miércoles, 11 de abril de 2018

LA ARGENTINA QUE VI  (19): CÓMO OLVIDAR

   Sobre el suelo de la plaza de Mayo, en torno a un monolito con forma de pirámide, se reitera el dibujo estilizado de un pañuelo blanco. El cuello al que se anuda  y el cabello que cubre, y hasta el óvalo de la cara que enmarca, son puro hueco. Simbolizan a quienes son, en Argentina, un símbolo.
   El sábado 30 de abril de 1977, en plena dictadura militar, 14 mujeres dieron dos vueltas al monumento en una reclamación silenciosa de que aparecieran sus desaparecidos. El régimen secuestró a varias de ellas, como antes había hecho con sus familiares. A los cadáveres de algunas, el mar no quiso esconderlos en su seno y los depositó en playas del vecino Uruguay. Puso así de relieve lo que se pretendía encubrir, cómo se deshacía el aparato represivo del Estado de los torturados en los centros de detención.
   Es difícil concebir un escenario tan horrible. Sobre el Río de la Plata o el océano próximo, las nubes tras las que se ocultaban los aviones militares se abrían ante el vértigo de una caída. La de opositores arrojados al vacío, vivos, adormecidos con pentotal, previamente embarcados con el engaño de ser llevados a otro destino que no fuese la muerte que les aguardaba. Estampados contra la superficie acuática, devorados sus restos por las criaturas marinas, los cuerpos de esos hombres y mujeres no serían, en el imaginario de los dictadores, testimonio de sus crímenes, dejarían de existir incluso muertos.
   Las madres de la plaza de Mayo siguieron caminando alrededor de la Pirámide una vez por semana, como el primer día. Su coraje y el de  tantos otros argentinos evitaron el olvido. Y quienes quisieron borrar las huellas de la memoria de aquellos tiempos oscuros, hoy, paradójicamente, la perpetúan, cumpliendo condena en las cárceles. 

3 comentarios:

  1. Las luces y las sombras. Hasta ahora, nos has mostrado las luces de una ciudad mítica. Tenían que salir las sombras de una época negra y triste que no debemos olvidar.
    Un beso.

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    1. Nos llevan ventaja en cuanto a memoria histórica se refiere...
      Un abrazo fuerte, Rosa

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