DRAMATURGIA POLÍTICA
Desde hace un tiempo, no se me quita de la cabeza la idea de que nuestros políticos se han transformado en dramaturgos.
Desde hace un tiempo, no se me quita de la cabeza la idea de que nuestros políticos se han transformado en dramaturgos.
Todo empezó cuando, un día, observé que la intervención de la
protagonista de una escena teatral coincidía más o menos con otra de la
ministra de Sanidad. Ambas ponderaban las virtudes curativas de los productos
naturales, en un contexto de ahorro de gasto farmacéutico. Lo curioso es que en
la obra aludida no se pretendía reflejar el mundo real, sino caricaturizarlo.
Como el discurso teatral era anterior al de la ministra, podría pensar
lo que no pienso, o sea, que ella elaboró sus declaraciones a partir de un
texto literario. Sin embargo, lo que verdaderamente me preocupa no es que
estemos ante un plagio, sino que, por el contrario, se trate de una mera
coincidencia. Desde entonces, albergo la sospecha de que buena parte de
nuestros políticos, entre los que ocuparían un lugar destacado quienes asientan
sus posaderas en los sillones de los consejos de ministros, nos toman a los
ciudadanos por actores que representamos sus ideaciones.
La ficción se ha apoderado de España, o sea que los mejores guiones,
particularmente en la modalidad del teatro del absurdo, o los más llamativos al
menos, nos los ofrece la vida que se nos impone. No importa cuánto de incrédulo
se sea, siempre desafía cualquier capacidad de asombro y hace verdad lo que
siempre se tuvo por fantasía. Pero si la literatura es creación y la realidad
presente se empeña en superar lo imaginable, esta última no deja espacio a
aquella, se lo arrebata.
He aquí otro daño colateral, otro efecto secundario propiciado por la
situación de crisis que sufrimos. Ahora resulta que, no contentos con reducir
salarios, recortar prestaciones sociales, aumentar impuestos, facilitar despidos...,
nuestros dirigentes también nos quitan la capacidad de fabular.
Ellos inventan y escriben en el
libro de la vida, trasladan a esta sus ficciones, ignorando que cada plano
tiene sus propias normas. Y encima les da por cultivar la tragedia. Solo que, al parecer, olvidan que sus personajes son
personas de carne y hueso.
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