viernes, 12 de octubre de 2012


DRAMATURGIA POLÍTICA

Desde hace un tiempo, no se me quita de la cabeza la idea de que nuestros políticos se han transformado en dramaturgos.
   Todo empezó cuando, un día, observé que la intervención de la protagonista de una escena teatral coincidía más o menos con otra de la ministra de Sanidad. Ambas ponderaban las virtudes curativas de los productos naturales, en un contexto de ahorro de gasto farmacéutico. Lo curioso es que en la obra aludida no se pretendía reflejar el mundo real, sino caricaturizarlo.
   Como el discurso teatral era anterior al de la ministra, podría pensar lo que no pienso, o sea, que ella elaboró sus declaraciones a partir de un texto literario. Sin embargo, lo que verdaderamente me preocupa no es que estemos ante un plagio, sino que, por el contrario, se trate de una mera coincidencia. Desde entonces, albergo la sospecha de que buena parte de nuestros políticos, entre los que ocuparían un lugar destacado quienes asientan sus posaderas en los sillones de los consejos de ministros, nos toman a los ciudadanos por actores que representamos sus ideaciones. 
   La ficción se ha apoderado de España, o sea que los mejores guiones, particularmente en la modalidad del teatro del absurdo, o los más llamativos al menos, nos los ofrece la vida que se nos impone. No importa cuánto de incrédulo se sea, siempre desafía cualquier capacidad de asombro y hace verdad lo que siempre se tuvo por fantasía. Pero si la literatura es creación y la realidad presente se empeña en superar lo imaginable, esta última no deja espacio a aquella, se lo arrebata.
   He aquí otro daño colateral, otro efecto secundario propiciado por la situación de crisis que sufrimos. Ahora resulta que, no contentos con reducir salarios, recortar prestaciones sociales, aumentar impuestos, facilitar despidos..., nuestros dirigentes también nos quitan la capacidad de fabular.
   Ellos inventan y escriben en el libro de la vida, trasladan a esta sus ficciones, ignorando que cada plano tiene sus propias normas. Y encima les da por cultivar la tragedia. Solo que,  al parecer, olvidan que sus personajes son personas de carne y hueso.

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