martes, 17 de septiembre de 2013

UNA OFERTA DE TRABAJO NO TAN SINGULAR

En Murcia se ofertaba días pasados un empleo para el que se requería estar en posesión de la licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Nada tendría de particular, de no ser porque era para repartir bollería.
   A posteriori, después del revuelo que se armó, los anunciantes trataron de justificarse aludiendo a la posibilidad de “promoción dentro de la empresa”. Ya sabéis, como en Estados Unidos: alguien que empiece desde muy abajo puede llegar a director general del negocio o, incluso, a presidente del país (tampoco se necesita tanto, por estos lares lo estamos viendo).
   De todas formas, si el sueño americano consiste en comenzar desde la nada, convengamos en que, en España, lo que sobran son jóvenes bien situados en los puestos de salida. Aun cuando no se plantee explícitamente como condición sine qua non ser titulado universitario, abundan oficinistas, dependientes o almacenistas que lo son.
   Conozco a ingenieras que ofician de limpiadoras y a licenciados en Bellas Artes que se han hecho camareros, y estoy seguro de que cualquier lector podrá poner nombres y apellidos a casos semejantes con solo mirar a su alrededor. ¿Quién no se ha topado con una matemática de cajera o un repartidor de pizzas diplomado en filología inglesa?
   Sumamente improbable le resultaría, en cambio, encontrar a alguno de los que se vean en tal situación considerar que ese es el inicio de su carrera hacia el éxito empresarial.
   Puede escandalizarnos el anuncio que ha dado pie a este artículo. A mí parecer, lo peor, sin embargo, es la realidad social que denota, el mundo laboral del que emerge. Lo raro, más aún, lo inconcebible,  ha devenido en cotidiano, aunque solo destaca cuando aparece escrito. Bueno es que, al nombrarlo, quede en evidencia. Tal vez así hagamos algo por recuperar una normalidad que se nos escapa o se nos hurta.

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