martes, 10 de septiembre de 2013

COMENTARIO DE TEXTOS DE UN SUPUESTO RAJOY

 Hace algún tiempo salieron a la luz mensajes de texto cuya autoría se atribuía al señor mentado en el titular. Sus destinatarios habrían sido Bárcenas o su esposa.
   Lo primero que reflejan esos sms es que (supuestamente) ha existido correspondencia entre los aludidos. ¿Por qué es relevante algo tan obvio? Precisamente por lo difícil que resulta concebirlo.  Parece de todo punto impensable que el señor Rajoy haya mantenido una relación epistolar como esa. Y si lo inimaginable se convierte en noticia, adquiere de inmediato importancia, pasa a ser significativo. Y las preguntas surgen, inevitables. ¿Por qué, si efectivamente fue así, se mensajeaba con el ex-tesorero de su partido? ¿Lo creía inocente, pese a las múltiples pruebas que iban aportándose al sumario? ¿Es una de esas personas encomiables que nunca abandonan a un amigo por enredado que esté en desafueros? ¿O, lo que sería peor, se sentía en la obligación de aplacar a la fiera en evitación de males mayores para él mismo o/y su partido?
  Vayamos a los (presuntos) textos. Resulta llamativa la abundante utilización del vocativo: “Rosa, gracias…”, “Muchas felicidades(,) Rosa”, “No es cierto(,) Luis”, “Luis, nada es fácil...”, “Luis(.) Lo entiendo.”. (Entre paréntesis pongo la coma que falta en el original o señalo el uso indebido del punto y seguido). Este nombrar al otro constituye, a mi entender, una forma de reconocimiento, una búsqueda de cercanía, una muestra de apego.
   La afectividad se manifiesta también en las despedidas. Por breve que sea el mensaje, casi nunca falta “un abrazo” e incluso, en el caso de Rosa, “un beso”. A esta, se la llega a calificar de “encanto”.
   Si pasamos del marco al cuerpo de los sms, encontramos abundancia de apelaciones. Su finalidad es influir en la actitud del receptor. Tal es la intención del circunloquio al final la vida es resistir (o, lo que viene a ser lo mismo, resistid), de la perífrasis modal de obligación no hay que equivocarse, o, en un estilo más directo, el imperativo (Sé fuerte) o la expresión interjectiva (Ánimo).
   ¿Y a qué se  conmina, a qué se llama? Ya hemos visto que a resistir, a mostrar fortaleza. También a conservar la calma (Tranquilidad... Es lo único que no se puede perder).
   No hay que olvidar que todo esto se le estaría diciendo a un imputado por graves delitos de corrupción.
   Hay más. Él mismo se involucra como argumento. Yo estaré ahí siempre, llega a asegurar. Nada es fácil pero hacemos lo que podemos, afirma en otro momento. Obsérvese el paso del yo al nosotros, en este último enunciado. ¿Quiénes se han conjurado para hacer lo que puedan? ¿Y qué están haciendo? Lo único que no se necesita preguntar es en beneficio de quién. ¿O sí?

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