COLUMNAS DE AGUA EN GEYSIR
(ISLANDIA, 10)
Salimos de Gulfoss con la idea de
que, después de lo visto, nada habrá por delante que nos sorprenda. Pronto
comprobamos, no obstante, que es fácil confundirse si se está en Islandia.
Nuestro asombro va a seguir ligado al agua, pero sin cataratas, ni siquiera río, de por medio.
Geysir se llama el nuevo espacio que encontramos. En una metonimia
perfecta, se transformó ese topónimo en nombre común para designar el fenómeno
que allí sucede.
Parece un campo que humea. Si uno se acerca a una de esas fumatas
aparentes, notará dos cosas; la primera, que se moja ligeramente, o sea, que es
vapor; y luego, que huele a azufre. Emana de unas pozas apacibles, de diámetro
desigual, aunque nunca excesivo, y de muy escasa hondura. Si uno se fija un
poco más, verá que el agua hierve, y creerá que se trata de una variación de
algo que ya vio (en la central geotérmica de Deildartunguhver, por ejemplo), y
se equivocará, una vez más.
Imaginad el susto, si nada supierais de los géiseres, y de repente,
desprevenidos como vais, os sorprendiese un chorro de muchos metros de altura,
emergiendo de una de esas charcas, a vuestro lado. O que, sintiendo un ruido
súbito a vuestras espaldas, os volvierais para descubrir la causa de vuestro
sobresalto y únicamente hallarais restos de un agua que parece caída de un
cielo sin nubes.
Efímeros en su existencia, de no ser porque esta es reiterada, ascienden
como flechas y bajan no menos veloces, dejando en el aire una estela invisible,
y la duda de si fueron una ilusión o una verdad, si los imaginamos o fueron
reales y los vimos.
Mientras espero que uno de
ellos alce otra vez el vuelo, me da por pensar si coincidirán todos algún
momento en la eclosión. Serían,
entonces, como columnas de agua que soportasen un instante el firmamento.
Lástima que, si alguna vez ocurre, no nos haya tocado disfrutar de esa visión…
No hay comentarios:
Publicar un comentario