estará dominado por la violencia, la reclusión y
el machismo.
Pero entre tanta devastación, también asoma la ternura, se despierta la
rebeldía, aflorará la solidaridad entre
las mujeres. Las mujeres… Ellas son las verdaderas protagonistas de esta
narración. Hay que agradecerle a Khaled Husseini que nos las haya desvelado.
Aunque, más allá del burka, descubramos a menudo el sufrimiento y la angustia.
Me gusta que los personajes no sean tan planos como suelen
presentársenos en una historia de buenos y malos, aunque haber, los haya. ¡Si hasta
ese monumento a la brutalidad que es Rashid se permite embobarse con su pequeño
y hacerle mimos!
Asombra la delicadeza en el contar, que llama a la sensibilidad del
lector, sin caer en lo sensiblero o melodramático, por duras o emotivas que
sean las situaciones que se recrean. Y es de agradecer que al final se abra un
espacio a la esperanza.
¿Queréis más? Pues hasta podéis imaginar a qué saben sus comidas,
conocer algunas de sus tradiciones, sorprenderos con supersticiones, aprender
historia viva.
Ya os estoy viendo, camino de una
biblioteca o una librería. Haréis bien.
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