jueves, 29 de mayo de 2014

¡AY RAJOY, RAJOY…!

Tanto apelar a la mayoría silenciosa, que no sale a protestar a las calles; tanto contraponerla a los manifestantes para, por arte de birlibirloque, decir que quien calla otorga y ubicarla de su lado… ¿qué argüirá el presidente del Gobierno y del PP ahora, cuando muchos de sus otrora partidarios han preferido huir del mundanal ruido y no acudir a las urnas a mostrarle apoyo en este trance?
   Se engañaría si atribuyese esa abstención a mero afán acomodaticio. No es que no supieran de la trascendencia de cada papeleta… ¡es que están muy enfadados, señor Rajoy!
   Esos que han preferido quedarse en casa sin votarlo, igual lo que quieren es botarlo. Los dos millones y medio que ha perdido -¡menudo líder!- se han ido con su decepción a cuestas. Y ya no puede decir que con ese silencio clamoroso apuntalan su política.
   Del desencanto ha pasado gran parte de sus electores a la desafección. Unos porque, siendo de centro, se han llevado las bofetadas que, bajo su égida, les han servido, en especial, sus ministros de Interior, de Justicia, de Educación o de Sanidad; otros, tal vez conformes con unas reformas que solo encajan en un ideario fuertemente escorado a la derecha, para hacerle pagar el incumplimiento de su programa electoral en cuanto al empleo, o asqueados por la corrupción.
   Para ser silenciosa, esta mayoría ha gritado mucho el 25M. Y a Rajoy ni siquiera le cabe el consuelo de atribuir su debacle a las meteduras de pata del inefable Cañete, a quien, además, él mismo nombró. Es que, encima, se erigió en candidato, aunque no encabezara la lista electoral. Se empleó tan a fondo en la campaña como si en ella le fuera la vida (política). Y lo peor, para él y su partido, es que seguramente será así.
   Para minimizar el daño, se han conjurado, como suelen, los del PP y han empezado a entonar cantos de sirena. Presumen de que han ganado, aferrándose al dato numérico de sus 16 diputados, frente a los 14 del PSOE, el otro gran derrotado. Allá ellos. Porque, por mucho que la disfracen, es una amarga victoria, de esas que encierran el germen de una derrota venidera.
   También pregonan que les ha fallado la forma de comunicar, de transmitir (¿Se referirán a los inextricables discursos de Cospedal, a los prolongadísimos silencios del propio Rajoy?), como si el problema no estuviera en el mensaje mismo, en lo que nos están haciendo.
   En todo caso, sería de desear que, en adelante, fueran más cautos a la hora de justificar sus medidas de gobierno en la mayoría absoluta...

sábado, 24 de mayo de 2014

SENSACIONES EN ALTAMIRA

Un día que empieza a ser lejano, sentí  que era un privilegiado. La llamada telefónica de un amigo me condujo al séptimo cielo. Me comunicaba que, dos años atrás, diez colegas habían solicitado permiso para visitar la cueva de Altamira y les acababa de llegar la autorización. Pero fallaban dos del grupo, y era nuestra la elección de ir o no en su lugar. Fue una de las últimas posibilidades de entrar que hubo. Luego, como es sabido, se cerraría su acceso al público, que sí tendría ocasión de ver una réplica perfecta de pinturas y entorno en un recinto próximo. En ese espacio he estado varias veces, y siempre que voy admiro el trabajo de quienes han decorado su techo. La copia es de una extraordinaria fidelidad  al original, y no solo en cuanto al resultado, pues también se siguió el mismo proceso de elaboración y se utilizaron idénticos materiales que hace milenios.
   Sin embargo, algo sí echo siempre en falta al elevar los ojos a la manada de bisontes y otros animales  esparcidos en curiosa yuxtaposición y variedad de posturas en la altura. Es entonces cuando se me va la vista atrás, a aquella mañana en que me fue dado contemplar no la imitación, por inigualable calco que sea, sino la creación primordial misma.
   Había experimentado un temblor, que era producto de la emoción de saberme en el mismo lugar que anónimos artistas primigenios, de compartir su reducto sagrado. Era como si me hubiesen enviado un mensaje a través del tiempo o, no sé si decirlo, como si todavía estuviesen allí, en la huella que habían dejado de su presencia. Me parece que pensé en aquel momento único que, cuanto más cerca nos situemos del creador, más nos conmoverá su obra. Y a mí, en este caso, participar de su contexto casi me hacía estar en comunión con él, con ellos.
   Quién me lo iba a decir, pero esa misma sensación la palpé hace apenas una semana. Era la “Noche de los museos” y desde las 8 ½  de la tarde había entrada libre y en tandas de unas 15 personas para ver la réplica de Altamira. Esta vez no se distinguían con tanta nitidez los bóvidos. La iluminación era menor y la claridad, tenue. Las llamas que salían de unos cuencos sustituían a la electricidad habitual. Era tuétano extraído de los huesos de los animales el combustible, y una mecha vegetal lo que ardía, sin la adición no deseada del humo. Exactamente como hacía decenas de miles de años.
   Y sin estar en la cueva verdadera, volví a sentir un estremecimiento, igual que antaño. Solo que ahora no era un lugar lo que me traía el latido de nuestros antepasados: También la luz puede ser un buen transmisor para el sentir. 

martes, 20 de mayo de 2014

SEMBLANZA DE PEPE MÚJICA

He aquí  a un personaje singular, y no por lo raro que sea él, sino porque no existan otros máximos mandatarios que se le parezcan.
   Lo primero que se ve al contemplarlo es un cierto descuido en el vestir. Vuelve inevitable el recuerdo de aquel torpe aliño indumentario del que hablaba Antonio Machado en su autorretrato. Otro hombre, en el mejor sentido de la palabra, bueno.
   Quizás porque comparte con nuestro poeta esa hermosa máxima de que “Nadie es más que nadie”, vive olvidado de los oropeles que aman los grandes en humilde habitáculo campestre. Gusta de comer en chiringuitos de poca monta, boliches creo que los llaman allá, donde, como uno más, aprovecha para escuchar y conversar con las gentes del común que se le aproximan o a las que él se acerca.
   Es este Pepe un hombre pausado, que para hablar no tiene prisas, que dice antes con la mirada que con la palabra. Gasta una suave ironía que descoloca a cualquiera que lo interpele buscando ponerlo contra las cuerdas o simplemente probarlo. Y de pronto se permite dejar de ser el centro de una entrevista y sorprende al periodista interesándose por alguna de sus circunstancias. “No sos tan tierno”, le comentó a Jordi Évole cuando este le respondió a una de sus preguntas que pronto cumplirá 39 años.
    Es un tipo tierno y dado a la curiosidad, que conquista por su bonhomía y sentido común. No menos que su persona, atrae su visión del mundo y de la sociedad. Bien venido el desarrollo, pero no el que se estila por estos lares nuestros, pues no ha de ir en menoscabo de quienes menos tienen, o de la esclavización de otros países, antes ha de estar al servicio de todos. Busca con pragmatismo la utopía, a sabiendas de que ha de moverse en un entorno hostil a sus ideas.
    Grava con muchos impuestos a los ricos y da mucho a los pobres, criticaba un ciudadano ante las cámaras. Esas palabras supusieron para mí el mayor elogio, todo un programa de buen gobierno.

    Es el presidente de Uruguay y ya me gustaría que fuese el de nuestro país.

sábado, 17 de mayo de 2014

EL CANDIDATO CAÑETE

Perdió Cañete, cuentan, el debate televisivo con Elena Valenciano, y ha perdido las formas después. Trataba el buen hombre de justificar su actuación y no se le ocurrió mejor cosa que decir lo que piensa, a las bravas y sin eufemismos. Solo consiguió retratarse de cuerpo entero. Por si alguna duda quedara.
   Para empezar, señaló que no le gusta nada discutir con mujeres, no sea que, al poner en evidencia su superioridad intelectual, se le tilde de machista. Lo malo, para él, es que con semejante argumento resulta imposible no adjudicarle ese calificativo.
Alguien tendría que explicarle que da lo mismo rivalizar políticamente con un oponente femenino que masculino, que lo que importa es la exposición y defensa de los propios objetivos y la crítica de los contrarios. Pero a ver quién va a aclararle eso a un señor que nos dejó una tan inolvidable perla verbal cuando, años ha, manifestó, a propósito del regadío que “hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”. A él desde luego.
   Pero, ya puestos a demostrar que por la boca muere el pez, Cañete no se paró en barras. “Si debato con el señor Rubalcaba, nos podemos decir todas las barbaridades, pero con una mujer se interpreta de otra manera”, añadió, a mayor abundamiento en su deslenguada argumentación.
   En sus excusas de mal pagador, no repara en lo que dice. ¿Decirse barbaridades? ¿Esa es su concepción de la controversia política? El tirarse a degüello al contrario, llenarse la boca de exabruptos, convertir en espectáculo un programa destinado a transmitir propuestas, y a contraponerlas frente a las del adversario, ¿a qué aboca al elector? ¿A elegir al más cañero, al más bruto, al más despiadado?
   Como para votarlo…

martes, 13 de mayo de 2014

YO SÍ, SANIDAD UNIVERSAL

Una asociación madrileña, cuyo nombre encabeza estas líneas, ha elaborado un vídeo que no tiene desperdicio. Vídeocartas contra la exclusión sanitaria, lo llaman, y lo titulan Querida ministra, porque es a la titular del ramo a quien se dirigen.
   Conmueven su sencillez y su verdad. Hay una total ausencia de artificio en la composición. El rodaje tan solo muestra la autenticidad de un testimonio.
   En la pantalla, nada distrae la mirada. Los personajes se sientan ante una mesa, o en una silla sola, o aparecen de pie junto a una librería, o delante de una pared, y esos lugares corrientes no se embellecen con efectos especiales. Nada los saca de su ser cotidiano, no son decorados para una ficción.
   Hablan directamente a cámara personas del común, sin afectación alguna, incluso en ocasiones se percibe una que otra vacilación, como si alguno estuviese a punto de trabucarse. No son personajes de la vida pública, no están habituados a salir en los periódicos o en la televisión, simplemente tienen algo importante que decir y lo dicen.
   Son inmigrantes sin papeles, gente abocada por la ley a la exclusión sanitaria. Enseguida se percibe que no están actuando, cuentan lo que les ha pasado o lo que les pasa.  Automáticamente dejan de ser un número en una estadística para descubrir su individualidad y su drama, ocupa el primer plano lo humano. Y entonces comprobamos que basta con conocer para sentir.
   Protagonizan también esas videocartas de escasamente un minuto de duración españoles. Médicos a los que esos enfermos no llegan -¿Dónde están mis pacientes?”- pregunta una doctora, y voluntarios que acompañan a los privados de tarjeta sanitaria a hospitales y centros de salud, hombres y mujeres solidarios. A ellos corresponde la denuncia y la exigencia que se superponen a la tragedia de los casos desvelados.
   Asombra que basten tan pocas palabras para poner de relieve un panorama tan desolador, tan injusto. Para despertar tantos sentimientos.
   Señora ministra…

Nota-  Merece la pena difundirlo:

 http://yosisanidaduniversal.net/portada.ph

sábado, 10 de mayo de 2014

MICRORRELATOS (DOS)


Estaba sentada en un banco del parque, con una sonrisa bailándole en los ojos y una novela entre las manos. Pasado un tiempo, cerró el libro. Todavía un instante se entretuvo en soñar con la mirada. Luego se sumó a la multitud. Para su admirador, dejó de ser.

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Un ruiseñor cantaba, y no desde un verso de Rubén Darío. Atraído por la melodía, se aproximó un azor. ¡Lástima que tuviese más de Pantagruel que de Ronsard!

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Sobre el blanco del papel, el poeta escribió su último verso. Dicen que ahí fuera anda la primavera…
                                  
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El que miraba estaba siendo mirado. Quien lo espiaba se extrañó de que no lo percibiera. De pronto se dio cuenta de que él mismo también podía estar siendo observado.

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-         “Sorsa, que eres un sorsa”, oyó que le decía.
-         “¿Sorsa yo?, replicó airado, antes de descargar el puñetazo.
Después buscó en el diccionario la palabra “sorsa” y supo lo que significaba. Nada.
           
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Post scríptum: En todo microrrelato hay espacios en blanco. Rellenarlos es tarea del lector. A menudo basta con que les añada un sentir, que, como es el suyo, será irreemplazable...

martes, 6 de mayo de 2014

DE LO QUE NO ES FÚTBOL

Confieso que me cuesta empezar este artículo sin hacer uso del denuesto. Si me dejase guiar por lo que me pide el cuerpo, vejaría a quien veja y no utilizaría argumentos frente a los que carecen de ellos. Caería, entonces, en parecida sinrazón a la que motiva mi enfado. Eso es lo que me conduce al empleo de la lógica, y no a la befa.
   Estoy indignado. La semana pasada leí en un periódico que un hincha había arrojado un plátano a un jugador del equipo contrario al suyo. Y hoy la prensa informa de que en otro estadio, desde la grada, parte del público se dirigió a un futbolista imitando las voces de un simio. Los destinatarios de esas actitudes insultantes eran, en ambos casos, negros.
   ¿Se creen superiores los ofensores? ¿En qué? No, desde luego, como deportistas. No darían pie con bola frente a esos jugadores en el campo, ni en dominio del balón, ni en capacidad para integrarse en un conjunto, ni en el diseño de estrategias convenientes a cada momento del partido. Y en cuanto a inteligencia, ¿dónde sitúan su superioridad, si con su comportamiento muestran que ni siquiera entienden un principio tan básico como el de la igualdad de todos los seres humanos?
   Ya sé que son verdades de Perogrullo, que estoy gastando pólvora en salvas. Me diréis que no merece la pena airear esta crítica. Pero es que quiero poner en evidencia lo absurdo de sus motivaciones, negarles el pan y la sal. Reducirlas a la nada.
   Tal vez lo entendamos mejor si cambiamos el foco de lugar. Si pudiésemos iluminar las vidas de esta gente, seguramente no los encontraríamos a gusto consigo mismos. Saldrían a la luz insatisfacciones, humillaciones, frustraciones, que dan pie a la asunción de un complejo de inferioridad que se compensa haciendo de menos al otro, al diferente, aunque solo lo sea en el color de la piel (¿por qué no en el de los ojos, o en la altura, o en la planta del pie?).
   A lo mejor alguien está pensando que llevo las cosas demasiado lejos. Que en esos gritos o esos gestos solo late un intento de incomodar al adversario, de desestabilizarlo, de ponerlo fuera de sí. Pero eso no cambia nada de lo dicho. En todo caso, añadiría al racismo –llamémoslo por su nombre- el juego sucio.

viernes, 2 de mayo de 2014

EN LE PARC ORNITHLOGIQUE DU PONT-DU-GAU

Es curioso este aviario natural de La Camargue. Son 7 km de senderos,  entre una vegetación de juncales, gramíneas y salicornias, pespunteadas de un amarillo de lirios florecidos. Orlan o separan estas y otras plantas silvestres  lagunas, o contornean riberas de riachuelos que discurren con tal placidez en el llano que a menudo fingen no ir a ninguna parte, como si para ellos se hubiera detenido el tiempo.
   Hay un amontonamiento de pájaros en las láminas de agua donde se inicia la andadura. Son innúmeros flamencos, que casi podríamos tocar, por lo cercanos, y otras zancudas les hacen compañía: dos árboles aorillados, que en mi recuerdo eran tarajes de despeluchada apariencia, albergan nidos por docenas. Se acomodan por jerarquías  en la altura sus inquilinos, las garzas reales en las ramas superiores, más abajo las garcetas.
   Por entre toda esa algarabía, navegan algún azulón, alguna focha, y hasta asoma a nuestra vista la figura de un coipo que, a lo que parece, pues no apetecen de la luz del día estos roedores, ha decidido prolongar la noche estas primeras horas de la mañana.
   Habrá quien piense, como yo en un principio, que alguna disfunción, alguna herida presentan estos animales, que no huyen de la presencia humana, sin que vallados o cercas nos separen. Pero es que los he visto llegar o irse, volar hasta perderse en lo lejano, y no lo entiendo.
   Ese comportamiento, más que tolerante, confianzudo, desparecerá según nos adentremos en el parque y también los humanos dejemos de ser masa y nos individualicemos. Entonces ya no se nos muestran las aves, que hemos de descubrirlas en la soledad de los parajes inundados, y desde observatorios de madera que disimulan nuestra presencia.
    Una pareja de cisnes salvajes presume de blancura en un lago del que no divisamos la otra orilla. De las cigüeñuelas nos sorprendería, si ya no la conociésemos, la longitud extraordinaria de sus patas, sobre las que cabalga un cuerpecillo delicado. Son esquivas y nos escapan si nos topamos con ellas en descampado. Es precaución que no han de tomar las avocetas, cuyo pico curvado hacia arriba, como nunca se nos ocurriría imaginarlo, hurga por entre el agua. Están tan fuera de alcance siempre como los tarros canela, unos patos que equivocaron el ser, pues, por su envergadura, deberían haber nacido ocas. No sé por qué les llaman tarros, pero el añadido de la especia con que completan su nombre se justifica nada más acercarlos con los prismáticos: una banda, canela de color, les circunvala cuello y pechera, como si de próceres homenajeados se tratara.
   Gaviotas reidoras de cabeza negra, pandilleras y belicosas, se carcajean a nuestro paso, aunque no sea de nosotros. Un poco más adelante, un bando de charranes, que son como ellas en miniatura, dejan oír sus destemplados graznidos sobre los carrizales y toman la dirección del mar.
   Como si de un desagravio al oído se tratara, de entre los arbustos o el escaso arbolado, salen de cuando en cuando trinos de ruiseñores.
   Por fortuna no es verano, y el sol es caricia y no fuego mediterráneo, y a toda esta fauna no se añaden todavía, o lo hacen en pequeña medida, legiones previsibles de mosquitos. Esos no solo nos huirían, como hacen los pájaros, antes nos buscarían