“ENCUENTROS EN LA BADÍA”, de Fernando
Llorente
La badía es el espacio del Sahara
que los marroquíes no pisan, que está fuera de su control, más allá de las
murallas donde han pretendido, y no logrado, encerrar el espíritu libre de los
saharauis. Hasta esa zona desértica, habitada por unos miles de personas, con
gobierno del Frente Polisario, se trasladó el autor, que nos ofrece su
testimonio.
Estamos ante un meritorio ejercicio de
lucha contra el olvido, que en este caso afecta a todo un pueblo. Fernando
Llorente nos habla del Sahara o, más precisamente, de los saharauis expoliados
de su tierra por el reino alauí, con la displicencia, cuando no la complacencia,
del mundo occidental, incluida la España de antes y aun la de
ahora.
Para hacerlo, no ha elegido la forma del
ensayo, sino la narrativa. Ha creado un personaje, el del “viajero”, que recorre
la parte de la badía que le enseñan y habla en tercera persona. Este
desdoblamiento facilita un juego de perspectivas: el autor se muestra a sí mismo
preguntando, con más frecuencia escuchando o, incluso, omnisciente, pensando. Se
objetiva, así, una visión que, sin embargo, responde a una vivencia personal.
Cuenta desde la empatía, como acaso no haya otra manera de hacerlo dado el caso,
y su discurso se tiñe de afectividad, solidario con quienes encuentra en el
camino, enfrentado a quienes los despojan de su derecho.
Y la empatía no se manifiesta solo con la
causa: también afecta a las costumbres y a los paisajes. El lirismo con que se
contempla lo descrito -véase el ceremonial de los tres tes-, elimina cualquier
tinte costumbrista. Algo similar sucede con el territorio, su mirada lo
humaniza, lo descubre como depositario de tradiciones y de mitos: magnífica, por
ejemplo, pero hay muchas más, la evocación en el capítulo que titula El
encuentro. Y está también el lenguaje, otro medio de acercamiento, que nos
permite aproximarnos a la gente viendo cómo nombra
en hassania: deyar o buscador de camellos perdidos, wilaya,
campamento o provincia, hammada o desierto pedregoso…
A mí, en fin, me parece que una buena
forma de reivindicar a un pueblo es hacerlo carne y darle voz, y de eso muestra
saber mucho Fernando Llorente en este libro. Son esas, en mi opinión, sus
mejores páginas, literariamente hablando. Porque hay otras, cuyo valor no pongo
en duda, que, más que por lo poético de la palabra, destacan por la denuncia
directa de la injusticia que soporta este pueblo entrañable. Entonces, el
lenguaje se vuelve mucho más crudo y descarnado.
P.S.:
“Encuentros en la badía” está editado por la ONG Cantabria por el
Sahara y lleva como subtítulo Gdeim Izik, presente, en homenaje al
campamento saharaui de protesta que el 8 de marzo de 2010 fue desmantelado
violentamente por las fuerzas de ocupación marroquíes y que llegó a albergar a
más de 20.000 personas.
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