jueves, 6 de octubre de 2016

POR EE UU (13): EN BEVERLY HILLS

Sobre lo alto de un monte verde, grandes letras blancas, mayúsculas, propalan a los cuatro vientos que nos hallamos en Hollywood.
   Entre la vegetación de la ladera, se abren unas pocas calles, sin apenas tráfico. Están vedadas a los buses que muestran la ciudad de Los Ángeles a los turistas. No así a los automóviles particulares, que, no obstante, tienen prohibido detenerse ante cualquiera de las lujosas residencias del famoseo, protegidas como búnkeres de la curiosidad ajena. Incluso si alguien se aventurase a caminar esas aceras, es muy probable que le saliese al paso algún guarda, que se interesaría por su destino.
   Cuestan esas mansiones un potosí. A poco que uno tienda la oreja, se enterará de que su precio se calcula en varios millones de dólares. Si al agraciado con una estrella en el Paseo de la Fama le sale ese recuerdo para la posteridad por 30.000 $, ni te cuento lo que le supondrá vivir en Beverly Hills.
   Por un momento, pienso en qué hará que esas casas valgan tantísimo. Ni que fueran construidas con metales preciosos o estuviesen en medio de una finca que alcanzara las dimensiones de un parque. O que su diseño lo hubiese firmado un reconocidísimo arquitecto. Y aun así.
   Caigo en la cuenta de que el quid estriba en otras consideraciones. Cuando una vivienda sale a la venta se cuantificará en dólares si en su vida anterior ha sido habitada por Mengana o Zutano, o quiénes son los vecinos. Se pagará el prestigio social, la inclusión grupal, la exclusividad. Y a la postre, una cantidad cuantiosa deja de serlo para quien dispone de muchísimo más.  El culto a la personalidad se asocia aquí no sólo al talento interpretativo, sino al dinero.
   Imposible sacarse esa conclusión de la cabeza mientras se permanezca en este mundo. La calle Rodeo Drive, adonde vamos a parar, da otra vuelta de tuerca a la misma idea. En sus comercios, todos de grandes firmas, adquieren las celebrities aquello que apetecen. En algunos está mal visto, nos dicen, preguntar por el precio de las cosas. Simplemente se elige lo que se quiere y entrega la tarjeta para que pasen el cargo a la cuenta: ¡si será por numerario! Dentro de esas tiendas no vemos a nadie que no sean dependientes, siempre varios. La clientela está ausente, pese al gentío que abarrota la calle. Se supone que con un comprador de alto nivel que entre en uno de estos establecimientos se obtiene ganancia suficiente para una temporada.
   Se me ocurre que a los actores donde hay que admirarlos es en la pantalla...

3 comentarios:

  1. Tanto dinero para unas casas que no sé cuando disfrutan. Están siempre de viaje o trabajando en rodajes o promocionando o en festivales. Siempre que veo esa calle en alguna serie o película y dicen que en tal casa vive este o aquel, se me ocurre lo mismo "seguro que no está".
    Hollywood es un sitio que me apetece conocer, pero más por una cuestión mítica que porque espere encontrar algo bonito. Igual me llevo una sorpresa si finalmente lo conozco.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Eso suele pasar que casas tan lujosas para unos dueños que apenas las habitan. Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Para qué las querrán, me pregunto.

    ResponderEliminar