CONVIDADOS DE PIEDRA
Yo, si fuera periodista, me presentaría en las ya de por sí escasas comparecencias públicas
del señor Rajoy con un esparadrapo en la boca. Esa imagen manifestaría mi
disconformidad con que se me amordazara. Dicho de otra forma, expresaría mi
negativa a aceptar que se me impidiese cumplir con lo debido a mi profesión,
estaría defendiendo el derecho de los lectores (y electores) a saber.
Tenemos un
Presidente que no gusta de dar la cara. En su negativa a ofrecer explicaciones
de sus actos, ha protagonizado situaciones grotescas, de esas que harían las
delicias de Valle-Inclán, si no como ciudadano, que le indignarían, sí en su
calidad de creador del esperpento.
¿Os imagináis a tan
alto cargo girándose en oprobiosa media vuelta por escapar de los informadores
cuando se topa con ellos de frente? O hablándoles, sí, pero ¡desde una
televisión de plasma! Bueno, no es imaginar exactamente lo que debéis hacer;
basta con que recordéis, porque ambos episodios se produjeron.
Es proverbial su
aversión a las ruedas de prensa, como famosas son sus meteduras de pata en
ellas. Sin embargo, cuando algún dignatario extranjero visita nuestro país, se
ve obligado a responder en su presencia a dos cuestiones que le plantean los
reporteros, previo consenso entre ellos, que también acuerdan quiénes se las
formularán. Debe de parecerle un dispendio de liberalidad, semejante intromisión
en sus silencios.
No hace mucho, hubo
como una advertencia de lo que estaba por venir. En uno de esos actos públicos,
en lugar de dar la palabra a los elegidos por sus compañeros, se la concedió a otro, de un periódico que le
es afín. Era una forma de burlar cuestiones incómodas, que no obtuvo, sin
embargo, una respuesta contundente en la profesión.
Y de esos polvos,
cortos en la protesta, vienen estos lodos. Ahora, serán instancias
gubernamentales quienes seleccionarán a los encargados de dirigirse al señor
Rajoy. ¿También las preguntas?
No sabe ya uno qué
le sorprende más, si la desfachatez del presidente y su entorno o las
tragaderas de los periodistas. ¿A qué esperan estos últimos para plantarse? El
suyo, ¿no era el Cuarto Poder?
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