martes, 31 de diciembre de 2013

2014

   Así, a bote pronto, en estos momentos propicios para los buenos deseos, se me vienen a la mente muchos de cara al nuevo año. Buscad amar y ser amados, leed buenos libros, salid al campo, que ya caminamos hacia la primavera, id al cine, al teatro, a un concierto, a disfrutar del arte y a apoyarlo, practicad deporte y estad sanos... Es tiempo de quererse, de cuidarse, siempre lo es, pero tal vez más ahora, cuando nos sabemos víctimas de quienes, con el pretexto de la crisis, acechan nuestro bienestar y fustigan nuestro sosiego, procurando nuestra perdición.
   Protejamos lo nuestro, en primera persona, pero del plural también, lo que es de todos, eso que se nos llevarán, que convertirán en su negocio a poco que nos descuidemos. No les pasemos ni una, al Gobierno y a los suyos, que ellos ya se han pasado tres pueblos con nosotros.
   Salimos de un año malo, pero -¿sabéis?- algo positivo ha habido en sus 365 días. Muchos son los que han conservado la dignidad, los que han mantenido el espíritu de resistencia, la capacidad de rebelarse.
   Llenemos las calles, disolvamos en ellas la sensación de impotencia buscando el calor de los otros, aumentando su fuerza y la nuestra. Recordad –recordemos- que si un grano no hace granero, sí que ayuda al compañero.
    Por mal dadas que nos las quieran dar, no nos dejemos llevar por el desánimo, saquemos fuerzas de flaqueza. No permitamos que escriban por nosotros esta página en blanco que es el 2014 y, si lo hacen, que sea al menos con renglones torcidos, porque hayamos conseguido torcer sus planes.

viernes, 27 de diciembre de 2013

LA PRIMERA PEDRADA

Este poema, que escribí cuando aún no había cumplido los 21 años, recrea un momento anterior, de mi infancia. Vivíamos en una calle que daba a otra, dominio de niños pobres que, celosos de su territorio, no veían con buenos ojos que otros pequeños traspasasen sus lindes. Sobre todo, si disponían de la bicicleta y las canicas que a ellos les faltaban.

Cuando alguien tiene en la
mano
una piedra
puede comenzar allí mismo su casa.
Con una ventana grande que mire a la
calle
y una gran cocina.
Pero si entre los dedos no hay
también
            -y son pequeños-
bicicleta, bola de
barro
y sonrisa, entonces
el brazo puede extenderse hacia
atrás
y la piedra chocar contra alguna piel.

Yo estaba aquel día más
cerca.

Pero la pedrada no fue
suya. Mía,
tampoco.
Yo pensaba:
  - ¿Por qué va a tirarme esa
      piedra?
  - No le he hecho nada...
  - Le voy a decir...
Y alargaba mi brazo adelante.
Él no pensaba
nada.
Solo decía:
  - No te acerques, no te
     acerques.

Y al fin se hizo su mueca asustada, mi mueca
asustada,
su gesto de desamparo, y el
mío.
Nuestra sorpresa
y la sangre corriendo
en la piel.

Este es ya otro
día.
Me han tirado otras piedras,
las he arrojado también.
Ninguna
me ha dolido más.


                                   A Coruña, 29 de marzo de 1968

lunes, 23 de diciembre de 2013

TRIBULACIONES DE AZNARES

“La princesa está triste, qué tendrá la princesa”, decía el poema de Rubén Darío. Salvando las distancias, podríamos parafrasear estos versos, cambiando de sujeto, hablando ahora de quien fuera presidente del Gobierno de España, José María Aznar. Solo que en tal caso desaparecería el aliciente  que siempre aporta a la ficción el misterio.
   Porque, según un correo atribuido a Mercedes de la Merced, concejala ya fallecida del PP, su estado de postración se debía a que Caja Madrid había rechazado su propuesta de que adquiriese un lote de cuadros y recuerdos del pintor Gerardo Rueda y se hiciese cargo, además, de la restauración del edificio que el ayuntamiento de Madrid, regido entonces (2008, 2009) por Gallardón, ponía a disposición para albergar la colección. El importe de lo solicitado era de 54 millones de euros por la obra (Según expertos consultados por la Fundación de la Caja, su valor no sobrepasaría los 3 millones) y más de 100 millones por el arreglo de la futura sede.
   ¿Y qué hijo no se conmueve ante la pesadumbre de un padre? Del primogénito del señor Aznar nadie podrá decir jamás que se muestra insensible al dolorido sentir de su progenitor. ¿Queréis pruebas? Fijaos en los SMS que envió al señor Blesa, máximo responsable de Caja Madrid, según publicación del diario El País:
“Con los pelos que se ha dejado por ti y han sido muchos, me parece impresentable lo que has hecho o no has hecho. No se merecia esta decepcion”.
“Si quieres pregunta a tu amigo por el mensaje que te mande. Te puedo asegurar de que existe dolor y decepcion, y no tiene nada que ver con el resultado del tema ni con tus responsabilidades. Hay muchas formas de hacer las cosas y aqui por lo que parece se han hecho muy mal”.
   Me apresuro a advertir que he transcrito estos mensajes tal cual han sido publicados. No me son imputables, por tanto, los acentos que faltan. Tampoco el horrible dequeísmo (“Te puedo asegurar de que...”) que afea y devalúa la construcción sintáctica del discurso. No sería malo que el joven Aznar Botella revisase  sus textos antes de enviarlos. Tal vez así nos ahorraría la penosa impresión que producen sus errores gramaticales. Aunque yo, por muy acendrado que sea el amor filial que lata en esa misiva, no puedo evitar que, por su contenido, experimente una todavía mayor vergüenza (ajena). En lo cual no creo que me diferencie de ninguno de quienes leáis estas líneas.

jueves, 19 de diciembre de 2013

“SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR”, de Miguel de Unamuno

Revolviendo en los libros de mi biblioteca, me he tropezado con esta novela corta que en tantas ocasiones comenté a mis alumnos de 2º curso de bachillerato, y he cedido a la tentación de releerla.
   Su protagonista es un sacerdote que ha perdido la fe. Sin embargo, se esfuerza en mantenerla viva entre los fieles de su comunidad, el pueblo (ficticio) de Valverde de Lucerna.
   No actúa así por hipocresía o conveniencia propia, sino por compasión hacia los demás. Pretende ahorrarles el sufrimiento de saber que nacemos para morir,  que ningún sentido finalista puede trascender a la mera existencia.
   El hombre es un “ser para la muerte”, como diría Heidegger. Y de tamaña fatalidad únicamente puede escaparse echando mano del engaño. De la certeza de nuestra finitud, paradójicamente deduce don Manuel la necesidad de que los habitantes de su aldea crean en la inmortalidad. La felicidad de sus feligreses estribará en que no se enfrenten a la verdad.
   Su embuste es, pues, una mentira piadosa, un opio del pueblo, tomando esa expresión en un sentido muy diferente al que le daba Carlos Marx. No trata el cura de adormecer a los socialmente desfavorecidos para que no se rebelen frente a sus opresores, sino de anestesiarles la herida de haber nacido. Para él, el verdadero problema de la vida no está en cómo se viva, sino, precisamente, en la pesadumbre que causa el hecho mismo de vivir.
   A quien no puede mentir el sacerdote es a sí mismo, queda excluido de ese bálsamo, él, que se autoimpone la misión de aplicárselo a los demás. Página tras página, asistimos a su suplicio, de efectos devastadores. Como el propio Unamuno, se debate entre lo desiderativo y lo racional, entre la voluntad de creer y la imposibilidad de convencerse. He aquí la otra cara de la moneda, su reverso, el tema por excelencia de la obra, el desgarro interior, la contradicción insalvable que enfrenta al yo público y el yo íntimo del protagonista. Como le sucede a un cómico que actúa en el pueblo, mientras su mujer agoniza, procura contento a su público, en tanto experimenta un inmenso dolor.
   ¿Qué interés puede tener para la gente de hoy este conflicto, cuando el carpe diem, el disfrute inmediato de la vida, dirige la conducta del mundo? Yo no lo sé. Solo confieso que me atrae de esta novela no tanto el sentimiento trágico de la existencia, casi existencialista, que late en su trasfondo, como el conflicto que embarga al párroco de la aldea, su ser agónico. Léala, en fin, aquel a quien agraden, más que la acción, la complejidad psicológica y las tramas basadas en ideas, filosóficas, éticas.

domingo, 15 de diciembre de 2013

CONVIDADOS DE PIEDRA

Yo, si fuera periodista, me presentaría en las  ya de por sí escasas comparecencias públicas del señor Rajoy con un esparadrapo en la boca. Esa imagen manifestaría mi disconformidad con que se me amordazara. Dicho de otra forma, expresaría mi negativa a aceptar que se me impidiese cumplir con lo debido a mi profesión, estaría defendiendo el derecho de los lectores (y electores) a saber.
   Tenemos un Presidente que no gusta de dar la cara. En su negativa a ofrecer explicaciones de sus actos, ha protagonizado situaciones grotescas, de esas que harían las delicias de Valle-Inclán, si no como ciudadano, que le indignarían, sí en su calidad de creador del esperpento.
   ¿Os imagináis a tan alto cargo girándose en oprobiosa media vuelta por escapar de los informadores cuando se topa con ellos de frente? O hablándoles, sí, pero ¡desde una televisión de plasma! Bueno, no es imaginar exactamente lo que debéis hacer; basta con que recordéis, porque ambos episodios se produjeron.
   Es proverbial su aversión a las ruedas de prensa, como famosas son sus meteduras de pata en ellas. Sin embargo, cuando algún dignatario extranjero visita nuestro país, se ve obligado a responder en su presencia a dos cuestiones que le plantean los reporteros, previo consenso entre ellos, que también acuerdan quiénes se las formularán. Debe de parecerle un dispendio de liberalidad, semejante intromisión en sus silencios.
   No hace mucho, hubo como una advertencia de lo que estaba por venir. En uno de esos actos públicos, en lugar de dar la palabra a los elegidos por sus compañeros,  se la concedió a otro, de un periódico que le es afín. Era una forma de burlar cuestiones incómodas, que no obtuvo, sin embargo, una respuesta contundente en la profesión.
   Y de esos polvos, cortos en la protesta, vienen estos lodos. Ahora, serán instancias gubernamentales quienes seleccionarán a los encargados de dirigirse al señor Rajoy. ¿También las preguntas?

   No sabe ya uno qué le sorprende más, si la desfachatez del presidente y su entorno o las tragaderas de los periodistas. ¿A qué esperan estos últimos para plantarse? El suyo, ¿no era el Cuarto Poder?

jueves, 12 de diciembre de 2013

AL DICTADO

Por la boca muere el pez.
   “Lo que me preocupa es que Alemania sepa adónde vamos”, declaró quien ocupa la presidencia del Gobierno en una entrevista periodística. ¿La presidencia de Alemania? No, que el preguntado era el presidente español.
   A quien debería inquietarle saber adónde vamos, ¿no es a él? Pues no, a lo que se ve. Al señor Rajoy lo que le causa desazón es que sea Ángela Merkel quien lo ignore.
   Estamos en sus manos, entiendo yo que viene a decir. Como equivoque la ruta, lo tenemos claro. El papel de España es puramente subsidiario, estamos a lo que se nos mande, en el furgón de cola, sin posibilidad alguna de alterar el rumbo, o, cuando menos, de participar en la toma de decisiones, por mucho que nos afecten. No queda siquiera el derecho al pataleo.
   ¿Podría ser de otra manera? Desde luego, no lo será, si desde un principio se asume como irremediable semejante dejación de funciones.
   Quizás haya quien piense que más vale ser cola de león que cabeza de ratón. Que alguna migaja nos caerá, si nos ponemos tras el poderoso. Otro que gobernó nuestro país pareció también creerlo así. Aznar. ¿Quién no recuerda su servil actuación ante los Estados Unidos, en pro de la invasión de Irak? Tal vez hasta llegó a imaginar, mientras posaba sus pies sobre una mesita en el rancho de Bush, que España (y él) estaba saliendo del anonimato en el concierto de las naciones. Adónde nos condujo su cortedad de miras, su iluso proceder, resulta innecesario recordarlo, por sobradamente conocido (y aún más, por lo sufrido).
   Han pasado los años, cambian las circunstancias, pero algo permanece inalterable. Por encima de las mudanzas que imponen nuevas situaciones, sigue latiendo idéntico espíritu de vasallaje en nuestros gobernantes. Y sin que nos quede siquiera el consuelo de que tengan buen señor.

domingo, 8 de diciembre de 2013

VUELOS EXTREMEÑOS

Son cerca de las cuatro de la tarde y vamos en coche por carreteras que son cacereñas y nos llevan por el oeste y el sur.
   Bajando hacia donde está Alcántara, un alcaudón se aquieta sobre un vallado y una pareja de cigüeñas vuela, lejana y grácil. Los prismáticos nos dicen que son negras, de esas que, contra los usos de sus congéneres blancas, no apetecen de la compañía humana y prefieren para anidar espacios donde mirarse en el agua como en un espejo.
   Un indicador anuncia una bifurcación, que lleva a Membrío. Paramos para espiar a un cernícalo común, que está en el aire. Durante un buen rato observamos su técnica de caza. Como si quisiera hacer bueno su nombre, se cierne a unos quince o veinte metros de altura, moviendo mucho las alas, con la cola desplegada en vistoso abanico y la cabeza, escrutadora, muy vuelta hacia abajo. Una vez y otra se lanza al suelo, donde solo permanece unos segundos.
   El río Salor nos sale al paso. Echamos pie a tierra y andamos sus márgenes. El verde de cerca de sus orillas parece aquí y allá, por lo agujereado, topera. Pero solo es que antes que nosotros han visitado estos parajes los jabalíes, que han hozado en procura de raíces.
   Tras una loma se dejan ver primero un alimoche e inmediatamente luego un buitre común, que desaparecen tan pronto como han aparecido. Vuelve a estar vacío el cielo, pero en un remanso del curso fluvial nos aguarda la oscura imagen de varios cormoranes. Deben de encontrarse muy a gusto, cuando desechan la prisa por huirnos, hasta que estamos muy próximos. Ya en el aire, los acompaña, antes de que se pierdan aguas abajo, una garza cenicienta que nos había pasado desapercibida.
   Después de un trecho, descubrimos que nos vigilan. El oteadero desde el que nos miran es un gran árbol, enhiesto en la ladera. Dos enormes aves están fijando en nosotros su mirada rapaz. Como si nos hubieran dado el alto, detenemos la marcha. Seguro que ya antes nos habían localizado, pero solo se alarman cuando se sienten el centro de nuestra atención. Tratando de no incrementar esa inquietud, disimulamos nuestro alborozo con una inmovilidad que nos resulta casi imposible. Cuando buscamos, con gesto medido, los prismáticos, dejan su posadero y, sobrevolando encinas, se van con soberbios aletazos.
   Eran águilas y eran reales. Nunca habíamos tenido tan cerca otras de su especie y, sin embargo, nuestra ambición por traerlas delante mismo de los ojos nos impidió prolongar este momento mágico.
   Todavía, ya de vuelta, el campo nos regala visiones fugaces. Pastan, no muy lejanos, ciervos que se cuentan por decenas, y nos salen al paso no sabemos cuántas perdices.
   Ocurría todo esto un día 1 de marzo de 1992. Por cierto, las escobas florecían de blanco y el brezo y el romero despuntaban en morado y azul.  En los jarales, los capullos estaban prontos, también, a abrirse.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

UN GUISO MUY MARINERO, DE CABRACHO

Sucedió en un pueblo asturiano, hace ya mucho tiempo.
   Iban las pescantinas de casa en casa, anunciando a voces su mercadería, que llevaban sobre la cabeza, en una cesta de mimbre asentada sobre una rodea o trapo enrollado. Venían de una localidad vecina, que tenía mar.
   De la noche a la mañana, la clientela se vio sorprendida porque a su pregón habitual  sumaban un nuevo nombre. Sin embargo, cuando fueron a indagar por el pez al que correspondía, se encontraron con que se trataba de un viejo conocido: el cabracho había pasado a denominarse hilario (o don hilario, según quien lo dijese).
   Don Hilario era el cura de donde vivían las vendedoras y, al parecer, algún que otro queme tenía con él la feligresía, que andaba muy alborotada. Os preguntaréis qué relación guarda eso con el cabracho. Recordad que se trata de un bicho feo, con mucha cabeza, rojizo de color y muy espinoso.
  Pero ¿por qué lo re-bautizaron con el nombre del clérigo? A mí la cuestión me da para mucho fabular (porque de eso no me informaron). ¿Era el sacerdote un algo borrachín y, como consecuencia, colorado de cara? Diréis qué poco respeto el mío, pero otras soluciones que se me ocurren tampoco mejoran mucho la cosa. Podían querer llamarlo cabezón, porque fuese grande su jeta, o, en sentido figurado, cabezota si destacara por su tozudez. Aunque confieso que me atrae especialmente la conexión con las espinas, que inducen a pensar en un individuo áspero de carácter y de trato hiriente.
   Pero dejemos al cura y volvamos al animal, que es pez roquero, de carne fina, muy sabroso, aunque haya que extremar al ingerirlo las precauciones, por evitar sus púas. Puede prepararse este hilario de muy diversas formas, y la que sigue no es sino una de ellas.
   Elegidlo de buen tamaño, 1 kg o 1 ½ kg. Ya en la cocina, proceded a separarle del cuerpo la cabeza y cocedla, para tirarla luego, que es el agua lo que interesa reservar.
   En una sartén, haced un sofrito, para el que, además de aceite, precisaréis cebolla y ajo, y que no falte alguno de esos pimientos verdes y alargados a los que conocemos como italianos. Rehogad sin tardanza en tal potingue unas patatas cortadas en gajos gordos, que se sazonarán luego con un algo de pimentón del dulce. A ello se ha de añadir, convenientemente colado, el caldo resultante de la cocción de la cabeza, para que cuezan a su vez en su seno las patatas, y, transcurrido un tiempo conveniente, el cuerpo del pez, cortado en rodajas.
     Cuando lo comáis, recordad la historia que os he traído a colación. Seguro que así  disfrutaréis doblemente de este guiso.

domingo, 1 de diciembre de 2013

EL PROGRESO, LA HUMANIDAD Y ANA BOTELLA

¡Mira que parecía difícil, con lo alto que había puesto el listón y la cantidad de candidatos a desbancarla que surgen día a día! Pero a todo hay quien gane. Y a  Dolores de Cospedal le ha salido, dentro de su mismo partido, una competidora muy seria en las inconveniencias del decir, esas que cualquiera tildaría de disparates.
   En efecto, si la secretaria general del Partido Popular hizo célebre, por citar solo un ejemplo, aquello del finiquito en diferido, su contrincante, ni más ni menos que la alcaldesa de Madrid, acaba de soltar  que el PP y su reforma laboral son "la ideología que ha traído mayor progreso a la Humanidad".
   ¡Y los trabajadores sin enterarse, manifestándose en su día contra esa normativa, y habitualmente, desde que fue aprobada, contra sus efectos! ¿Será que no entienden el bien que se les hace?
   Me replicaréis que se trata de una manifiesta exageración, propia de un rifirrafe entre políticos. Y en efecto la frase fue pronunciada en un pleno municipal, en medio de una discusión sobre el conflicto de la recogida de la basura. Hipérbole es, no queda duda. Pero tan extremada, tan distante del mundo de lo real, que deviene de inmediato en barbaridad. 
   Aunque a lo mejor no es una desmesura lingüística, motivada por un calentón. Igual es que se lo cree. Que piensa de verdad que es más trascendente esa ley, por ejemplo, y sin salirnos del ámbito laboral, que el establecimiento de la jornada de 8 horas, el derecho de los trabajadores a sindicarse o a disponer de seguridad social.
   ¿Tan pagada de sí misma y de su partido está? ¿O es pura ignorancia lo suyo?
   Pánico produce imaginar, por otra parte, en qué entenderá esta señora por “progreso”. O por “Humanidad”, sin ir más lejos. Humanidad deben de ser en su imaginario los banqueros y empresarios de toda laya. En ese caso, el progreso ha de referirse sin duda al beneficio que obtienen despidiendo trabajadores o bajándoles salarios ya de por sí escasos, que es lo que “mejoró” (imposible no escribirlo entre comillas) la mentada reforma laboral.
   A mí no me cabe en la cabeza que esta señora esté de alcaldesa en Madrid. Que milite en el PP ya me parece más comprensible.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

ANÉCDOTA CLANDESTINA

Probablemente estaríamos en la segunda mitad de los años 60. No sé si íbamos a organizar una manifestación contra la guerra del Vietnam, a favor de las libertades o solidaria con los mineros asturianos. En cualquier caso, a aquellas primeras horas de la tarde yo me dirigía a una reunión ilegal.
   Eran tiempos clandestinos, en los que la palabra libertad se consideraba subversiva y se prohibían los derechos ciudadanos. Todavía le quedaban al dictador Francisco Franco unos años de vida. Detrás de cada farola acechaba un policía, y a veces dos. En las prisiones, se encarcelaba a las ideas.
   Un cónclave como el que nos disponíamos a celebrar podía traer consigo, si éramos descubiertos, varios años de encierro. Así que toda precaución era poca. Me veo entonces agachándome a atar un zapato que no se había desatado, solo por mirar de reojo hacia atrás; o acaso fingía observar un escaparate, cuyo cristal reflejase la presencia de algún sospechoso a mis espaldas. Extremábamos las normas de seguridad, sobre todo cuando acudíamos al encuentro de otros, pues en tal caso el descuido no repercutiría solo en nosotros.
   Incluso a amistades muy cercanas las manteníamos al margen de nuestras actividades. De ahí que no me sintiese especialmente feliz cuando, aquel día,  me tropecé con Amanda (que en la vida real tiene otro nombre). Solíamos participar en una tertulia de estudiantes universitarios, adonde ella se dirigía.
   Enseguida me preguntó qué hacía yo, yendo en dirección contraria a la que supuestamente debía tomar, que era la suya. En aquel momento pensé únicamente que no podía confesarle la verdad, y contesté lo primero que se me ocurrió. Me dolía una muela e iba a una farmacia, en busca de remedio. Ella abandonó su risa de momentos antes, esbozó un gesto compungido y dijo lo que menos quería yo oír, “Venga, voy contigo”, para, a renglón seguido, colgarse de mi brazo y tirar de mí, como si tratara de evitar que yo saliera corriendo.
   La conocía de sobra como para saber que cualquier negativa mía a que me acompañara se estrellaría contra un muro, salvo si le confesaba a donde iba en realidad. “Llegarás tarde a la tertulia”, farfullé débilmente, sin ninguna convicción, y me dejé arrastrar, echando una ojeada disimulada al reloj. El que iba a retrasarse era yo, y temía la inquietud que eso produciría en mis compañeros.
   Y sin embargo, todavía lo peor estaba por venir. Yo pedí en la farmacia un calmante suave, y ella se empeñó en que fuera fuerte (y más caro, por ende). Quise meterlo en el bolsillo maquinando deshacerme de él por el camino y me urgió a ingerirlo allí mismo, para que me hiciera efecto cuanto antes. Y no me valió de nada la excusa de que necesitaba agua para tragarlo, porque halló inopinado apoyo en la boticaria, que, sin demora, me plantó delante un vaso lleno a rebosar.
   Al fin, conseguí que se fuese ella a la tertulia y corrí yo a la reunión. Seguramente me salvó de quedarme dormido por el camino lo nervioso que me puso que eso pudiera sucederme. Tras contar a mis camaradas, que ya estaban preocupados, lo que me había sucedido, me recosté blandamente en un sillón y me quedé grogui.
   Recuerdo haber soñado que Amanda estaba entre nosotros, como una más. Y que ese era, justamente, su nombre de guerra.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Y AHORA NOS QUIEREN AMORDAZAR...

… con la “Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana”. Pretenden sumarnos, ya que no de grado, sí por fuerza, a esa mayoría silenciosa de la que hablan.
   Podría quedar prohibido, por ejemplo, manifestarse ante el Congreso de los Diputados, el Senado u otros edificios institucionales y la desobediencia se penalizaría con multas que podrían alcanzar los ¡600.000 euros! (Ni habéis leído mal, ni a mí  se me han escapado ceros de más: todos los ha puesto el ministerio del Interior).
   Vamos, que intentan que nos salga caro recordarles a los gobernantes sus deberes, o sea, escuchar al pueblo, particularmente cuando está en desacuerdo con sus decisiones o porque hacen justamente lo contrario de lo que prometieron.  Nos amedrentan, para que no protestemos.
   También estará muy mal visto hacer escraches, aunque no haya en tales actos una pizca de violencia contra nadie (Con sanción, otra vez, de hasta 600.000 euros).
   Son solo dos perlas de una normativa que también establece multas desmedidas para quien ose grabar a la policía en plena actuación. ¿Os acordáis de la filmación, vía teléfono móvil, que hicieron unos vecinos de la paliza que unos mossos (policía autonómica catalana) propinaron a un hombre que murió poco después? Constituye un documento importantísimo en el proceso judicial que se ha abierto. ¿Lo habrían grabado si se expusieran a pagar una millonada como sanción?
   Yo lo que veo es que con esa ley lo de menos es proporcionar seguridad al ciudadano y lo de más blindar a quien ejerce el poder, cuando este carga contra la gente con medidas antipopulares.
   ¿No os recuerda otros tiempos, cuando, frente a la negación de derechos, se hacían buenos aquellos versos de Francisco de Quevedo?:
            “No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo”.
   A este paso, habrá que sumar a las mareas ya existentes (verde, blanca, naranja...) comités por la libertad de expresión.  Yo formé parte de uno, pero por aquel entonces   aún vivía Franco.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

A UNA SONRISA QUE PUDO SER

Escribí este poema cuando era muy joven. Es el primero de una serie que dediqué a Galicia, mi tierra y la de todos, que decía en otro. Y no sé por qué, pero me parece, al leerlo tantos años después, que en cierta medida, y salvando las distancias, es como si el tiempo no hubiera pasado. Y es que se siguen cercenando sonrisas...

                        Ahí los tenéis,
                        ahí los habéis dejado.
                        Ellos vienen
                        después
                        y se empiezan donde la tierra
                        empieza.
                        Con una sonrisa
                        que la
                        Historia viejo
                        jardinero
                        se ha olvidado de podar.
                        La del payaso tonto
                        de los
                        circos.
                        Del que dice y habla entrecortado
                        que va a hacer esto
                        gesticula
                        alegre
                        con el brazo
                        qué bien
                        la boca no le sirve para comerse
                        tanta alegría junta.
                        Todo para llevarse la patada en el trasero
                                               -aplausos-
                        y otra y otra
                        así
                        hasta que ya
                        no
                        ríe las lágrimas abortadas
                        en los labios
                        el brazo otra vez
                        buscando
                        el fruto sobre la tierra.
                        De él
                        que lo creía
                        todo
                        y ya no entiende nada
                        nada.
                                               -¿por qué aplauden?-


                                                           A Coruña, marzo-abril de 1968

sábado, 16 de noviembre de 2013

Y DIO PERAS UN MANZANO

Era como encontrar una aguja en un pajar, pero al fin se ha producido el feliz acontecimiento y hemos dado con ella.
   Esta vez sí que la señora Cospedal, secretaria general del Partido Popular, ha dicho algo con sentido. Y, ya que lo ha hecho, ya que se ha plegado a las leyes de la lógica, no queda otra que reconocérselo. Es más, en este caso, y sin que sirva de precedente, le doy la razón. Muestro, incluso mi acuerdo con sus manifestaciones y no me duelen prendas por ello.
   Me diréis que de qué hablo. Pues de una de sus últimas declaraciones. Justo esa en que ha anunciado que Wert, el ministro de Educación, cuenta con absolutamente todo el apoyo del partido (léase PP).
    Ya barruntábamos muchos que ese señor andaba con compañías poco –o nada- recomendables...

miércoles, 13 de noviembre de 2013

“GENTE INDEPENDIENTE”, de Halldor Laxness

Hay mucho que destacar en esta obra del premio Nobel islandés. Atisbos de la historia de su país a comienzos del XX, vista, especialmente, a través de cómo repercute en las vidas de los campesinos; la fina introspección psicológica que afecta en particular a la familia protagonista (subrayable el retrato del sentir de Asta Sóllilja, la hija); la fluidez que adquieren los diálogos, llamativamente presentados, a veces, bajo formas más propias de un libreto teatral que de una narración; las descripciones líricas o dramáticamente realistas del paisaje y su paisanaje alado (patos y limícolas, sobre todo); el descubrimiento de cómo en medio de la mayor rusticidad imaginable surge la poesía...
   Es larga esta enumeración, y podría serlo mucho más, tantas son las cualidades que impregnan al texto. Pero, si tuviera que centrarme en solo un aspecto, elegiría otro.
   A esta novela debo el descubrimiento de una nueva palabra, que no conocía y se me ha hecho entrañable. Es pegujalero, campesino a cargo de un pegujal, “corta porción de siembra, ganado o caudal”. Le he cogido apego al término seguramente por contagio, por el protagonista de la obra, Bjartur, de la Casa Estival.
   Es un granjero islandés de principios del siglo pasado. Una granja islandesa no es como si fuera una de cualquier  otro país. Tenéis que imaginarla  fuera del mundo, en la soledad de un valle, aislada entre montañas, sobreviviendo a condiciones meteorológicas extremas. Así os resultará más fácil entender al personaje, de cuya vida y entorno se nos habla.
   No sabría decir por qué me cae bien ese sujeto. Parece hecho de una sola pieza y toscamente tallado Es rudo, con una franqueza y un orgullo tan desmedidos que a menudo lo vuelven, si no odioso, sí desagradable. Jamás acepta nada que no haya pagado antes de su bolsillo. Nunca llora, ni cuando se le muere un hijo o lo pierde Afronta el infortunio (en particular, las desgracias familiares), cuando este le aviene, casi imperturbable, hasta el punto de dejar en el lector una dolorosa impresión por su insensibilidad. Más de una vez he sentido rabia ante su proceder.
   Y sin embargo, en este hombre que todo lo supedita a la supervivencia y mejora de su hacienda, de llegar a ser alguien entre los de su condición, su propio amo, gente independiente, admira el tesón con que encara las dificultades. Batalla frente a una naturaleza hostil (inolvidable el episodio terrible de la ventisca), hace caso omiso a prejuicios basados en creencias ancestrales, que pueblan de seres sobrenaturales y dañinos su entorno, lucha contra las enfermedades de su ganado, y afronta sin permitirse una queja pérdidas afectivas inconmensurables.
   Hay algo de heroico en esa actitud, aunque sea la suya una épica a ras de suelo, no de caudillo, sino de hombre corriente, y sus gestas no le conduzcan al éxito, sino al fracaso, sobre todo cuando se enfrenta al poder del dinero, que no tolera feudos que no sean suyos.El final es, aunque desolado, bellísimo y lo redime de la dureza con que encara la vida, y nos conmueve.

   Post scriptum: Si queréis haceros una idea aproximada del entorno en que se desarrolla la trama, podéis leer en este blog, bajo la etiqueta de “Viajes”, el artículo “De Akureyri a Borgarnes”. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

LOS ERASMUS MARCAN TENDENCIA

Están en Suecia, en Italia, en Alemania, en el Reino Unido o en Islandia. En tantos sitios... Y se unieron, sin embargo, aunque fuera con una pantalla por medio, en el mundo virtual, vía Internet. No los juntó el azar, sino la necesidad.
    “¿Cuántos habrá como yo, que nos enteramos hoy, después de mes y medio en el extranjero, de que no hay beca? Impotencia, ganas de llorar”, decía el escueto, pero clarificador twit de una de estos Erasmus. El ministro Wert acababa de decidir que miles de esos estudiantes no cobrarían la beca este curso, ya iniciado.  Con la de altos cargos que tiene, y la de asesores de que debe de disponer (a costa del erario público), ¿no hubo ninguno que le advirtiera de su disparatado proceder? ¿A quiénes estamos pagando, que así incumplen sus obligaciones?
   Solo estamos solos hasta que nos agrupamos.
   Fue cuestión de horas. En las redes sociales confluyeron voces procedentes de cualquier punto de Europa. Donde hubiera un universitario español afanándose en perfeccionar su inglés o volviendo internacionales sus saberes, se desató la sorpresa primero, la indignación después.
   Convirtieron su queja en un clamor e hicieron descontento de la desolación; y del disgusto nació la rebeldía, que alumbró, a su vez, la exigencia vindicativa. El ministro peor valorado de un gobierno que suspende en pleno (lo que ya es rizar el rizo) no ha tenido más remedio que dar marcha atrás a su denostada actuación.
   No está todo tan perdido como a veces sentimos que lo está. En nuestro tiempo, lo mismo que en el de Antonio Machado, se hace camino al andar. Y cuando se transita en compañía y siendo muchos, podemos liberarlo de los obstáculos que encontremos. Incluso, aunque eso esté todavía por ver, de quienes nos los ponen.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

CUCHILLAS (AFILADAS) FRENTE A INMIGRANTES

Por disposición del Ministerio del Interior, se están instalando en la parte superior de la valla levantada entre Melilla y Marruecos cuchillas afiladas. Los destinatarios de esta crueldad son los emigrantes subsaharianos.
   No es una maldad nueva. El gobierno anterior las había mandado colocar a finales de 2005, aunque las retiró en 2007, tras comprobar sus devastadoras consecuencias en los cuerpos de quienes querían salvar la empalizada y entrar en la ciudad. Son gente que pretende allegarse a una vida mejor, o, simplemente, huir del infierno en que se ha convertido la suya en los países de origen.  
   Nadie puede llamarse a engaño ahora, ni decir que no sabía, cuando empiecen a caer africanos desde lo alto con cortes profundos, con tajos, sangrantes.
   Dicen que no ponen esos artilugios para herir, sino para  disuadir a los inmigrantes y lograr que se queden del otro lado. ¿De verdad creen que quienes han recorrido cientos o miles de kilómetros sufriendo penalidades y fatigas sin cuento, arrostrando peligros que paralizarían a cualquiera de nosotros, va a detenerse ante este peaje de sangre?
   Es inútil poner puertas al campo o acotar el mar, que carece de límites. Van a seguir viniendo. Lo único que cambiarán esas cuchillas es el estado en que llegarán los que no se hayan quedado por el camino.
Hay una crisis peor que la que nos asuela: la de humanidad, y de ella está bien servido el Gobierno de España. Yo no acepto que me haga cómplice de este nuevo desmán. Argumentará que actúa de ese modo, que me parece tan infame, para protegerme. Con que me protegiera de sí mismo, ya tendría yo bastante

sábado, 2 de noviembre de 2013

HISTORIA CON CABRA, QUE ALGO ENSEÑA

Parece talmente un chiste. Me lo contaron hace algunos años. Es una de esas cosas que, de no ser porque a veces la realidad supera a la ficción, uno tendría por imposibles.
   Situaos en un instituto de un tiempo ya muy ido. Por aquel entonces, se impartía la enseñanza en jornada partida, esto es, el horario abarcaba la mañana y primeras horas de la tarde.
   La clase era de Filosofía; el profesor, avezado, de edad mediana, dotado de un sentido de la ironía que en ocasiones devenía en sarcasmo (solo el hecho de no estar en Galicia me priva de hablar de retranca). Los alumnos lo eran a su pesar, al de ellos y también al de su maestro, que a duras penas conseguía (¿lo conseguía?) sobreponer un discurso razonado a la algarabía con que lo recibían aquellas buenas piezas, que siempre estaban a lo suyo, sin que las aplacara siquiera que la hora fuese propicia para el sopor de una siesta.
   El día de autos el docente percibió en medio de la habitual barahúnda un sonido desacostumbrado y detuvo sus explicaciones. Había llegado a sus oídos, nítida, inconfundible, la voz de una cabra.
   Sus ojos buscaron a Pérez (nombre supuesto), quien gustaba de imitar ya fueran cantos de aves, ya el croar de una rana o algún desaforado rebuzno. La muestra de tales habilidades lo conducía inexorablemente fuera del aula, si bien es cierto que, en ocasiones, su mentor se conformaba con dirigirle un comentario mordaz.
   Pérez estaba sentado donde solía, pero no era quien emitía aquel ruido, y no porque  no fuese capaz de alcanzar tal nivel de perfección, que ese virtuosismo se le reconocía, sino porque seguía oyéndose el balido no obstante mantener él la boca cerrada. Sus compañeros sí abrían las fauces, pero para reír a mandíbula batiente, de modo que tampoco entre ellos se encontraba el infractor, y al profesor no le quedó otro remedio que seguir con sus averiguaciones.
   Una somera indagación lo condujo hasta un armario que, al abrirlo, descubrió a una cabra verdadera en su interior. Cuando volvió la vista a los alumnos, todos lo miraban con el gesto avieso de quien sabe que ha traspasado los límites de una trastada. Algunos se ofrecieron a devolver al animal al aire libre.
   “No será necesario”, respondió el profesor, sin inmutarse, como si aquella insólita presencia fuese lo más natural del mundo. “A fin de cuentas –añadió enseguida- no creo que obtenga menos beneficio de la clase que quienes la habéis introducido aquí”.
   Y retornó de inmediato a  perorar sobre Platón y su Mito de la caverna.
   Quizás ninguno de aquellos estudiantes recibió en su vida lección de filosofía semejante.

miércoles, 30 de octubre de 2013

VALLE DE SOMIEDO

Hay paisajes que nos dejan una impronta mayor  que la huella que nosotros imprimimos en la tierra cuando los transitamos, pues esta desaparecerá, en tanto que aquella permanece siempre en nosotros. Así me sucede a mí con el Valle de Somiedo.
   La última ocasión que lo anduve, soplaba el viento como si quisiera arrancarnos del suelo  y transformarnos en aves. Nutridos rebaños de nubes viajaban en dirección opuesta a la nuestra, con tanta prisa que se llevaban consigo toda su lluvia.
    Pronto estuvimos entre dos espacios cuyos topónimos parecían jugar con las palabras, el Valle del Lago y el Lago del Valle. El primero nombra a una aldea que parece más de lo que es, porque, aunque escasa en anchura, se alarga un buen trecho orillando la vereda que le sirve de calle. Por encima de los techos bajos de las casas, la mirada  escala el enorme farallón que protege al pueblo  y lo abriga de nortes.
   Al salir de sus límites, caminamos por un ancho valle, que costean dos sierras. La de la derecha se tupe de arbolado, juraría que hayedos bajos. La que se eleva a la izquierda se desnuda de bosque y desprendió en el pasado considerables fragmentos de sí misma, peñascos diseminados por la planicie, a menudo coronados de arbustos.
   Desde el llano a las cumbres, nada hay que no sea verde, intenso y limpio.
   Las vacas son del color de los ciervos y están por todas partes, libres de trabas en  pastos que son comunales. Levantan la testuz a nuestro paso y nos afrontan entre desconfiadas y pensativas. Vagarán sueltas hasta que lleguen las nieves, con la única servidumbre de ceder su leche al pastor cuando suba a caballo al atardecer.
   De cuando en cuando, rústicas chozas de piedra techadas de escoba o de brezo nos tientan, ofreciendo refugio contra la ventisca. Son pallozas, antiguas habitaciones de pastores, y hay muchas, siempre solas. Semejan ser un elemento más de la naturaleza, hasta tal punto se mimetizan con el entorno.
   Si encaramos con los prismáticos las faldas de las montañas, a veces nos traen manadas de rebecos, que ramonean la hierba y desprecian los abismos al paso de las horas. Prudentes, buscan espesuras protectoras, al sentirse observados.
   La existencia de cuevas abiertas en las laderas anima nuestra fabulación. Podrían ser en el invierno encame de osos, que estamos en su territorio, o en los salientes anidar el águila real. Un alimoche, con el plumaje parduzco del todavía inmaduro, interfiere, de pronto, en nuestras suposiciones.
   Llegamos a la cubeta del glaciar que originó el valle. Al fin, las dos cadenas de montañas, que hasta ahora han ido paralelas, se encuentran y configuran el bello espectáculo de un circo perfecto, receptáculo imponente del mayor lago de Asturias, el Lago del Valle. En sus aguas, que ondula la tempestad, se encierra el secreto de una isla verde. De su seno, salen cuatro azulones a combatir atrevidamente el vendaval. Saciamos la sed en un manantial que nos trae transparencias de otras épocas.
    

    

sábado, 26 de octubre de 2013

Y DIJO GOMENDIO....

Habló esta señora y la luz no se hizo.
    Eran vísperas de la Huelga General de la Enseñanza Pública del 24 O. Con un gesto grave, casi adusto, y el ademán imperturbable de quien sabe que nadie la interpelará en directo diga lo que diga, pues peroraba por videoconferencia, echó mano de un argumentar viciado la secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades.
   “Hay que tener en cuenta, de cara a los padres, que el colectivo de docentes tiene un puesto de trabajo asegurado y, sin embargo, los padres se están enfrentando a unas tasas de desempleo muy elevadas y dificultades económicas importantes”, eso dijo.
   Late en estas palabras la ignorancia o la perfidia. Es, en todo caso, una falacia establecer esa contraposición entre profesores y padres. Se olvida (¿?) de los interinos, cuyo contrato tiene fecha de caducidad (a menudo de escasos meses), con media jornada o aun menos horario. Se cuentan por miles los que cada curso se van a la calle, pese a que el número de alumnos se incrementa.  
    En cuanto a los que son funcionarios, ¿acaso no han visto cómo se les reducía el sueldo, se les aumentaba el horario lectivo y se empeoraban sus condiciones de trabajo?
   Los enseñantes están pasando las de Caín, como los padres de sus alumnos, víctimas, todos, del Gobierno al que esta señora sirve. No ha funcionado su táctica de dividir para vencer, que tenía, además, segunda parte.
     “Las razones (del paro) no están en absoluto relacionadas con la reforma educativa”, remachaba su ofensiva frente a la huelga. Venía a decir que los docentes buscaban su propia mejora e intentaban arrastrar tras de sí a las familias con el señuelo de que se oponían a la LOMCE. Viejo truco, este de tergiversar las motivaciones del otro, para así restarle apoyos. Porque, aunque también se denuncie el contexto en que surge esa norma, ¿de dónde saca ella que no se rechaza la ley Wert, cuando está siendo aprobada sin consenso alguno y sin ninguna consulta al mundo de la educación? “No a la LOMCE. No a los recortes. No a las contrarreformas educativas”, la contradecía el lema de la pancarta que encabezó la manifestación del 24 O en Madrid.
   Ciertamente, la secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades se ha mostrado digna alto cargo del ministro peor valorado de un Gobierno que también suspende en la consideración de la opinión pública. Como a él, tampoco se le caerá la cara de vergüenza.

miércoles, 23 de octubre de 2013

FICCIONES DEL PP

Tal parece que quieran regalarnos los oídos mientras se aplican a esquilmar nuestras vidas. Dicen lo que dicen, intentando que sus palabras sustituyan a la realidad. Pero la distancia que media entre lo que oímos y lo que vemos se torna mayor cada día.
   Hablo del lenguaje de los políticos en cuyas manos estamos. Lejos de dar cuenta de lo que sucede, esconden miserias. Peor aún, quieren que las consideremos virtudes.
   ¿Sufrimos cuando nuestros jóvenes emprenden caminos lejanos, en busca del futuro que aquí se les niega? Prebostes del Gobierno nos sacan del error. ¡Se trata de un mero afán de aventura! A fin de cuentas, impulsos de la edad temprana. Solo les faltaría añadir que resultan, además, muy acordes con una historia patria de descubridores y  glorias pretéritas.
   Por otra parte, ¿acaso no vivimos en un mundo globalizado? ¿A santo de qué, entonces, hablar de emigración juvenil? Utilicemos el idioma con propiedad y dejémonos de tanto lamento: estamos, simplemente, ante un ejemplo de movilidad exterior, remachan.
    Otro ejemplo. ¿Cómo que instancias gubernamentales han arremetido contra la universalidad del sistema de salud a cuenta de los inmigrantes sin papeles? ¡Qué me dice, hombre! ¡No hay tal! ¡Si, al privarlos de la tarjeta sanitaria, únicamente se pretende acabar con el turismo sanitario! (Aunque nosotros, los eternos mal pensados, no imaginemos siquiera que alguien pueda subirse a una patera para que lo curen gratis en España: entre otras cosas, porque muchos se arriesgan a perder la vida en el intento, y en efecto se quedan por el camino).
   Llamemos a las cosas por su nombre. ¿Médicos y ATS denuncian la privatización del sistema hospitalario? ¡Iletrados! ¡Mira que confundir privatización con externalización de servicios! Pero estos, ¿no van a parar a manos de empresarios que quieren hacer de la salud negocio? ¡Eso es buscar tres pies al gato! (Solo les resta aclarar: ¡Y todos sabemos que tiene cinco!).
   Últimamente se empecinan en contarnos que el país está saliendo de la recesión y de la crisis. Lo que no aclaran es a qué país se refieren.

sábado, 19 de octubre de 2013

CREMA DE CASTAÑAS (Y TARTA, EN SU CASO)

Es la castaña un perfecto trampantojo de la naturaleza. Recién caída del árbol, semeja un erizo que poco puede ofrecernos, salvo el recuerdo doloroso de sus púas. Pero bajo esa lastimosa catadura, esconde un fruto con nombre de color, así de llamativa es y de bella su corteza. Y desde muy antiguo aprendimos a remediar el dolor del hambre con su auxilio.
   Molidas, tras secarse en un horno y ser mondadas, fueron las castañas harina de otro costal. Se hicieron, entonces, pan que alivió necesidades de pobres, cuando la patata  vivía, aún, solo en América.
   En mi casa, mientras duraba el Carnaval, las cocían  junto con unos granitos que eran anises. Luego las ensartaban con una aguja en un collar que nos colgábamos del cuello, como un aditamento más de nuestro disfraz. Tan originales cuentas no tardaban en desaparecer, pues, si las valorábamos como adorno, más todavía las apetecíamos como alimento. Aún recuerdo cómo tirábamos de ellas para sacarlas de la gargantilla hasta que el hilo, sajando su carne, nos las dejaba en la mano.
    ¡Tantas veces me he dejado arrastrar, en fin, por un aroma inconfundible que, a través de calles y plazas, conduce indefectiblemente al carrito donde las venden en un cucurucho de papel, que es, también, calentador de manos en invierno!
   Pero me faltaba en esta hagiografía la receta de un postre, y ya la tengo, que mi prima Socorro me la ha proporcionado.
   Pongamos medio kilo de castañas y quitémosles la primera capa de piel que las recubre. Hacer lo mismo con la telilla que viene después requiere mayor esfuerzo, pues para afrontar esa tarea han de hervirse durante unos minutos. Luego de repeladas, quedan blancas como el marfil. Las aguardan de nuevo agua y fuego, hasta que cuezan. De la cazuela han de ir al escurridor y, más pronto que tarde, y sin que cedamos a la tentación de llevarnos alguna a la boca, al pasapurés. Resultará una crema, que se completará con seis yemas de huevo batidas y se endulzará con otras tantas cucharadas de azúcar. Es manjar al que conviene el frío.
   Otra cosa sería añadir a la pasta, sin que pasara por la nevera, las claras a punto de nieve, dos cucharadas rasas de harina y u sobrecito de levadura royal, mejunje que habría de hornearse. Solo que, en tal caso, os encontraríais con un bizcocho. Tampoco os daría pesar. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

MI ABUELA ANTONIA

La veo salir de mi memoria con su baja estatura, algo gruesa. Para aquel entonces, los años habían encanecido su cabello y el paso se le había vuelto tardo, pero conservaba intacta la claridad de la mirada. Le gustaba cocinar, oía las novelas radiofónicas a primera hora de la tarde y los domingos iba al cine acompañada de algunos de sus hijos, yernos y nueras.
   Viuda desde muy joven, había criado a seis vástagos en tiempos difíciles, cuando la posguerra y la escasez, sin que se le malograra ninguno. La historia familiar la recreaba inclinada sobre la máquina de coser durante años, trabajando días que apenas tenían noches, para sacarlos a todos adelante.
   Tenía un carácter fuerte, que no daba miedo porque era muy buena. En una ocasión hizo algo por mí que no olvidaré nunca.
   Debía de andar yo por los once o doce años, y disfrutaba en copropiedad de una bicicleta que recuerdo verde, de marca GAC. La compartía con mi hermano Carlos, un año menor, pero ciclista mucho más hábil. Sin duda por eso nuestro padre le reservaba  la gratificante tarea de ir los sábados por la mañana a la casa de la abuela, de la que retornaba con el pescado que ella nos había comprado en el mercado poco antes.
   Yo envidiaba aquel privilegio del que mi poca pericia me excluía semana tras semana. Y tanta fue mi insistencia que conseguí que, con mil recomendaciones de prudencia, Carlos me cediese por una vez la encomienda. Cuánto extremé la precaución, cuán bien me sabía el aire que me acariciaba el rostro, qué satisfacción no experimentaría según avanzaba, calle tras calle, sin que nada desagradable pasara.
   Todo fue bien hasta que coloqué la bolsa de plástico con la compra colgando del manillar y me dispuse a iniciar el regreso. Por más que intentaba pedalear, no conseguía que la bicicleta se moviese. Tuve que echar pie a tierra y entonces me di cuenta, horrorizado, de lo que había sucedido. El cargamento se había colado entre el guardabarros y la rueda, y parte del pescado se había aplastado con mis esfuerzos por arrancar.
-         ¡Menudo disgusto se llevará papá! ¡Y cómo se va a enfadar!-, rematé el relato que hice a mi abuela del desastre, no sin antes confesarle, contrito, que había burlado sus disposiciones.
   Quiso que le prometiera que no volvería a desobedecer a mi padre, yo, que en aquel momento, me habría comprometido a escalar el Everest. Luego miró a otra bolsa, que descansaba sobre una meseta de la cocina y, sin decir nada, me la entregó, mientras tomaba la mía.
   En ese instante, seguro que solo pensé que su gesto me liberaba de un merecido castigo. Al rememorarla ahora, agradezco, sobre todo, que fuera como era.

sábado, 12 de octubre de 2013

QUINCE AÑOS DE ESCENARIO

   Algo tiene el teatro de inexplicable. ¿Cómo justificar, si no, que entre treinta y cuarenta estudiantes de bachillerato vengan participando cada curso, y este es el decimoquinto, en el Colectivo de dramatización del IES 'Ría del Carmen'? No obtienen recompensa académica alguna por ese esfuerzo y, sin embargo, le dedican los recreos y tres horas de las tardes de los lunes, incluso días de vacaciones. Y ese número, ya abultado, se duplicaría fácilmente si se atendieran las demandas de los alumnos de la ESO, que de forma reiterada han solicitado su incorporación al grupo, o las de quienes, culminados sus estudios, abandonan el instituto.
   ¿Será el valle de Camargo un vivero de artistas? Sin duda lo es. Pero no en mayor medida que, por ejemplo, en el norte de Cáceres, el Campo Arañuelo o la ciudad de Plasencia, donde, en los IES 'Augustóbriga' y 'Valle del Jerte', llevé a cabo durante años similares experiencias, con resultados parecidos. Me apresuro a negar que sea yo el encantador de serpientes, o el flautista de Hamelin (imagen, esta última, que tal vez venga mejor al caso). Por el contrario, reclamo mi papel de ofidio hechizado, el de uno más de los niños encandilados por la melodía del cuento. Y me pregunto qué música nos arrastra, a estos estudiantes, a mí mismo, cuál es el encanto del teatro.
   Es un arte social, una forma de relación. En el escenario, el personaje que interpretamos entra en contacto con otros, es un acorde que precisa de los demás para ser tocado. Sobre las tablas, nadie puede aislarse. Todos estamos en comunión, existimos en referencia a aquellos con quienes compartimos protagonismo, vivimos pendientes de ellos, como ellos de nosotros. Y esa interdependencia ya se ha experimentado con anterioridad, no sólo en la ficción, también en el terreno de lo real, todavía lejos de los focos. Durante los ensayos, no sólo preparamos la representación. Nos hemos reído, dimos ánimos o los recibimos, festejamos hallazgos, corregimos errores. Fuimos todos uno. Ese ser grupal es uno de los encantos del teatro: la compenetración que se exige, los lazos tan fuertes que se crean.
   Pero, además, con el arte dramático recuperamos el juego, ese entretenimiento perdido de la infancia. Dotamos de sentido lúdico a la existencia. Al teatro vamos a pasarlo bien. Esa es tal vez la primera máxima, si es que hay máximas: divertirse con lo que hacemos. Como los niños o los poetas, nos volvemos gozosamente transgresores. Para ellos no hay nada imposible Traspasan sin esfuerzo la línea que separa la realidad de la fantasía. Algo de eso hacemos también los actores, las actrices. Al romper los límites con que lo vemos, el mundo se anchea y se transfigura. Como si estuviéramos en posesión de la varita mágica de las hadas, descubrimos nuevas dimensiones, trastocamos la cotidianidad para entrar en un universo diferente. Y damos pábulo a nuestra creatividad, alas a nuestra imaginación. Oímos cómo crecen en nosotros nuevos seres, nuevas situaciones.
   Actuar es emprender un viaje que nos aleja de nuestro entorno. Las fronteras que dejamos atrás al subir al escenario no son geográficas, o no son geográficas tan sólo (también inventamos espacios). Afectan al 'yo' de cada uno, son personales. En esa distancia que media entre cada uno de nosotros y el papel que interpretamos, reside buena parte del hechizo. Vivimos otras vidas. Atrás quedan, se diluyen en cada palabra que pronunciamos, en cada gesto, las preocupaciones habituales, los deberes, el tedio.
   Que dejemos el yo nuestro de cada día no implica, sin embargo, que nos instalemos en el nirvana. A la agitación del mundo que está fuera del escenario no lo sustituye, dentro, el sosiego de la nada. La felicidad que sentimos al culminar la actuación no está emparentada con una sensación de perezoso abandono. Más bien tiene que ver con la relajación que sucede a tensiones previamente acumuladas. Se hace bueno el dicho de que llega la calma tras la tempestad. Superamos miedos, nos vaciamos de agobios, exorcizamos a nuestros demonios. Disfrutamos de haber sido capaces. Después de tanto esfuerzo, un descansado alivio nos invade, nos conmueve y nos hace desear que llegue cuanto antes la próxima representación.
   Por un tiempo, nos hemos sentido el centro. En la disposición material del teatro, las butacas se orientan hacia el escenario, y también la luz diferencia espacios, nos destaca, nos saca fuera del común, que está a oscuras. Todo ha sido planeado para que cientos de miradas converjan en nosotros. Tomamos conciencia de nuestro ser, de nuestra importancia, de nuestro valer...
   Así que preguntarse, como hacíamos al principio, por qué tantos estudiantes acuden, año tras año, en el I.E.S. 'Ría del Carmen' a la llamada del teatro, no deja de ser una pregunta retórica. Lo verdaderamente extraño sería que no vinieran.

Aclaración- El “Diario Montañés” publicó este artículo en febrero de 2011. En 2012, me jubilé. Desde entonces, haciendo bueno lo que aquí se dice sobre el teatro, y con nueva dirección, el Colectivo de Dramatización sigue su andadura. ¡Larga y fructífera vida!

miércoles, 9 de octubre de 2013

MAYORÍA ABSOLUTA

La altanería del PP no tiene límite, pero sí un origen: su mayoría absoluta en el Parlamento. Un poco de vergüenza sería, sin embargo, lo menos que se podría pedir a quienes la alcanzaron con un programa que contradijeron nada más llegar al Gobierno. La mayoría absoluta no era para hacer lo que están haciendo, en muchos casos lo contrario de lo que prometieron. Es más, si se celebrasen ahora elecciones, a tenor de las encuestas y a lo que cualquiera observa, sería sumamente dudoso que obtuvieran el mismo o parecido número de diputados.
   Y sin embargo, utilizan su posición como patente de corso para actuar como les viene en gana.  Lo mismo imponen proyectos de ley sin atender objeción alguna, que evitan dar las explicaciones que se les piden. Lo suyo es una especie de rodillo que todo lo lamina y hace tabla rasa de los puntos de vista ajenos. Los pactos y negociaciones, la consideración de otras opiniones, las concesiones para alcanzar acuerdos, tan consustancial todo ello a la  democracia, están fuera de lugar en su forma de proceder.
  Se diría que no entienden que no se debe legislar solo para los afiliados, sino para el conjunto de la población, diversa en sus concepciones y sensibilidades, que no se borran de un plumazo, solo porque un determinado partido obtenga la mayoría en las Cortes. A mi modo de ver, la calidad democrática de una fuerza política no radica únicamente en cómo accede al poder, sino también en cómo lo ejerce.
   Y además, pan hoy, hambre mañana, que enseña el dicho castellano. ¿De qué les vale, por ejemplo, aprobar sin consenso alguno una ley de educación que tiene los días contados, pues buena parte de los demás grupos parlamentarios han advertido que se conjurarán para derogarla en un próximo mañana? Dejar muertos en el camino, no construye futuro, por más mayoría absoluta que se tenga.

sábado, 5 de octubre de 2013

LAMPEDUSA, EUROPA

“Las venas abiertas de América Latina”, tituló Eduardo Galeano una inolvidable trilogía suya. Imposible, sin embargo, no pensar también en África estos días, si de sangrías se trata. Ya sabéis: de 500 inmigrantes que pretendían alcanzar la isla italiana de Lampedusa, unos 200 se ahogaron y a 150 se les da por desaparecidos. Es el último episodio de una contabilidad siniestra, a la que no son ajenas nuestras costas.
   Se le quedaron cortas a Larra las palabras, cuando decía que escribir era llorar. A una inmensa tristeza, se suman la indignación y la vergüenza. Los ojos se me humedecen, también, de rabia y de impotencia, mientras tecleo estas líneas.
   Eran eritreos y somalíes. Puede que cueste situar esos países en el mapa del continente negro. Hay lugares que solo salen del anonimato a costa de dramas como este, aunque su mera existencia sea, de por sí, una tragedia.
   Eritrea y Somalia están lejos del puerto libio de Misrata, que fue donde embarcaron rumbo hacia la muerte. Eso habla de un largo camino por territorios desconocidos, sorteando peligros, venciendo agobios. ¡Qué gente más extraordinaria debían de ser!
   “Niños, había tantos niños...”, cuenta El País que lamentaban, estremecidos, quienes veían un cuerpo sin vida tras otro. Y mujeres embarazadas, y jóvenes... “El mar está lleno de muertos. Venga aquí a mirar el horror a la cara. Venga a contar los muertos conmigo”, decía la alcaldesa al primer ministro italiano. Y no es la primera vez que recrimina a las autoridades. Ante anteriores naufragios, preguntaba a los dirigentes de la Unión Europea: “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”.
   Algunos supervivientes denuncian que tres pesqueros pasaron de largo ante su barco incendiado. Y es cierto que nada puede justificar ese desentendimiento, pero ¿qué decir de la existencia de una ley que, en Italia, ha supuesto el procesamiento de pescadores que salvaron vidas humanas, acusados de complicidad con la inmigración clandestina?
   Ahora, los políticos culpan a las mafias que trafican con los sueños de tantos africanos, a la falta de control de ese flujo migratorio en los países implicados... De lo que no dicen nada es de incrementar las ayudas al desarrollo.
   Es como si no tuvieran nada que ver sus condiciones de vida para que millones de personas emprendan estos viajes sin retorno. O como si nuestro continente pudiera lavarse las manos, mirar hacia otro lado, no considerarse parte del problema, después de lo que secularmente ha hecho y hace todavía en África.

    Europa, Europa, con tanto muerto al hombro, qué mal se anda, que diría nuestro Antonio Machado…

miércoles, 2 de octubre de 2013

POEMA

A veces el tiempo es amarillo, o, mejor, sepia. Al menos, esa huella deja a su paso por los papeles. Pero si llevan escritos poemas, el color que los tiñe no lastra el sentimiento, que pervive. Lo digo porque, revolviendo viejos atadillos, he encontrado estos versos de cuando era joven:

                        MI MADRE

                        mientras escribo
                        sé
                        que alguien
                        baja
                        y sube escaleras
                        compra
                        aceite o pescado
                        o suena los mocos
                        a
                        mis
                        hermanos y les lava
                        la cara
piensa
rosa
ha crecido no
le sirve ese vestido
qué
ideas tan raras
tiene
juan
cómo
no ha llegado
carlos
si pasan de las once
da
un beso a mi padre
cuando entra
corre
a la cocina
que la leche
se ha ido
por
el fuego
dios mío dios
mío
qué cara está
la carne
enrique parece preocupado
ella calla
sigue
disponiendo los manteles y
los
platos
llama
es la hora de la cena
juan
qué haces que no
vienes.

                        Oviedo 18- octubre-1968