sábado, 28 de septiembre de 2013

ENCARCELADOS

El título no se refiere a que determinados próceres de este país estén a buen recaudo, pagando, al fin, sus desafueros. Qué más quisiera que dar esa primicia a quienes seguís el blog, pero no es posible, por ahora.
   De lo que trata este artículo es del programa que La sexta ofrece los jueves por la noche. Es como el reverso de Españoles  por el mundo, la cara oculta de la luna. Aquí también hay compatriotas que viven en el extranjero, pero ni se los ve satisfechos ni nos hablan de las maravillas de su entorno. La verdad es  que no tienen ningún motivo que los mueva a risa.
   Un equipo de reporteros se introduce en las prisiones donde están recluidos, con la intención de entrevistarlos. Prácticamente en su totalidad, las condenas se deben a que intentaron pasar droga. Es conmovedor escuchar los porqués de esas vidas rotas. No dan el perfil del delincuente profesional. Abundan los golpeados por la crisis: trabajadores que se quedaron en paro en España, pequeños empresarios que se vieron en la calle, y que creyeron salir de sus deudas atendiendo a turbios cantos de sirena.
   Las primeras grabaciones se hicieron en Bolivia y son un mazazo en la conciencia. Sin perder de vista a los personajes, la atención se me fue enseguida a su contexto. No imaginaba que pudieran existir penales así, como si penal derivara de pena, pero no solo de la existente de rejas adentro, sino de la que, inconmensurable, alcanza a quien, estando fuera, vislumbra el panorama que hay dentro.
   Las cámaras nos muestran que en vano sería buscar intramuros a un funcionario, a un policía. Son algunos presos los que gobiernan las vidas de todos los demás, y resulta inquietante pensar cómo pueden haber adquirido ese estatus dominante.
   Abruma el ambiente. Se venden o se alquilan unos a otros huecos que solo mediando el recurso a la hipérbole más extrema cabría llamar celdas, y duermen tumbados en los pasillos los que nada poseen, que son legión. Escasea la comida, y algunos internos regentan chiringuitos que la venden en beneficio propio. Todo tipo de insectos encuentra aquí acomodo y pulula por doquier.
   Para colmo, niños y mujeres, familias enteras, sin casa que los cobije fuera, comparten la dramática situación de los encarcelados.
   Nadie grita en estos reportajes, pero su resultado es un grito. Del testimonio, sale todo un alegato en defensa de lo humano. Y no porque los periodistas cambien su papel por el de fiscales. Si no estuviera tan impactado por lo que he visto, me extendería en glosar su profesionalidad como documentalistas, cómo sortean dificultades y afrontan riesgos. Es la realidad la que se denuncia a sí misma, porque lo que lo que no puede ser, no puede ser. Y aún menos, si existe.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

BALZAC Y LA JOVEN COSTURERA CHINA, de Dai Sijie

Hay en esta novela una gran delicadeza en el contar. Tiene el encanto de la transparencia, como esos ríos cuyas aguas nos muestran un fondo claro de guijarros, que es aquí un país lejano, China, en un momento histórico ya pretérito, el de la Revolución Cultural de Mao Tse Tung.
   Contra lo que cabría esperar, el foco no se centra, sin embargo, en cuestiones ideológicas o políticas, por más que estén siempre en el contexto, subyacentes.
   La mirada del lector, guiada por uno de los protagonistas, sigue la peripecia de dos adolescentes, hijos de profesionales, que son obligados a dejar la ciudad e ir al campo, para ser reeducados. Como si la dureza de esa existencia les enseñara algo que no fuera, simplemente, a subsistir y desear volver cuanto antes a su entorno habitual.
  Aprendemos de su andadura cómo transcurre la existencia en las montañas del Fénix del Cielo, su rigor, su atraso, sus costumbres también, incluso apuntes de su folklore. Y el valor de la amistad y del amor.
  Pero mi atención quedó prendida en la aparición de la literatura, con diversidad de registros, de finalidades. A los campesinos les sirve para sobrellevar la crudeza de su mundo, como al jefe de la aldea, siempre dispuesto a concederles alguna prebenda a cambio de un relato bien contado, que lo entretenga. O ese viejo molinero, habitante del acantilado de los Mil Metros, que conserva en la memoria estribillos tradicionales y remotos, en absoluto santos.
   Luo y su compañero, el narrador, valoran, por su parte,  como el más preciado de los bienes,  los libros que clandestinamente guarda en una maleta el Cuatrojos, individuo también represaliado y muy mezquino. A su través, se hacen con realidades tan fuera de su alcance como las reflejadas por escritores occidentales (Balzc, Stendhal, Baudelaire, Dostoievski, Dickens, Kipling...). Curiosamente, nosotros nos acercamos a su vida leyéndola en una novela mientras ellos  atisban la nuestra con el auxilio de otros argumentos. Como si todos, lectores y personajes, nos asomásemos cada quien a una ventana y unos a otros nos observáramos.
   Todo esto me pareció hasta que llegué al desenlace. Entonces me encontré ante una fabulación acerca del poder transformador de la literatura, que, si despierta sueños, a veces también anima a materializarlos. Y ese final me cautivó más que todo lo demás.

domingo, 22 de septiembre de 2013

AHORA, A POR LOS VIEJOS

Es que no nos dejan a los españoles ni un respiro. No hay títere que quede con cabeza en la España de hoy, salvo que el títere sea alguien que toque poder.
   Muchas familias vienen aguantando, aunque malamente, los embates de una crisis que no han creado, y lo hacen gracias a la generosa aportación de sus mayores. Las pensiones de los abuelos, por magras que sean, contribuyen al sostenimiento de parados con escaso o nulo subsidio, hacen frente a gastos que, de no afrontarse, conducirían de lleno a la exclusión social a millones de personas.
   Bueno, pues, a despecho de semejante panorama, acaba de venir el Gobierno a decirnos que ojo con esa válvula de escape, que por ahí se le va un dineral al sistema y que hay que ahorrar. Así que se proponen recortar entre 2014 y 2022 la friolera de 33.000 millones de euros en ese capítulo. "La pensión perderá 1.500 euros de poder adquisitivo en seis años", titulaba El País el 18 de septiembre.
   Se creían que estaban a salvo, los jubilados. Quizás pensaban que su edad provecta les garantizaría protección legal, quién iba a ser tan desalmado que fuera a emprenderla con los ancianos, tan indefensos. Creerían ellos que nadie osaría traspasar esa última frontera. ¿Acaso no habían proclamado los vencedores en las últimas elecciones  que constituía una línea roja infranqueable?
   También es verdad que se han ido acumulando ejemplos de promesas que, igualmente incumplidas, se las llevó el viento, transformadas, incluso, en sus contrarios. Casos muy sangrantes en que faltaron a la palabra dada alertaban de que nada se les ponía por delante a la hora de trastocar su propio programa, que, no lo olvidemos, les llevó a donde están.
   Esos señores del Gobierno, que todo lo calculan, ¿habrán medido hasta dónde puede llegar nuestra paciencia? 

martes, 17 de septiembre de 2013

UNA OFERTA DE TRABAJO NO TAN SINGULAR

En Murcia se ofertaba días pasados un empleo para el que se requería estar en posesión de la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Nada tendría de particular, de no ser porque era para repartir bollería.
   A posteriori, después del revuelo que se armó, los anunciantes trataron de justificarse aludiendo a la posibilidad de “promoción dentro de la empresa”. Ya sabéis, como en Estados Unidos: alguien que empiece desde muy abajo puede llegar a director general del negocio o, incluso, a presidente del país (tampoco se necesita tanto, por estos lares lo estamos viendo).
   De todas formas, si el sueño americano consiste en comenzar desde la nada, convengamos en que, en España, lo que sobran son jóvenes bien situados en los puestos de salida. Aun cuando no se plantee explícitamente como condición sine qua non ser titulado universitario, abundan oficinistas, dependientes o almacenistas que lo son.
   Conozco a ingenieras que ofician de limpiadoras y a licenciados en Bellas Artes que se han hecho camareros, y estoy seguro de que cualquier lector podrá poner nombres y apellidos a casos semejantes con solo mirar a su alrededor. ¿Quién no se ha topado con una matemática de cajera o un repartidor de pizzas diplomado en filología inglesa?
   Sumamente improbable le resultaría, en cambio, encontrar a alguno de los que se vean en tal situación considerar que ese es el inicio de su carrera hacia el éxito empresarial.
   Puede escandalizarnos el anuncio que ha dado pie a este artículo. A mí parecer, lo peor, sin embargo, es la realidad social que denota, el mundo laboral del que emerge. Lo raro, más aún, lo inconcebible,  ha devenido en cotidiano, aunque solo destaca cuando aparece escrito. Bueno es que, al nombrarlo, quede en evidencia. Tal vez así hagamos algo por recuperar una normalidad que se nos escapa o se nos hurta.

sábado, 14 de septiembre de 2013

BOLAS DE PURÉ DE PATATA

Debía de ser media tarde cuando, bien mediado el siglo XX, el autobús de línea llegaba a Villapedre, en el occidente asturiano. Nada más detenerse en la parada, comenzaba mi ritual de todos los veranos. Como todavía era niño, estaba dispensado de cargar con  equipaje, así que volaba hasta la Casa de don Andrés, que así llamaban a la de mis abuelos, por ser ese nombre el de él.
   Nada más traspasar la verja, me aguardaba toda una fiesta para los sentidos. Aún en la plazoleta, aspiraba aromas que venían del jardín de las flores, o presentía la frescura del de los tilos, que, al otro lado, entretejían sus copas. Ya en el interior de la casona, los crujidos de la madera que pisaba me acariciaban el oído y al pasar ante un armario me asaltaba un olor a alcanfor.
   El turno de los ojos llegaba cuando me asomaba al salón de las visitas. Desde las paredes, los retratos de los antepasados, pese a que nunca sonreían, siempre parecían darme una muda bienvenida, y la mirada se solazaba al ascender al techo, contemplando las pinturas amables de las cuatro estaciones, enmarcadas en sendos medallones.
   Es un mundo para mí ya ido. Como las bolas de puré de patata, que, en habiendo suerte, nos darían de cena cuando anocheciera, para que también el sentido del gusto se satisficiera. No las he vuelto a comer desde entonces, pero todavía las paladeo cuando las miento. Así que por qué privaros de la posibilidad de prepararlas.
  Yo veía cómo las hacían en aquella cocina bilbaína, grandísima porque eran muchos los comensales.  Las patatas, peladas y en rodajas, iban a parar a una cazuela con agua y sal, donde se cocían. La siguiente operación consistía en escurrirlas, para a continuación triturarlas en el pasapurés, con algún añadido de leche caliente, no mucha, pues no debe quedar escaso de consistencia el resultado, si no a ver quién le daría luego la forma adecuada.
   Si uno es propenso a la distracción o media parloteo, es fácil olvidarse de revolver, con lo cual la formación de grumos estaría asegurada y el plato se echaría a perder. El uso de la cuchara de palo para tal menester se mantendrá también en la fase que viene, con la inmediata adición de un par de yemas de huevo y, tal vez, un poco de jamón muy picado (Valen asimismo a estos efectos restos de carne o pollo).
   Siempre me ha admirado lo laboriosas que son las recetas tradicionales, pero ya llegamos al final. Enharinamos las manos para facilitar el modelado de las bolas, tarea a la que de inmediato nos entregaremos. El último paso consistirá en freírlas, no sin antes haberlas rebozado en harina y huevo batido.
   Ya está. Ahora probadlas y decidme si ha valido la pena salvarlas del olvido.

martes, 10 de septiembre de 2013

COMENTARIO DE TEXTOS DE UN SUPUESTO RAJOY

 Hace algún tiempo salieron a la luz mensajes de texto cuya autoría se atribuía al señor mentado en el titular. Sus destinatarios habrían sido Bárcenas o su esposa.
   Lo primero que reflejan esos sms es que (supuestamente) ha existido correspondencia entre los aludidos. ¿Por qué es relevante algo tan obvio? Precisamente por lo difícil que resulta concebirlo.  Parece de todo punto impensable que el señor Rajoy haya mantenido una relación epistolar como esa. Y si lo inimaginable se convierte en noticia, adquiere de inmediato importancia, pasa a ser significativo. Y las preguntas surgen, inevitables. ¿Por qué, si efectivamente fue así, se mensajeaba con el ex-tesorero de su partido? ¿Lo creía inocente, pese a las múltiples pruebas que iban aportándose al sumario? ¿Es una de esas personas encomiables que nunca abandonan a un amigo por enredado que esté en desafueros? ¿O, lo que sería peor, se sentía en la obligación de aplacar a la fiera en evitación de males mayores para él mismo o/y su partido?
  Vayamos a los (presuntos) textos. Resulta llamativa la abundante utilización del vocativo: “Rosa, gracias…”, “Muchas felicidades(,) Rosa”, “No es cierto(,) Luis”, “Luis, nada es fácil...”, “Luis(.) Lo entiendo.”. (Entre paréntesis pongo la coma que falta en el original o señalo el uso indebido del punto y seguido). Este nombrar al otro constituye, a mi entender, una forma de reconocimiento, una búsqueda de cercanía, una muestra de apego.
   La afectividad se manifiesta también en las despedidas. Por breve que sea el mensaje, casi nunca falta “un abrazo” e incluso, en el caso de Rosa, “un beso”. A esta, se la llega a calificar de “encanto”.
   Si pasamos del marco al cuerpo de los sms, encontramos abundancia de apelaciones. Su finalidad es influir en la actitud del receptor. Tal es la intención del circunloquio al final la vida es resistir (o, lo que viene a ser lo mismo, resistid), de la perífrasis modal de obligación no hay que equivocarse, o, en un estilo más directo, el imperativo (Sé fuerte) o la expresión interjectiva (Ánimo).
   ¿Y a qué se  conmina, a qué se llama? Ya hemos visto que a resistir, a mostrar fortaleza. También a conservar la calma (Tranquilidad... Es lo único que no se puede perder).
   No hay que olvidar que todo esto se le estaría diciendo a un imputado por graves delitos de corrupción.
   Hay más. Él mismo se involucra como argumento. Yo estaré ahí siempre, llega a asegurar. Nada es fácil pero hacemos lo que podemos, afirma en otro momento. Obsérvese el paso del yo al nosotros, en este último enunciado. ¿Quiénes se han conjurado para hacer lo que puedan? ¿Y qué están haciendo? Lo único que no se necesita preguntar es en beneficio de quién. ¿O sí?

sábado, 7 de septiembre de 2013

UNA LAGUNA AZUL (ISLANDIA, y 12)

Vamos al aeropuerto, a Keflavik, distante unos 50 kilómetros de Reykjavik, hacia el oeste. Reconoceríamos el paisaje como ya visto si, a la venida, no lo hubiéramos recorrido de noche, y menuda impresión nos hubiéramos llevado entonces, cuando todavía nuestra memoria de Islandia era un libro en blanco, sobre el que nos disponíamos a escribir. Ahora, la luz del día nos revela lo que las sombras nos ocultaron antes. Un terreno volcánico niega la vida y hechiza la mirada, que, por más que se dilate en busca de lejanías, no consigue liberarse de lo oscuro.
   Lo insospechado surge, sin embargo, donde menos lo esperamos. Acabamos de ver un imposible, desecharíamos esa imagen como un mero espejismo, de estar en el Sáhara. Y, no obstante ser aquí tan improbable como allí, sabemos que es real el green del campo de golf que pasa veloz ante nuestros ojos.
   Más ficción parece aún la Laguna Azul, donde, por unas horas, retrasamos nuestro retorno a España. Imagináosla, entrometida en el espacio enlutado que nos circunda, en medio de un desierto de roquedos cenicientos. Es poco profunda y humea, cálida, que sus aguas proceden de otro elemento extraño al paisaje, una central geotérmica próxima.
   Enseguida os llamará la atención otra cosa, no menos sorprendente para un lego en cuestiones islandesas. En la superficie, sobresalen un montón de cabezas y, ocasionalmente, alguna espalda, un pie, un brazo que sin tardanza se sumergen. Es lo único que asoma, porque fuera hace un frío invernal.
   Muchas caras lucen blanquísimas, como si les hubieran dado una mano de cal. Se han embadurnado con un barro lechoso, bueno para la piel.
   Nadie nada, pues es escasa la hondura del lecho fangoso. Dicen que es muy relajante este baño al aire libre, y debe de ser cierto, porque hay expresiones felices, de nirvana. Para mayor placidez, una pequeña cascada masajea a quien se le ponga debajo.
   De todo tomo nota yo, desde el interior de unas instalaciones en que domina el cristal.
   Tal vez me parezca el lugar más turistizado de la Islandia que hemos conocido. Y sin embargo, cómo me cautivó ese entorno, tan lleno de contrastes...

jueves, 5 de septiembre de 2013

THE VOLCANO SHOW (ISLANDIA, 11)

Un poco más y perdemos el bus, o eso creemos, pues saldrá más tarde de lo que pensábamos. El culpable es “The volcano show”, el espectáculo de los volcanes. Hemos divisado muchos con su torva pinta, subimos algunos cráteres, lastimamos la mirada en el despropósito de sus campos de lava. Ahora que se nos presenta la oportunidad de verlos en acción, no vamos a desaprovecharla. Sobre todo, cuando podemos hacerlo cómodamente sentados en una sala que es como un minicine de bolsillo, en Reykjavik.
   Es una muestra ante la que resulta difícil no rendirse. Un documento que son muchos entrelazados, con erupciones filmadas en vivo, a lo largo de años, y explicaciones. El reportaje es obra de un fotógrafo, quiero registrar su nombre, Villi Knudsen, un señor ya mayor, que sonríe con simpatía cuando le contestamos, en respuesta a una pregunta suya, en medio de un auditorio lleno, que venimos of Spain. Él mismo introduce la proyección.
   No esperábamos encontrar, pese al título con que se anuncia, un show a la americana, con efectos especiales y ritmo trepidante, y, por suerte, acertamos en la predicción. El autor oficia de notario, y lo primero que admiramos es a él, por más que casi siempre se oculte tras la cámara. A veces, sí que aparece, solo o con algún ayudante. Pero aunque no se le vea, deviene de testigo en protagonista. Lo sabemos ahí, delante de todo lo que graba, desafiando el riesgo, adentrándose en el peligro, quizás tan fascinado por lo que contempla que se olvida hasta de sí mismo.
   Imposible no pensar en ello ante esos jeeps cuyos bajos se acercan al metro de altura, que vadean, casi sumergidos, cauces desbocados; o sintiendo como propio el suplicio de unos pies que apenas soportan el calor de la roca que los sustenta.
   La pantalla se llena de imágenes perturbadoras: oleadas de lava ardiente, que avanza inexorable y ciega; camiones de evacuación, adonde van a parar los enseres que nadie quiere dejar atrás; granjas, pueblos enteros que se vienen abajo o encuentran en el maremágnum una inesperada sepultura; canchos de considerable tamaño desencajados de su sitio, perdida su grandeza, arrastrados como corchos por una corriente desencajada, fuera de madre.
   Y montañas que escupen llamaradas, fuego que sale del mar océano, cielos que se entintan de rojo, cuando no dejan de verse, ocultos tras un velo de ceniza.
    Salimos de estampida, cuando la luz se enciende en la sala, como si el magma nos persiguiese. Antes de embarcar en el avión, se imponía relajarse. Y qué mejor que en la Laguna Azul, última estación en nuestra visita a Islandia, adonde nos llevará un bus que creemos ya se está a punto de ir. Pero esa es ya otra historia, y será otro artículo.

martes, 3 de septiembre de 2013

COLUMNAS DE AGUA EN GEYSIR (ISLANDIA, 10)

Salimos de Gulfoss con la idea de que, después de lo visto, nada habrá por delante que nos sorprenda. Pronto comprobamos, no obstante, que es fácil confundirse si se está en Islandia. Nuestro asombro va a seguir ligado al agua, pero sin cataratas, ni siquiera río, de por medio.
  Geysir se llama el nuevo espacio que encontramos. En una metonimia perfecta, se transformó ese topónimo en nombre común para designar el fenómeno que allí sucede.
   Parece un campo que humea. Si uno se acerca a una de esas fumatas aparentes, notará dos cosas; la primera, que se moja ligeramente, o sea, que es vapor; y luego, que huele a azufre. Emana de unas pozas apacibles, de diámetro desigual, aunque nunca excesivo, y de muy escasa hondura. Si uno se fija un poco más, verá que el agua hierve, y creerá que se trata de una variación de algo que ya vio (en la central geotérmica de Deildartunguhver, por ejemplo), y se equivocará, una vez más.
  Imaginad el susto, si nada supierais de los géiseres, y de repente, desprevenidos como vais, os sorprendiese un chorro de muchos metros de altura, emergiendo de una de esas charcas, a vuestro lado. O que, sintiendo un ruido súbito a vuestras espaldas, os volvierais para descubrir la causa de vuestro sobresalto y únicamente hallarais restos de un agua que parece caída de un cielo sin nubes.
   Efímeros en su existencia, de no ser porque esta es reiterada, ascienden como flechas y bajan no menos veloces, dejando en el aire una estela invisible, y la duda de si fueron una ilusión o una verdad, si los imaginamos o fueron reales y los vimos.
   Mientras espero que uno de ellos alce otra vez el vuelo, me da por pensar si coincidirán todos  algún momento  en la eclosión. Serían, entonces, como columnas de agua que soportasen un instante el firmamento. Lástima que, si alguna vez ocurre, no nos haya tocado disfrutar de esa visión…

domingo, 1 de septiembre de 2013

GULFOSS, GESTA HECHA DE AGUA Y REBELDÍA (ISLANDIA, 9)  

Veníamos de un paisaje verde de hierba y de arbolado. Al favor de ese amparo, habían reaparecido casas de verano y hasta un camping. Incluso quedan en la memoria unas vacas que pacían un pasto de tan delicada apariencia como el green de un campo de golf.
    Pero cuando, al poco, la puerta del bus nos devuelve al aire libre, de nuevo la lava oscurece la mirada allá donde posemos los ojos. En la lejanía, una masa inmensa de hielo está a un tris de hacerse nube. Casi se mimetiza con la niebla blanquecina que la acaricia, sin que apenas pueda decirse quién es quién. A la vista,  una lengua del glaciar Langiökull, se allega al llano hendiendo montañas. En otra ocasión tocará acercársele, incluso navegar, entre témpanos, por el espacio lacustre que, en algún punto,  encierran, como un secreto, sus paredes. Hoy nos traen aquí otros afanes.
   Enseguida estoy pegado al suelo, incapaz de mover un músculo, como un árbol  improbable en este erial de rocas ennegrecidas. Gulfoss es la responsable de mi quietud, que es mero asombro. Parece un lago que se volcase por una de sus márgenes, y que, por mucho caudal que pierda, siempre conservará el mismo. Se llama Hvitá el culpable de esta ilusión óptica, y es un río que se despeña en una catarata sin sentido de la medida. Como para espaciar el espectáculo, consta de dos saltos, tan inmediatos que no hay tiempo para el reposo del agua, y el segundo, de más de veinte metros, duplica al primero en altura.
   La cortina de bruma que lo vela en nada atenúa el estruendo, que es el de un trueno continuo. Y después la tierra se separa en una barranquera, como si le cediera derecho de paso y, amurallándose, lo escoltara, atónita ante la magnitud de su hazaña.
    ¿Existe alguna catarata sin leyenda? Yo no sé si es verdad o fabulación, pero hay algo que contar, que hermana la grandiosidad de este lugar con la grandeza de lo humano. Es un relato que ennoblece a su protagonista, que fue una muchacha.
   Vino de fuera la codicia y quiso obtener electricidad de estas aguas, que solo deberían contentar a la mirada. Dicen que amenazó ella con dejar que se la llevara la corriente, si tal hacían. Y que su padre, propietario de este entorno amenazado de expropiación, cedió su dominio al Estado con la condición de que no se le tocase.
   Tal vez a la una y al otro se los haya llevado el tiempo, pero aquí sigue, incólume, la cascada Gulfoss, aún mas bella al calor de su historia.