martes, 19 de julio de 2016

MARIANO RAJOY O LA SOLEDAD BUSCADA

Ganó las elecciones, si por tal entendemos que su partido fue el más votado y el que obtuvo mayor número de escaños. Pero con una reserva que relativiza ese éxito, si no acaba por llevárselo por delante: el número de sufragios que tuvo enfrente y el de diputados que le son contrarios superan a los suyos. Todo un problema. Porque de no conseguir acuerdos con parte de esos otros, no podrá alcanzar el Gobierno. O sea, que su victoria corre el riesgo de volverse pírrica.
   Una mayoría del pueblo español reprobó el 26 de junio la política del PP durante la legislatura anterior y castigó, además, la corrupción que lo enfanga. Con esos precedentes, a ver quién es el guapo que se atreve a facilitarle la investidura al señor Rajoy, sin arriesgarse a que sus simpatizantes les retiren los embajadores en el futuro. Y si eso es mucho, aún hay más.
   Porque tal parece que el Partido Popular se hubiera empeñado a lo largo de los cuatro últimos años en que nadie quisiera nada con ellos en un futuro. Hicieron un uso absolutamente abusivo de su mayoría absoluta, ningunearon a los demás. No negociaban lo que podían imponer, laminaban cualquier iniciativa de sus oponentes, las explicaciones o las rendiciones de cuentas sobraban. Fue como si no existiesen ni los contrarios ni los ciudadanos que los habían respaldado con sus sufragios. Olvidaron que no cosecha sino tempestades quien siembra vientos.
   Ahora, cuando las urnas no les han resultado tan favorables como para mangonear a su antojo, piden árnica. ¡Es España!, claman, envolviéndose en la bandera, para demandar la asistencia ajena. Si su propio interés está en juego, qué mejor que identificarlo con el de todos, deben de pensar.
   No será un chantaje, pero cómo se le asemeja, eso de apelar al argumento de que o se les presta auxilio para que formen gobierno o el país se verá abocado a unas terceras elecciones. ¿Se abstuvieron ellos tras el 20 de diciembre, evitando así la convocatoria de segundos comicios? ¿Por qué no dejaron entonces que gobernaran otros, si alcanzaban un número mayor que el suyo en apoyos parlamentarios?

   A poco que se hurgue en el Partido Popular, siempre termina por aparecer la fea patita (¡menudas garras!) por debajo de la puerta.    

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