miércoles, 26 de octubre de 2016

POR EE UU (17): SANTA MÓNICA VERSUS VENICE

No es que Santa Mónica sea lo más de lo más, pero sí que aparenta mayor riqueza que Venice, su vecina. Son dos localidades próximas a Los Ángeles, a las que hermana una playa en la que, como estamos en la costa Oeste de los Estados Unidos, rompe el océano Pacífico. El arenal se extiende kilómetros más acá y más allá de ambas villas, como si no tuviera fin, pero a mí lo que me sorprende es, sobre todo, su anchura. Menudas caminatas habrá de emprender para llegar al agua quien desee bañarse. Y sería difícil experimentar la sensación de agobio, aun cuando el gentío que pulula por el paseo marítimo decidiese, de consuno, bajar a dorarse al sol o a zambullirse.
   Cientos de comercios abren sus puertas en las calles que dan al mar, tanto en Santa Mónica como en Venice. Los de Santa Mónica son grandes espacios donde asoma la modernidad. A la curiosidad de miles de transeúntes se ofrece la más amplia gama de mercancías que uno pueda imaginar. Entramos en un establecimiento enorme, una planta baja que es como una nave diáfana. Sobre muchas mesas se exponen para su venta variedad de productos tecnológicos de Apple; también paramos en otro local, que por sus dimensiones no desmerece de un hipermercado, en este caso de calzado deportivo.
   Las calles son amplias, casi avenidas, y las casas no emparedan, por su altura, la mirada. Por todas partes se respira un aire vacacional y consumista, como si no hubiera otra cosa que hacer que ir de un lado a otro, ver y, acaso, comprar. El puerto está especialmente atestado. Al atravesar sobre una pasarela que ejerce de puente, la muchedumbre se adelgaza y forma una línea que desde muy arriba parecería fila india de hormigas, de no ser por el variado colorido de las vestimentas. Casi sin querer, pienso en un cuadro que alterase a cada momento su composición cromática.
  Y sí, al fin comimos nuestra primera hamburguesa desde que llegamos a Estados Unidos. Fue en un restaurancito que llaman Jonny Rocket. Husmeamos por entre la oferta de su carta y nos decantamos por una modalidad que habían servido cuando inauguraron el local. Estaba deliciosa. Y, al más puro estilo americano, la acompañamos con una ración de patatas fritas. Allá donde fueres, haz lo que vieres.
  Estábamos al aire libre, viendo pasar gente y atendidos por un camarero latino que, tan pronto nos oyó hablar, cambió el inglés por el español. ¿Podíamos pedir más?

  Pues aún nos esperaba Venice.  

1 comentario:

  1. Las hamburguesas americanas son deliciosas. No sé cómo pueden tener éxito sitios como McDonalds y Buerger King. Bueno, por el precio me imagino. Pero donde esté una hamburguesa en su punto, con sus patatas o aguacate y chile, o cebolla y ensalada. !Ay, qué rica!
    Lo que cuentas de Santa Mónica y Venice me recuerda lo que se ve en el muelle 39 de San Francisco.
    Un beso.

    ResponderEliminar