UNA DE MAGIA (TEATRAL)
Algo más que una duda asomaba en
los ojos de algunos profesores, compañeros en el instituto cántabro “Ría del
Carmen”: el convencimiento de que la propuesta del recién llegado al claustro, que era yo, estaba destinada al fracaso o a la precariedad.
Se iniciaba el curso 96-97 y quería formar un grupo de teatro. El
centro, argüían para templar mis ilusiones y prevenir el desengaño subsiguiente,
se ubicaba en medio de un descampado alejado de todo. Y, para mayor dificultad, parte del alumnado
procedía de pueblos de la comarca, y no solo de las dos localidades más
cercanas.
Así que aquella mañana de octubre, cuando me dirigí hacia el punto de
encuentro con quienes pudieran estar interesados, ya iba preparado para lo peor.
Para colmo de infortunios, al doblar el recodo del pasillo que conducía
al aula fijada, vi un inconmensurable número de estudiantes delante de su
puerta. Encima de los agoreros pronósticos que se me hicieron, pensé, he ido a
convocar la reunión en el sitio equivocado. Si alguien había respondido a mi
llamada, a ver cómo lo rescataba de entre aquella turbamulta, que sin duda se
hallaría allí para asistir a una conferencia u otra actividad masiva de
obligado cumplimiento.
Suponiendo que me sería imposible sobreponer mi voz a aquel guirigay, decidí
que mejor haría en aguardar a que diese comienzo el acto que ellos esperaban.
No obstante, pregunté a uno que estaba en la periferia del grupo qué estaba
programado. El interpelado dejó de hablar con quienes tenía a su lado y me encaró
un tanto sorprendido.
-Estamos aquí porque tú nos has convocado- La malicia de una sospecha se
esbozó por un momento en su mirada- ¿Se te había olvidado?
-No, yo... –Repliqué, un tanto confuso. Y mis ojos se volvieron platos
al abarcar, incrédulos, a sus compañeros- ¿Todos…?
El interfecto dijo que sí con la cabeza, sospecho que porque tenía la
boca ocupada en dibujar una ancha sonrisa.
-Faltan algunos, que han ido a comprarse un bocadillo a la cafetería-,
agregó una chica, para colmo de mi pasmo.
Tuve que recordar que había ido
clase por clase (de COU, de 3º de bachillerato) para explicarles el proyecto e
invitarles a asumir el riesgo que implicaba crear una obra de la nada y
representarla no una, sino todas las veces que nos fuera posible.
A la vista estaba que les había hablado con mucho entusiasmo. Y enseguida percibí en sus pupilas la misma ilusión que debían de exteriorizar las mías.
De magia, sí; pero no de casualidad. Las cosas no suceden porque sí, suceden porque confluyen una serie de circunstancias; y en este caso estoy seguro de que el factor determinante fueron las intervenciones entusiastas que fuiste realizando aula por aula, algo a lo que probablemente no estaban muy habituados los alumnos del instituto y ese debió de ser el detonante por el que…
ResponderEliminarNo cabe sino felicitarte, y también a los que tuvieron la suerte de compartir contigo la aventura del teatro…
¡¡Viva la magia del teatro… y de los artistas como tú!!!