martes, 23 de febrero de 2016

CLAVES ESCÉNICAS DE “SOBRADAMENTE PREPARADOS”

Antes de leer esta entrada, pinchad en google el enlace. Os llevará a una grabación teatral de sólo tres minutos de duración. A analizarla se dedican las líneas que siguen:


Todavía a oscuras, oímos el ruido de un avión, que despega. Pero, en su lugar, también podría sonar el traqueteo de un tren. Ese estrépito simboliza, en cualquier caso, una partida, un irse fuera de donde se está.
   Cuando se hace la luz, la ausencia de mobiliario centra la mirada en los actores y actrices, enseña que sólo el elemento humano importa. Es llamativo su número, muy elevado: sugiere que lo que va a ocurrir afecta a muchos.
   Todos se orientan hacia delante, van en la misma dirección. Las maletas que llevan inciden en lo ya revelado por el efecto especial del sonido, se encaminan hacia un aeropuerto o una estación ferroviaria. Se marchan. ¿Adónde? ¿Por qué?
   Una pista importante es la edad. No hay ancianos, ni niños, ni personas que hayan entrado en la madurez. Son jóvenes y visten como gente del común. La seriedad del gesto indica que no es lúdico el propósito del viaje que se disponen a emprender.
   Todo eso sabemos, aun antes de que comience la acción.
    Poco dura el impasse de figuras quietas. Enseguida empieza el movimiento escénico,  muy simple. A un paso al frente, sucede la pausa breve de una parada. El desplazamiento implica que se van; el estatismo trae consigo la palabra. En esa combinación reside la esencia de la escena. Hay un doble mensaje, el del mimo y el verbal, que se complementan: si en uno se manifiesta una situación –la marcha-, el otro pone de manifiesto su motivo y el sentir que produce.
   Observemos, de paso, cómo quienes salen del escenario cuando alcanzan el lateral al que se encaminan surgen de nuevo por atrás, como si se incorporasen por primera vez y fuesen distintos. La idea que se transmite es que los actuantes se multiplican, y con ellos la   muchedumbre que protagoniza la acción.
   No hay diálogo. Podría calificarse de monólogo, pero fragmentado. El discurso salta de un individuo a otro, no habla uno en nombre de los demás, entre todos van componiendo el texto. Cada frase toma como punto de partida la pronunciada por el personaje anterior, y se encadena a su vez con la del siguiente. De esa forma, se afianza la dimensión coral de lo transmitido.
   ¿Y qué dicen? Recuerdan que han estudiado según se les aconsejó, que han hecho caso de los vaticinios y promesas de futuro que se les hicieron, proclaman lo que han conseguido llegar a ser; evocan el sacrificio de sus familias y la ilusión que pusieron en sus logros, también el desengaño subsiguiente.
   El tono es grave, pero no monocorde, se abre a matices diversos. Expresa reproche, ironía amarga, cierta ternura, el enfado ante el desvalimiento, que casi se vuelve acusación.
   El final altera la unidireccionalidad, y, simultáneamente, la voz se hace de voces que pronuncian al unísono. Se vuelven todos para encarar al público, la cuarta pared desaparece y un último grito sale de todas las gargantas. Los focos no acaban de apagarse, la crudeza del desenlace permanece todavía unos momentos que parecen eternos. 

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