viernes, 30 de agosto de 2013

DONDE LA TIERRA SE ROMPE (ISLANDIA, 8)

Pero ya estamos otra vez circulando, la nariz pegada a los cristales del bus, por que nada se nos escape. Y ese vacío continúa fascinándonos con sus ausencias (de vegetación, de vida), en un paisaje salido de las entrañas de la tierra, que durante un buen rato parece sin término.
  Oigo algo a la guía acerca de los pasaportes, pero lo dice en inglés y no sé a qué carta quedarme. Los pasajeros ríen, y pronto yo también, cuando comprendo lo que nos ha pedido. Ha dicho que los preparemos para que nos los sellen y no perder tiempo en el trámite. Sin salir de Islandia, vamos a cambiar de continente, y solo hasta cierto punto es una broma. Este lugar inhóspito es un punto de encuentro, o desencuentro, de las placas tectónicas que sostienen, de un lado, a Eurasia, y del otro a América del Norte.
   Miramos la falla, una fractura que recorre transversalmente el espacio hasta perderse de vista. Es como un cañón pero sin río que lo haya tallado, una rotura en la superficie terrestre, que distancia lo que antes estuvo unido.
   Caigo en la cuenta de que ya he visto este mismo fenómeno, y hace bien poco. Fue en lo alto del roquedo que nos recibió en Pingvellir, en la última parada. Allí, me detuve al borde de una fisura, que era sumamente estrecha, y escruté el fondo. Todo lo que le faltaba de ancho lo ganaba en hondura. Tal era la profundidad que ni aguzando la vista hallé su base, perdidos los ojos en lo oscuro. Deseché la tentación de tirar una piedrecilla y oírla chocar contra un suelo ignoto. Preferí quedarme con la duda de si, como sucedía a los personajes de Julio Verne en el cráter del Snaefellsnes en su Viaje al centro de la tierra, acabaría saliendo por Sicilia.
   Ahora me fijo más y distingo parecidas resquebrajaduras en el yermo pedregoso que se prolonga en la distancia, siempre bajo la vigilancia obsesiva de los volcanes.
   Me tomo mi tiempo para filosofar. Nada es lo que fue, ni será lo que es, en este mundo que no cesa de transformarse, y esa constatación un poco de vértigo sí que me da.

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