domingo, 15 de diciembre de 2013

CONVIDADOS DE PIEDRA

Yo, si fuera periodista, me presentaría en las  ya de por sí escasas comparecencias públicas del señor Rajoy con un esparadrapo en la boca. Esa imagen manifestaría mi disconformidad con que se me amordazara. Dicho de otra forma, expresaría mi negativa a aceptar que se me impidiese cumplir con lo debido a mi profesión, estaría defendiendo el derecho de los lectores (y electores) a saber.
   Tenemos un Presidente que no gusta de dar la cara. En su negativa a ofrecer explicaciones de sus actos, ha protagonizado situaciones grotescas, de esas que harían las delicias de Valle-Inclán, si no como ciudadano, que le indignarían, sí en su calidad de creador del esperpento.
   ¿Os imagináis a tan alto cargo girándose en oprobiosa media vuelta por escapar de los informadores cuando se topa con ellos de frente? O hablándoles, sí, pero ¡desde una televisión de plasma! Bueno, no es imaginar exactamente lo que debéis hacer; basta con que recordéis, porque ambos episodios se produjeron.
   Es proverbial su aversión a las ruedas de prensa, como famosas son sus meteduras de pata en ellas. Sin embargo, cuando algún dignatario extranjero visita nuestro país, se ve obligado a responder en su presencia a dos cuestiones que le plantean los reporteros, previo consenso entre ellos, que también acuerdan quiénes se las formularán. Debe de parecerle un dispendio de liberalidad, semejante intromisión en sus silencios.
   No hace mucho, hubo como una advertencia de lo que estaba por venir. En uno de esos actos públicos, en lugar de dar la palabra a los elegidos por sus compañeros,  se la concedió a otro, de un periódico que le es afín. Era una forma de burlar cuestiones incómodas, que no obtuvo, sin embargo, una respuesta contundente en la profesión.
   Y de esos polvos, cortos en la protesta, vienen estos lodos. Ahora, serán instancias gubernamentales quienes seleccionarán a los encargados de dirigirse al señor Rajoy. ¿También las preguntas?

   No sabe ya uno qué le sorprende más, si la desfachatez del presidente y su entorno o las tragaderas de los periodistas. ¿A qué esperan estos últimos para plantarse? El suyo, ¿no era el Cuarto Poder?

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