AHORA, A POR LOS VIEJOS
Es que no nos dejan a los
españoles ni un respiro. No hay títere que quede con cabeza en la España de hoy, salvo que el
títere sea alguien que toque poder.
Muchas familias vienen aguantando, aunque malamente, los embates de una
crisis que no han creado, y lo hacen gracias a la generosa aportación de sus
mayores. Las pensiones de los abuelos, por magras que sean, contribuyen al
sostenimiento de parados con escaso o nulo subsidio, hacen frente a gastos que,
de no afrontarse, conducirían de lleno a la exclusión social a millones de
personas.
Bueno, pues, a despecho de semejante panorama, acaba de venir el
Gobierno a decirnos que ojo con esa válvula de escape, que por ahí se le va un
dineral al sistema y que hay que ahorrar. Así que se proponen recortar entre
2014 y 2022 la friolera de 33.000 millones de euros en ese capítulo. "La pensión perderá 1.500 euros de poder adquisitivo en seis años", titulaba El País el 18 de septiembre.
Se creían que estaban a salvo, los jubilados. Quizás pensaban que su
edad provecta les garantizaría protección legal, quién iba a ser tan desalmado
que fuera a emprenderla con los ancianos, tan indefensos. Creerían ellos que
nadie osaría traspasar esa última frontera. ¿Acaso no habían proclamado los
vencedores en las últimas elecciones que constituía una línea
roja infranqueable?
También es verdad que se han ido acumulando ejemplos de promesas que, igualmente
incumplidas, se las llevó el viento, transformadas, incluso, en sus contrarios.
Casos muy sangrantes en que faltaron a la palabra dada alertaban de que nada se
les ponía por delante a la hora de trastocar su propio programa, que, no lo
olvidemos, les llevó a donde están.
Esos señores del Gobierno, que
todo lo calculan, ¿habrán medido hasta dónde puede llegar nuestra paciencia?
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