sábado, 7 de septiembre de 2013

UNA LAGUNA AZUL (ISLANDIA, y 12)

Vamos al aeropuerto, a Keflavik, distante unos 50 kilómetros de Reykjavik, hacia el oeste. Reconoceríamos el paisaje como ya visto si, a la venida, no lo hubiéramos recorrido de noche, y menuda impresión nos hubiéramos llevado entonces, cuando todavía nuestra memoria de Islandia era un libro en blanco, sobre el que nos disponíamos a escribir. Ahora, la luz del día nos revela lo que las sombras nos ocultaron antes. Un terreno volcánico niega la vida y hechiza la mirada, que, por más que se dilate en busca de lejanías, no consigue liberarse de lo oscuro.
   Lo insospechado surge, sin embargo, donde menos lo esperamos. Acabamos de ver un imposible, desecharíamos esa imagen como un mero espejismo, de estar en el Sáhara. Y, no obstante ser aquí tan improbable como allí, sabemos que es real el green del campo de golf que pasa veloz ante nuestros ojos.
   Más ficción parece aún la Laguna Azul, donde, por unas horas, retrasamos nuestro retorno a España. Imagináosla, entrometida en el espacio enlutado que nos circunda, en medio de un desierto de roquedos cenicientos. Es poco profunda y humea, cálida, que sus aguas proceden de otro elemento extraño al paisaje, una central geotérmica próxima.
   Enseguida os llamará la atención otra cosa, no menos sorprendente para un lego en cuestiones islandesas. En la superficie, sobresalen un montón de cabezas y, ocasionalmente, alguna espalda, un pie, un brazo que sin tardanza se sumergen. Es lo único que asoma, porque fuera hace un frío invernal.
   Muchas caras lucen blanquísimas, como si les hubieran dado una mano de cal. Se han embadurnado con un barro lechoso, bueno para la piel.
   Nadie nada, pues es escasa la hondura del lecho fangoso. Dicen que es muy relajante este baño al aire libre, y debe de ser cierto, porque hay expresiones felices, de nirvana. Para mayor placidez, una pequeña cascada masajea a quien se le ponga debajo.
   De todo tomo nota yo, desde el interior de unas instalaciones en que domina el cristal.
   Tal vez me parezca el lugar más turistizado de la Islandia que hemos conocido. Y sin embargo, cómo me cautivó ese entorno, tan lleno de contrastes...

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