martes, 3 de septiembre de 2013

COLUMNAS DE AGUA EN GEYSIR (ISLANDIA, 10)

Salimos de Gulfoss con la idea de que, después de lo visto, nada habrá por delante que nos sorprenda. Pronto comprobamos, no obstante, que es fácil confundirse si se está en Islandia. Nuestro asombro va a seguir ligado al agua, pero sin cataratas, ni siquiera río, de por medio.
  Geysir se llama el nuevo espacio que encontramos. En una metonimia perfecta, se transformó ese topónimo en nombre común para designar el fenómeno que allí sucede.
   Parece un campo que humea. Si uno se acerca a una de esas fumatas aparentes, notará dos cosas; la primera, que se moja ligeramente, o sea, que es vapor; y luego, que huele a azufre. Emana de unas pozas apacibles, de diámetro desigual, aunque nunca excesivo, y de muy escasa hondura. Si uno se fija un poco más, verá que el agua hierve, y creerá que se trata de una variación de algo que ya vio (en la central geotérmica de Deildartunguhver, por ejemplo), y se equivocará, una vez más.
  Imaginad el susto, si nada supierais de los géiseres, y de repente, desprevenidos como vais, os sorprendiese un chorro de muchos metros de altura, emergiendo de una de esas charcas, a vuestro lado. O que, sintiendo un ruido súbito a vuestras espaldas, os volvierais para descubrir la causa de vuestro sobresalto y únicamente hallarais restos de un agua que parece caída de un cielo sin nubes.
   Efímeros en su existencia, de no ser porque esta es reiterada, ascienden como flechas y bajan no menos veloces, dejando en el aire una estela invisible, y la duda de si fueron una ilusión o una verdad, si los imaginamos o fueron reales y los vimos.
   Mientras espero que uno de ellos alce otra vez el vuelo, me da por pensar si coincidirán todos  algún momento  en la eclosión. Serían, entonces, como columnas de agua que soportasen un instante el firmamento. Lástima que, si alguna vez ocurre, no nos haya tocado disfrutar de esa visión…

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