UNA OFERTA DE TRABAJO NO TAN SINGULAR
En Murcia se ofertaba días
pasados un empleo para el que se requería estar en posesión de la licenciatura
en Administración y Dirección de Empresas. Nada tendría de particular, de no ser porque era para repartir bollería.
A posteriori, después del
revuelo que se armó, los anunciantes trataron de justificarse aludiendo a la
posibilidad de “promoción dentro de la empresa”. Ya sabéis, como en Estados
Unidos: alguien que empiece desde muy abajo puede llegar a director general del
negocio o, incluso, a presidente del país (tampoco se necesita tanto, por estos
lares lo estamos viendo).
De todas formas, si el sueño americano consiste en comenzar desde la
nada, convengamos en que, en España, lo que sobran son jóvenes bien situados en los
puestos de salida. Aun cuando no se plantee explícitamente como condición sine qua non ser titulado universitario, abundan oficinistas, dependientes o almacenistas que lo son.
Conozco a ingenieras que ofician de limpiadoras y a licenciados en
Bellas Artes que se han hecho camareros, y estoy seguro de que cualquier lector
podrá poner nombres y apellidos a casos semejantes con solo mirar a su
alrededor. ¿Quién no se ha topado con una matemática de cajera o un repartidor
de pizzas diplomado en filología inglesa?
Sumamente improbable le resultaría, en cambio, encontrar a alguno de los
que se vean en tal situación considerar que ese es el inicio de su carrera
hacia el éxito empresarial.
Puede escandalizarnos el
anuncio que ha dado pie a este artículo. A mí parecer, lo peor, sin embargo, es
la realidad social que denota, el mundo laboral del que emerge. Lo raro, más aún, lo inconcebible, ha devenido en cotidiano,
aunque solo destaca cuando aparece escrito. Bueno es que, al nombrarlo, quede
en evidencia. Tal vez así hagamos algo por recuperar una normalidad que se nos
escapa o se nos hurta.
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