jueves, 25 de junio de 2015

UNA OBRA DE ARTE

 “Vais a entrar en un museo animado, donde cobran vida personajes a quienes el genio de sus autores ha dotado de forma, pero no ha podido otorgarles palabra o movimiento. Así han permanecido durante años, pintados o esculpidos, contemplándonos desde su forzada quietud. A veces parecían hablarnos, y sin embargo ningún discurso salía de sus labios.
   Nos hemos hecho con esa belleza muda, y disponemos de una galería de arte de incalculable valor. En sus salas, Goya es vecino de Velázquez, sonríe la Gioconda, los bisontes nos miran desde la techumbre de la cueva de Altamira.
   Y como no somos marchantes, sino actores, aderezamos cada obra con una historia y desde el escenario nos disponemos a ofreceros su representación.
   El silencio de las pinturas desaparece, pierden rigidez las estatuas…
   Agradece al teatro que rompan para ti su sueño de siglos”.


Aclaración: Este es el texto de la Obertura de “UNA OBRA DE ARTE”. En su día, la estrené con el Colectivo de Dramatización del IES “Ría del Carmen”. También la representó el Taller de Teatro de la Universidad de Cantabria. Y ahora vuelve a los escenarios de la mano de la Agrupación Escénica Unos Cuantos...

domingo, 21 de junio de 2015

A QUÉ LLAMAN RADICALIDAD

Los de las mayorías absolutas de antaño  se desgañitan hogaño. A la complacencia del poder, ha sucedido la ira contra quienes la ciudadanía ha puesto en el lugar que consideraban suyo. Los electores los han situado en la oposición, que sus méritos hicieron. Incapaces de asumir esa nueva condición, se entregan a una frenética y deslenguada actividad desligitimadora de nuevos regidores.
   La argucia más recurrida en esta labor de zapa consiste en motejarlos, en un discurso reiterado y machacón, de extremistas. Aquejados de radicalidad de izquierda –advierten, apocalípticos-  nos conducirán al caos.
   Por sus actos los conoceréis, reza un viejo adagio castellano. O por sus medidas de gobierno, tratándose, como es el caso, de concejales de municipios o de diputados autonómicos, de alcaldes o presidentes de comunidades. De la actividad de los parlamentos nada se puede decir, pues aún no se han constituido. Pero los ayuntamientos ya han empezado a andar y algo se puede valorar sobre las políticas que están adoptando, sobre todo cuando un día sí y otro también se les niega el pan y la sal desde los medios de la derecha, sin concederles siquiera el beneficio de la duda durante los 100 primeros días de gobierno.
   ¿Qué hacen estos antisistema que tanto alarman a los biempensantes garantes del orden, qué está pasando en ciudades como  Valencia o A Coruña, en Cádiz, en Madrid o Barcelona para que llamen a rebato contra sus corporaciones?
   Los regidores se bajan, y no en poco, el sueldo con respecto a quienes los precedieron en el cargo (que son los mismos que ahora los ponen a pan pedir), renuncian al uso de coches oficiales salvo en casos imprescindibles y se les ve acudir a su trabajo a pie, en metro o en bicicleta; entablan negociaciones con los bancos para impedir los desahucios y estudian fórmulas para que nadie se quede en la calle por no poder hacer frente a su hipoteca; se consignan presupuestos para combatir la desnutrición infantil durante las vacaciones escolares; en Galicia, y es de suponer que lo mismo hará el resto cuando la ocasión se presente, los alcaldes de Santiago, Ferrol y A Coruña no asistirán a actividades religiosas por defender el principio de no confesionalidad del Estado...
   Lo malo, para el PP, de estos que tilda de revolucionarios es que son muy razonables. El retrato que de ellos emerge para nada resulta alarmante. Antes al contrario, de sus decisiones se deduce un afán por acercar a quienes ejercen el poder a la ciudadanía y un interés por defender a quienes se había abandonado a su suerte y abocado a la exclusión social o al hambre, o la determinación de no comprometer a las instituciones con ninguna creencia religiosa.

   Quien sale malparado de las acusaciones de extremismo no son, precisamente, los supuestos radicales, sino los que lanzan esos denuestos. Una vez más, enseñan la patita y se muestran en su fea catadura: insolidarios, defensores de privilegios, desentendidos de las víctimas que provoca su política. Al final van a tener razón cuando hablan de que les falla la comunicación. Calladitos estarían mejor. 

lunes, 15 de junio de 2015

EXILIO INTERIOR: VARIACIONES EN TORNO A UN POEMA DE MARTIN NIEMÖLLER


Primero marginaron a los gitanos, de piel de aceituna y canción en los labios.
Su pena es la más antigua.
Desconfiaron de ellos, porque eran nómadas y no tenían más patria que su gente.
No vieron en la suya otra cultura de la que aprender, sino un motivo para la sospecha.
“Es un gitano”, dijeron de quien no lo era, siempre que utilizase malas artes. Y consideraron que era lo mismo calé que ladrón o traficante.
Como yo no soy gitano, no hice nada cuando empezaron a perseguirlos, a ellos y a su buen nombre.

Después la emprendieron con los homosexuales.
Tampoco los sintieron, simplemente, como diferentes.
Los juzgaron perversos, amorales. Los humillaron con insultos, los hicieron víctimas de bromas crueles.
Como yo no soy homosexual, no moví un dedo para exigir que se les tratase con el mismo respeto que quiero para mí.

También a los inmigrantes les llegó su turno.
Vinieron pobres, sin otra riqueza que sus manos.
Hablaban distinto, y sus costumbres no eran las nuestras.
Los he visto dormir en secaderos de tabaco, trabajar por casi nada, mirarlo todo con los ojos tristes del desamparo.
Enseguida los acosaron.
No les llamaban moros o negros o sudacas para indicar de dónde venían o cómo eran. Con esos nombres levantaron una barrera de desprecio y de rechazo.
Debí gritar entonces con Antonio Machado que “Nadie es más que nadie”.
Pero como a fin de cuentas yo no soy latinoamericano, ni marroquí, y mi piel es clara, me callé y los dejé hacer.

Tampoco los enfermos de SIDA se libraron de sus iras.
Se negaron a compartir con ellos el aire, la mesa, el pupitre de la escuela. Y los dejaron solos.
Pero como yo no tengo el SIDA, consideré que aquello no iba conmigo, y los abandoné a su suerte.

Así que, cuando fui yo el señalado como diferente, era demasiado tarde para mí. Sencillamente, ya no quedaba nadie que pudiera hacerme llegar su solidaridad.



ACLARACIÓN: Escribí este texto para que, dranatizado, formase parte de “Un moro frente a mí, en el espejo”, que representé con el Colectivo Teatral Niala, del IES Valle del Jerte, de Plasencia. La experiencia fue publicada por el Centro de Profesores de dicha localidad extremeña en septiembre de 1998. A anotar que, entonces, atribuí erróneamente el poema del que partí para componer este mío a Bertolt Brecht.

martes, 9 de junio de 2015

NOS FALTA MARTA DEL ARCO

   Qué difícil es hablar hoy de ella, y, sin embargo, qué imposible no hacerlo. Desde el pasado fin de semana, a menudo los ojos se me van a la nada, miran sin ver, se anegan en lágrimas, aunque salgan ya secas. Y es que Marta, nuestra Marta del Arco, ya no está. Empezó a dejar de estar estando entre nosotros, sus amigos de la agrupación escénica Unos Cuantos, cuando nos preparábamos para una nueva actuación en Torrelobatón, en Valladolid.
   Qué vacío se nos ha quedado el escenario sin ella.
   Era tan dúctil, tan versátil, tan capaz de ponerse en la piel de otros, que volvía creíble a cualquier personaje que encarnara, y ahora son muchos los que se han quedado mudos sin su voz y su presencia. Aún la estoy viendo, atenta a acordar entonaciones y posturas corporales, a investigar el vestuario que convenía, a cómo moverse o gesticular, a crear un nuevo (varios) yo.
   Aunque, sobre todo, la echamos en falta en su ser verdadero, de Marta del Arco. Sus transfiguraciones en el teatro tal vez no fueran sino un trasunto de la empatía con que se movía en la vida, donde siempre tenía en cuenta a los demás. Siempre se la encontraba dispuesta a prestar apoyo, a ofrecer ayuda a quien la precisase, a impulsar y compartir ideas y proyectos, a hacernos sentir que, a su lado, nunca estaríamos solos, ni tristes.

   Fue poco el tiempo que le dieron, y que nos dieron para convivirla, pero qué bien lo aprovechó, lo aprovechamos quienes tuvimos el privilegio de conocerla. Deja entre nosotros una huella de esas que no borra el tiempo, de las que trazan caminos que transitarán las gentes de bien. Se ha ido, pero cuánto de ella nos ha legado...

miércoles, 3 de junio de 2015

EL DÍA DESPUÉS (2): SUBE LA MAREA

Junto con el batacazo que se llevó el Partido Popular en las municipales y autonómicas, la otra buena noticia ha sido el excelente resultado obtenido por determinadas candidaturas, ubicadas a la izquierda del PSOE. Encima, se ha visto magnificada por afectar a las dos capitales más importantes del país, Madrid y Barcelona. También en A Coruña, Santiago y otras localidades gallegas, y en otros puntos de nuestra geografía, se ha producido un fenómeno parecido. ¿Qué ha pasado para que buena parte de los votantes hayan confiado en quienes en un ayer no lejano no eran nadie o casi nadie, institucionalmente hablando?
   Desde luego que no surgen de la nada, por generación espontánea. Son gentes con historia. Los avalan biografías de lucha: en la calle o en foros diversos han protestado, han instado a la insumisión, se han solidarizado con quienes padecían con las medidas adoptadas por el Gobierno, han reclamado con insistencia un cambio de política.
   Se trata de plataformas cuyos componentes tienen diversa procedencia. Hay candidatos organizados políticamente, pero no faltan los independientes. A unos y otros los vincula el afán por sumar fuerzas en favor de la regeneración de la vida pública y de emprender un rumbo nuevo, que, desde ayuntamientos y gobiernos regionales, labore en favor del bien común, que no solo es el de unos pocos.
   Y tal se diría que las urnas han premiado estas prácticas de unidad allá donde se han producido.
  A veces, esas candidaturas las encabezaba gente independiente y combativa. Los casos más emblemáticos son los de Ada Colau y Manuela Carmena, aunque no hayan sido los únicos.

   A cuántos  nos habría gustado vivir en Barcelona o Madrid, en A Coruña o Zaragoza, para darles nuestro voto a esas listas unitarias y, además, colaborar en sus campañas. Veremos lo que hacen, pero por lo pronto han generado una ilusión, han dado a los desfavorecidos y a las gentes progresistas una esperanza. Así que ¡que siga creciendo la marea, a ver si, en las generales, alcanzamos la pleamar!