jueves, 15 de enero de 2015

MICRORRELATOS (V)


Consideración previa: En un microrrelato a menudo no se concibe lo que se ha escrito sin lo que ha quedado sin escribir. Y esa contradicción solo al lector le será dado salvarla. Ha de enfrentarse a cada narración con tiempo, despaciosamente. La labor creativa se cuece a fuego lento. Pero el resultado bien merece el esfuerzo. La historia que se obtiene solo la disfruta quien le pone el punto final, que será uno en cada caso... 

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Sonó un tiro y un pájaro dejó su vuelo. Llegó todavía vivo a tierra. Tal vez borrosamente, vio un insecto que se movía con torpeza a su lado. Todavía tuvo fuerzas para atraparlo con el pico. El cazador nunca supo que su disparo había provocado una víctima colateral.

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Se miró en el espejo, y era otro.

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A veces siento no coger el teléfono a la quinta o sexta llamada. Sobre todo porque tampoco han sonado las anteriores.

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Eran un par de tímidos con oído musical, pero tardaron un tiempo en saberlo. Cuando coincidían en el ascensor, no se atrevían a mirarse. Poco después, “Para Elisa” resonaba en todo el edificio. Era él al piano, que interpretaba arrebatado, esperando que ella entendiese su mensaje. Una y otra vez aguardó en vano una señal de reconocimiento. Hasta que un día, cuando ya tocaba más como desahogo para sí mismo que para la muchacha, a través de las paredes le llegaron las notas de un violín, que venían a fundirse con las suyas.

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Dios creó el mundo en seis días, y al séptimo quiso reinterpretarse a sí mismo. Pero no hubo manera, siempre volvía a salir como era. A lo mejor, habría tenido que prescindir de alguna de sus perfecciones, pero no cayó en la cuenta. Y ahí está, más solo que la una.

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