“CANDO
PETAN NA PORTA POLA NOITE”, de Xabier P. Docampo
O lo que es lo mismo, pero en castellano, Cuando llaman a la puerta por la noche,
no es una novela, sino cuatro relatos, más bien breves, de terror.
Antes de entrar en materia, el autor nos
ofrece una sucinta introducción. Le gustan, nos dice, las historias orales.
Escuchó muchas en casa cuando niño. Sentía miedo y permanecía despierto hasta
que la luna (con su luar, qué hermosa
palabra) le iluminaba el cuarto. Pero lo que en realidad lo tranquilizaba era
hacerlas suyas, ahí estaba su truco y, aventuro, tal vez el inicio de su
vocación de escritor.
Miedos ancestrales, que desde el principio
de los tiempos nos acechan, han dado lugar a narraciones que los pueblos han creado
y que han transmitido de generación en generación. De ese material han bebido
en ocasiones novelistas y poetas, y, entonces, al ponerlo por escrito, han
añadido al misterio y la tragedia la perfección formal, que no es solo estilo,
que también comporta adiciones e invención, arte.
Los relatos de Xabier P. Docampo se
ambientan en Galicia, tierra de leyendas, si no es ella misma legendaria. Tres
se ubican en un entorno rural, y solo el cuarto y último transcurre, se diría
que por exigencias del guion, en emplazamientos urbanos. No son espacios
imaginados, son geográficamente localizables, identificados por su toponimia.
Los personajes son gentes del común; un
herrero, caminantes de paso, mozos de pueblo, una vieja, campesinos... A causa
de sus malas acciones o porque se les imponen situaciones que están por encima
del devenir natural de las cosas, se ven abocados a protagonizar hechos que
trastocan dramáticamente sus vidas.
En los sucesos interfieren elementos
sobrenaturales y sobrecogedores, presentes en un mundo que, por otra parte, se
nos pinta de una forma muy realista, desde la descripción de los caminos en
noches de tormenta a los instrumentos de una fragua o los utensilios que cualquiera
esperaría hallar en un corral. La sensación de verosimilitud se incrementa
cuando es el padre del autor quien le cuenta, como verdaderamente ocurrido, en
dos de los casos, lo que a su vez escuchó de su protagonista – O Fornadas- o de una anciana que los
conoció – A loba-.
Todo coadyuva para que, en el ánimo del
lector, se vuelva verdad lo extraordinario, y de esa credibilidad (literaria,
cierto, pero credibilidad al fin) a la vivencia del miedo solo hay un paso.
Y no
es solo la trama de los cuentos lo que nos perturba. El autor dosifica con
maestría las intrigas, originando expectativas constantes, que elevan la
tensión narrativa; a veces, lo hace deteniéndose en un momento (como cuando
retarda el acto de abrir una carta en O
compremortes). O fuerza a que fijemos la mirada espantada en situaciones
tan atroces como las que experimenta O
Fornadas.
Algo que me ha llamado especialmente la
atención es el retrato de personajes. Pese a que el cuento obliga a ser escueto
en la pintura de caracteres, y a que Docampo respeta esa norma, consigue
matices (por ejemplo, con las enumeraciones que nos acercan a la psicología de
una condenada de una vieja, en O Fornadas)
e incluso no se priva de una aproximación paulatina, hecha de sucesivos
descartes, para descubrirnos un rasgo físico de un herrero en O espello do viaxeiro.
¿Y de qué trata cada historia, cuáles son
sus argumentos? Nada diré acerca de eso. No quiero privaros del placer y el
temblor que obtuve yo al leerlos. Creedme: vale la pena experimentar la
sensación inigualable de descubrirlos poco a poco, de latir a su compás...