viernes, 21 de octubre de 2016

POR EE UU (16): UN PASEO POR LOS ÁNGELES

La del lunes 8 de agosto fue mañana de tour. Embarcados en una furgoneta, en compañía de otra familia y con un guía que habla español, nuestro periplo se inicia a la vista de las imponentes torres de cristal del barrio financiero.
   Atravesamos Downtown, el casco viejo. De pasada, la calle nos deja imágenes de bellos e impolutos edificios, de escasa altura, que conviven, en extraño maridaje, con otros que llaman la atención por lo destartalados que están. Reflejan, plásticamente, la dualidad de sus residentes. Es zona de gente con escasos recursos que, no obstante, está experimentando una mutación. Últimamente se viene convirtiendo en polo de atracción para profesionales con posibles, que remozan las viviendas antiguas. Lo hacen usando en mayor medida de la madera que del ladrillo, más letal si hubiera, como ha habido, terremotos. En paralelo al cambio de población, una cohorte de comercios nuevos se instala en el vacío que dejan las tiendas de toda la vida, que van echando el cierre.
   Ya fuera de esa zona, nuestro vehículo aparca en los límites de una plaza, que paseamos solos. Es un espacio grande y vacío. En su centro, se levanta una puerta, que es sólo marco. Ese dintel enmarca la efigie lejana del ayuntamiento de la ciudad, que se nos aparece a través de su vano.
   Andamos hacia un sitio próximo que bien podría llamarse foro de las artes. De camino, pasamos por delante de un teatro que antaño fue escenario de entrega de los Oscar. Cerca, vemos a un lado un museo dedicado a la pintura, y, en otro punto, el palacio de la música. Nos detenemos ante este último.
   Es muy moderno, con planchas metálicas que no lo fían todo a las líneas rectas. Y tiene su anécdota. Lo construyeron con un material que refulgía al sol. Tal vez ese brillo atrajese las miradas, pero de igual modo las apartaba de sí, al deslumbrarlas. Y peor aún era que cegase a los conductores. O que la refracción recalentara el ambiente, volviendo un cocedero las inmediaciones. Así que hubieron de deshacer lo hecho, o casi, pues en la parte trasera dejaron el recubrimiento original, como recuerdo de lo que había sido.
   La Inglaterra victoriana nos aguarda en otro punto de la ciudad. Parecen sus chalets un adorno que orlase sus pocas calles. Estamos en Los Ángeles, y, cómo no, algunas de estas casas han servido de escenario en secuencias de películas. Constan de dos, tres plantas a lo sumo y siempre las circunda un jardín. Son como una concesión a la nostalgia de un tiempo pasado. Quizás, hoy en día, también a la estética. Me gusta el sosiego que se respira aquí… 

2 comentarios:

  1. Vaya, me has abierto el apetito y las ganas de conocer esta ciudad. Eso de la Inglaterra victoriana. Ya entiendo a lo que te refieres con las casas de dos o tres plantas rodeadas de jardín. Esas casas americanas en las que siempre nos parece que acaba de rodarse una película. Nos lo parece a nosotros, claro, que nos hemos educado viendo cine americano, porque allí son de lo más normal.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Pero sí que este rincón de Los Ángeles es diferente, Rosa...

    ResponderEliminar