TRIBULACIONES DE AZNARES
“La princesa está triste, qué tendrá la princesa”, decía el
poema de Rubén Darío. Salvando las distancias, podríamos parafrasear estos
versos, cambiando de sujeto, hablando ahora de quien fuera presidente del
Gobierno de España, José María Aznar. Solo que en tal caso desaparecería el
aliciente que siempre aporta a la
ficción el misterio.
Porque, según un
correo atribuido a Mercedes de la
Merced , concejala ya fallecida del PP, su estado de
postración se debía a que Caja Madrid había rechazado su propuesta de que
adquiriese un lote de cuadros y recuerdos del pintor Gerardo Rueda y se hiciese
cargo, además, de la restauración del edificio que el ayuntamiento de Madrid,
regido entonces (2008, 2009) por Gallardón, ponía a disposición para albergar
la colección. El importe de lo solicitado era de 54 millones de euros por la
obra (Según expertos consultados por la Fundación de la Caja , su valor no sobrepasaría los 3 millones) y
más de 100 millones por el arreglo de la futura sede.
¿Y qué hijo no se
conmueve ante la pesadumbre de un padre? Del primogénito del señor Aznar nadie
podrá decir jamás que se muestra insensible al dolorido sentir de su
progenitor. ¿Queréis pruebas? Fijaos en los SMS que envió al señor Blesa, máximo
responsable de Caja Madrid, según publicación del diario El País:
“Con los pelos que se ha
dejado por ti y han sido muchos, me parece impresentable lo que has hecho o no
has hecho. No se merecia esta decepcion”.
“Si quieres pregunta a tu
amigo por el mensaje que te mande. Te puedo asegurar de que existe dolor y
decepcion, y no tiene nada que ver con el resultado del tema ni con tus
responsabilidades. Hay muchas formas de hacer las cosas y aqui por lo que
parece se han hecho muy mal”.
Me
apresuro a advertir que he transcrito estos mensajes tal cual han sido
publicados. No me son imputables, por tanto, los acentos que faltan. Tampoco el
horrible dequeísmo (“Te puedo asegurar de que...”) que afea y devalúa la
construcción sintáctica del discurso. No sería malo que el joven Aznar Botella
revisase sus textos antes de enviarlos.
Tal vez así nos ahorraría la penosa impresión que producen sus errores
gramaticales. Aunque yo, por muy acendrado que sea el amor filial que lata en
esa misiva, no puedo evitar que, por su contenido, experimente una todavía mayor vergüenza
(ajena). En lo cual no creo que me diferencie de ninguno de quienes leáis estas
líneas.
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