COMENTARIO DE TEXTOS DE UN
SUPUESTO RAJOY
Hace algún tiempo salieron a la luz mensajes de
texto cuya autoría se atribuía al señor mentado en el titular. Sus
destinatarios habrían sido Bárcenas o su esposa.
Lo primero que reflejan esos sms
es que (supuestamente) ha existido correspondencia entre los aludidos. ¿Por qué
es relevante algo tan obvio? Precisamente por lo difícil que resulta concebirlo. Parece de todo punto impensable que el señor
Rajoy haya mantenido una relación epistolar como esa. Y si lo inimaginable se
convierte en noticia, adquiere de inmediato importancia, pasa a ser
significativo. Y las preguntas surgen, inevitables. ¿Por qué, si efectivamente
fue así, se mensajeaba con el ex-tesorero de su partido? ¿Lo creía inocente,
pese a las múltiples pruebas que iban aportándose al sumario? ¿Es una de esas
personas encomiables que nunca abandonan a un amigo por enredado que esté en desafueros?
¿O, lo que sería peor, se sentía en la obligación de aplacar a la fiera en evitación de males mayores para él mismo o/y
su partido?
Vayamos a los (presuntos) textos. Resulta llamativa la abundante
utilización del vocativo: “Rosa, gracias…”, “Muchas felicidades(,) Rosa”, “No
es cierto(,) Luis”, “Luis, nada es fácil...”, “Luis(.) Lo entiendo.”. (Entre
paréntesis pongo la coma que falta en el original o señalo el uso indebido del
punto y seguido). Este nombrar al otro constituye, a mi entender, una forma de
reconocimiento, una búsqueda de cercanía, una muestra de apego.
La afectividad se manifiesta también en las despedidas. Por breve que
sea el mensaje, casi nunca falta “un abrazo” e incluso, en el caso de Rosa, “un
beso”. A esta, se la llega a calificar de “encanto”.
Si pasamos del marco al cuerpo de los sms, encontramos abundancia de
apelaciones. Su finalidad es influir en la actitud del receptor. Tal es la
intención del circunloquio al final la
vida es resistir (o, lo que viene a ser lo mismo, resistid), de la perífrasis modal de obligación no hay que equivocarse, o, en un estilo
más directo, el imperativo (Sé fuerte)
o la expresión interjectiva (Ánimo).
¿Y a qué se conmina, a qué se
llama? Ya hemos visto que a resistir, a mostrar fortaleza. También a conservar
la calma (Tranquilidad... Es lo único que
no se puede perder).
No hay que olvidar que todo esto se le estaría diciendo a un imputado
por graves delitos de corrupción.
Hay más. Él mismo se involucra como argumento. Yo estaré ahí siempre, llega a asegurar.
Nada es fácil pero hacemos lo que podemos,
afirma en otro momento. Obsérvese el paso del yo al nosotros, en este
último enunciado. ¿Quiénes se han conjurado para hacer lo que puedan? ¿Y qué
están haciendo? Lo único que no se necesita preguntar es en beneficio de quién.
¿O sí?
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