domingo, 7 de octubre de 2012


“ENCUENTROS EN LA BADÍA”, de Fernando Llorente


 La badía es el espacio del Sahara que los marroquíes no pisan, que está fuera de su control, más allá de las murallas donde han pretendido, y no logrado, encerrar el espíritu libre de los saharauis. Hasta esa zona desértica, habitada por unos miles de personas, con gobierno del Frente Polisario, se trasladó el autor, que nos ofrece su testimonio.

   Estamos ante un meritorio ejercicio de lucha contra el olvido, que en este caso afecta a todo un pueblo. Fernando Llorente nos habla del Sahara o, más precisamente, de los saharauis expoliados de su tierra por el reino alauí, con la displicencia, cuando no la complacencia, del mundo occidental, incluida la España de antes y aun la de ahora.
   Para hacerlo, no ha elegido la forma del ensayo, sino la narrativa. Ha creado un personaje, el del “viajero”, que recorre la parte de la badía que le enseñan y habla en tercera persona. Este desdoblamiento facilita un juego de perspectivas: el autor se muestra a sí mismo preguntando, con más frecuencia escuchando o, incluso, omnisciente, pensando. Se objetiva, así, una visión que, sin embargo, responde a una vivencia personal. Cuenta desde la empatía, como acaso no haya otra manera de hacerlo dado el caso, y su discurso se tiñe de afectividad, solidario con quienes encuentra en el camino, enfrentado a quienes los despojan de su derecho.
  Y la empatía no se manifiesta solo con la causa: también afecta a las costumbres y a los paisajes. El lirismo con que se contempla lo descrito -véase el ceremonial de los tres tes-, elimina cualquier tinte costumbrista. Algo similar sucede con el territorio, su mirada lo humaniza, lo descubre como depositario de tradiciones y de mitos: magnífica, por ejemplo, pero hay muchas más, la evocación en el capítulo que titula El encuentro. Y está también el lenguaje, otro medio de acercamiento, que nos permite aproximarnos a la gente  viendo cómo  nombra en hassania: deyar o buscador de camellos perdidos, wilaya, campamento o provincia, hammada o desierto pedregoso…
   A mí, en fin, me parece que una buena forma de reivindicar a un pueblo es hacerlo carne y darle voz, y de eso muestra saber mucho Fernando Llorente en este libro. Son esas, en mi opinión, sus mejores páginas, literariamente hablando. Porque hay otras, cuyo valor no pongo en duda, que, más que por lo poético de la palabra, destacan por la denuncia directa de la injusticia que soporta este pueblo entrañable. Entonces, el lenguaje se vuelve mucho más crudo y descarnado.  

    P.S.: “Encuentros en la badía” está editado por la ONG Cantabria por el Sahara y lleva como subtítulo Gdeim Izik, presente, en homenaje al campamento saharaui de protesta que el 8 de marzo de 2010 fue desmantelado violentamente por las fuerzas de ocupación marroquíes y que llegó a albergar a más de 20.000 personas.

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