CARTA ABIERTA A ÁNGELA MERKEL (Y
3)
(Lea usted la 1ª y la 2ª, antes
de esta 3ª y última, por no perder la perspectiva)
Otro buen pellizco podría dársele al presupuesto del ministerio de
Defensa. Están por las nubes los artificios bélicos, y si un pueblo no pretende
dominar a otros y se conforma con protegerse a sí mismo, ha de sobrar mucha
inversión en este capítulo. Esos sofisticados aparatos para la guerra resultan
a la postre peligrosos, porque de su posesión siempre podrá derivarse la
tentación de utilizarlos. Y un buen tajo a los gastos militares redundaría en
el ahorro que ahora el Estado busca por otras vías (léanse recortes en educación,
sanidad o subsidio de paro, por ejemplo).
Al césar lo que es del césar, y a
Dios lo que es de Dios es máxima evangélica de poco uso por estos lares. En
tiempo de sacrificios, nadie debería quedar al margen, la Iglesia tampoco. Es más,
aunque no se vivieran momentos difíciles, no tendría que cobrar la clerecía del
Estado, ni se justifica que no abone el impuesto de bienes inmuebles quien
tanto edificio, y tan valioso, posee. La cantidad de dinero que se dilapida en
esas y otras canonjías es, forzosamente, cuantiosa. Observe usted que no hablo
de creencias, que respeto, sino de economía, de dinero que podría recaudarse
sin necesidad de quitárselo a quien menos tiene.
De corruptos andamos tan sobrados como poco provisto de fondos el
Estado. Campean por doquier, como vacas sin campano. Y no faltan los casos en
que no se devuelve lo cobrado
indebidamente (circunloquio, este último difícil de superar). Convendrá
conmigo en que dejar sin blanca a estos sujetos, por muy encumbrados que estén,
redundaría en la moralidad y el erario públicos.
Comprenderá que no es mi intención pergeñar un programa de reformas
completo, máxime cuando no soy economista. Pese a ello, me resisto a no señalar
lo obvio: también la casa del Rey y los propios políticos habrán de reducir, y
muy drásticamente, sus emolumentos y costosas prebendas, para que el Estado
haga caja, sin que sea a costa de los de siempre.
Me objetará usted que no puede interferir en la política de un país
soberano. Con el debido respeto, eso me parecen pamplinas. Porque, ¿qué otra
cosa, si no es meterse en la política nacional, hacen cuando condicionan el
rescate al cumplimiento de una serie de medidas, a cada cual más lesiva para el
español de a pie? No solo pueden vulnerar usted y los suyos nuestra autonomía
como Estado: es que ya están en ello.
Termino, no sin enviarle un
burocrático saludo. Recíbalo de este firmante, que ni es ni aspira a ser su seguro servidor.
No puedo estar de acuerdo con la primera propuesta. El gasto militar español es bajo en comparación con otros países de nuestro entorno. La cantidad de soldados "de a pie" es casi irrisoria y olvidas una cuestión: si el ejército firmase contratos navales o aeronáuticos con empresas del país sería un factor importantísimo para dinamizar el sector industrial. Claro que comprarle aviones a EE.UU. no produce nada, pero, por ejemplo, la construcción de buques en el antiguo Astano, sí, en términos de puestos de trabajo, desarrollo tecnológico y económico.
ResponderEliminarEn cuanto a la tributación de la iglesia, totalmente de acuerdo, aunque el impacto real en la recaudación sería limitado. Sin embargo, el tratamiento a la institución es un tratado internacional (concordato con la Santa Sede) y desconozco cómo se podría articular legalmente.