jueves, 27 de febrero de 2020


DOBLE LECCIÓN TEATRAL

La que di y la que recibí. Pasó hace unos años en una localidad de Cantabria con hermoso teatro municipal, muy querencioso para el Colectivo de Dramatización del IES Ría del Carmen, que yo dirigía. Hasta allí se había encaminado nuestra compañía para representar “Y don Quijote se hace actor”, adaptación escénica de las andanzas del ingenioso hidalgo manchego. Montamos focos, dispusimos decorados, ensayamos y aguardamos al público. Serían estudiantes de los institutos y de algún otro centro del pueblo, que en efecto llegaron con sus profesores. Me sorprendió que fueran tan jóvenes nuestros espectadores. A ojo de buen cubero, les calculé 14 años, a la mayor parte. De 3º de ESO, me corroboraron cuando pregunté. Confieso que me alarmé, aunque fuera un poco. Por experiencia sabía que es una edad conflictiva y me preocupaba que les interesara escasamente lo que con tanto mimo y esfuerzo habíamos preparado durante meses.
   “Es una obra pensada sobre todo para 2ª de bachillerato”, advertí a los docentes. Esto es, para aquellos de los que no había rastro alguno en el patio de butacas. Me pareció que mis colegas me miraban entre comprensivos y desacordes. Era una lástima, pero esos alumnos no podían perder clase, les esperaba la selectividad y todo horario se les quedaba escaso.
   Confieso que se me escapó una sonrisa, aunque fuese algo amarga. Entreabrí el telón de boca, que estaba cerrado, para que mis interlocutores viesen el escenario, donde una chica templaba un violín, trazaba pasos de ballet una bailarina y más de un actor o actriz se esforzaban en declamar su papel para sí mismos. “¿Qué edad les echáis?”, inquirí. Acertadamente, supusieron que andarían por las 17 o 18 primaveras. O sea, como los que se habían quedado en las aulas de sus centros, los que yo hubiera querido por audiencia. ¡Como ellos, también nuestros intérpretes habían de hacer frente a la selectividad!
  Ya puesto, les completé la información. Entre aquellos que allí estaban se encontraban quienes, a tenor de las calificaciones que obtenían en las evaluaciones, muy probablemente se harían con las matrículas de honor que se concedían a final de curso. Varios dedicaban parte de su tiempo a asistir a escuelas de danza, a la escuela oficial de idiomas, al conservatorio… Y que no pensaran ellos que la actuación que iban a presenciar sería la única: 15, habíamos programado aquel año, por supuesto contando con la aquiescencia de los participantes, en votación a mano alzada… Aún hoy, jubilado de aquellos quehaceres, me gusta creer que estaba difundiendo una concepción de la enseñanza que ahora llamaríamos transversal. Que iba más allá de la mera instrucción, o de la preparación de las pruebas de acceso para la universidad.
   Pero una cosa no quita la otra. También tuve yo mi lección. El reverso de la moneda me vino enseguida. Tan pronto empezó la función. El público de 3º de la ESO, el mismo al que yo temía, contribuyó con una eficacia deslumbrante al éxito de nuestro trabajo. Guardaban silencio por atender, aplaudían, reían… Lo sentíamos vibrar desde el escenario o entre bastidores. Se había establecido esa comunión que ansía quienquiera que se suba a las tablas para dar vida a un personaje. Y todavía remataron su entrega haciéndonos llegar a los pocos días varios folios repletos de valoraciones escritas a mano y que nos supieron a gloria.  

jueves, 6 de febrero de 2020

AL HILO DE UN CHISTE GRÁFICO DE DÁVILA

Escribo de una crítica materializada en cómic. El humor adopta aquí la forma de viñeta amarga. La palabra se entrelaza con el dibujo y de esa mixtura surge un artefacto de destrucción masiva… de prejuicios. Los de quienes llaman pin parental a un veto a la libertad de cátedra y, sobre todo, al derecho de los menores a una educación que no se termine en el ámbito del hogar. Cuánto se puede decir con tan poco. Pero hora es ya de que desvele la fuente de mis divagaciones.
   Las motiva una ilustración del gallego Davila. En primer plano, vemos, a la salida de una gruta, cubiertos de pieles, a dos humanoides, hombre y mujer, quienes, cual cuadrúpedos que aún son, andan a cuatro patas. Se trata, desde luego, de cavernícolas, en todos los sentidos del adjetivo. Quiero decir que sus ideas en nada desentonan con su arcaica forma de vida. Únicamente habla él. Dos bocadillos encierran sus palabras, enmarcadas por exclamaciones y, en un caso, interrogaciones. Son, pues, gritos, casi alaridos, que denotan asombro y enfado. Están en consonancia con su catadura de energúmeno de cabeza grande, bocaza abierta por la que asoma una dentadura imperfecta, nariz como si fuese personaje de Quevedo y cejas muy pobladas. En conjunto, y pese a la aparente sencillez del trazo, mete miedo. A su lado, la mujer no ofrece una imagen más tranquilizadora. Mira a donde él mira y, aunque callada (ése es otro mensaje, sólo él se expresa), dice por ella el gesto de enfado, inquisitorial  ¿Y qué barbota su compañero?
-         Camiñando de pé!!??
-         Xa están na escola meténdolle fantasías na cabeza!!
   Para quienes no sepan gallego:
-         ¿¿¡¡Caminando de pie!??
-         ¡¡Ya están en la escuela metiéndole fantasías en la cabeza!!
   Y es que la nómina de personajes se completa con un tercero que, en efecto, se desplaza erguido y, a lo que se ve, orgulloso de haber transitado a bípedo. Los escasos palmos que levanta sobre el suelo constituyen una pura manifestación de presunción y contento, que contrasta con la indignada sorpresa de sus progenitores. Es todavía niño, o sea que está en edad escolar.
   Yo lo interpreto como una ingeniosa denuncia de quienes pretenden hurtar a sus criaturas conocimientos o actitudes que no encajan en la propia –y retrógrada- visión del mundo. Como si los hijos fueran propiedad de los padres y careciesen del derecho a saber de la complejidad y amplitud de lo existente fuera de las creencias familiares. ¡Que no les abran los ojos en la escuela! Inmovilismo frente a los avances de la Humanidad (y de la humanidad), cerrazón ante el progreso. No es, precisamente, del colegio o instituto de quien en ocasiones hay que proteger a niños o adolescentes…