UN
ESCUDO CONTRA NOSOTROS MISMOS
Lo
ha dicho la señora Úrsula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea,
que Grecia es nuestro escudo en estos tiempos, y yo estoy mascando ortigas,
como Max Estrella, el personaje valleinclanesco, cuando se entera de que las
fuerzas del orden se excusan en la ley de fugas para asesinar a un preso
anarquista. Un escudo es un arma, que se utilizaba en situaciones bélicas para
protegerse de agresiones de enemigos. Hay, por tanto, un mensaje que subyace en
las palabras de la mandataria, que habla en nombre, no lo olvidemos, de los
ciudadanos de la Unión Europea. Vivimos en peligro y los helenos nos defienden.
¿Y quiénes son esos sujetos que nos asaltan?
Los hemos visto en fotografías de los periódicos, en los telediarios, en los
escasos huecos que les quedan libres a los medios de prensa después de llenar
páginas con el coronavirus. Y se me ocurren mil palabras para definirlos, y
ninguna tiene que ver con hostilidad o amenaza. A veces los entrevemos tras
plásticos transparentes que han tendido a modo de precarias tiendas de campaña,
o tratando de espantar el frío con pequeñas fogatas. También escapando de los
gases que les lanza la policía (ésa que, según la presidenta, nos defiende), o quejándose
de que los golpean y les roban, si consiguen pasar a Grecia, los móviles, el
dinero, incluso la ropa, antes de devolverlos de inmediato a Turquía. Alguno ha
perecido, víctima de la represión. Entre esos desasistidos hay numerosos niños,
bebés que lloran o tosen casi asfixiados por el humo tóxico en brazos de los
adultos. No faltará quien responsabilice a esos padres por haber puesto en
riesgo a sus criaturas, que miran con caritas de frío o de susto y a menudo
lloran. Nada tranquiliza tanto la
conciencia como disponer de alguien a quien echar la culpa. Pero qué
otra cosa podían hacer sino tratar de poner en salvo a los suyos. Muchos son
sirios, afganos, eritreos, iraquíes, somalíes... Huyen de la guerra, del hambre…
¿Actuaríamos de distinta forma los europeos, si estuviésemos en su lugar?
Llegan a nuestras fronteras sin ánimo alguno de hacernos daño, ni de quitarnos
nada. Son ellos quienes necesitan amparo, no nosotros, señora von der Leye,
señores dirigentes de una Europa que cada día hacen ustedes menos nuestra con su insolidaridad.
Grecia es el escudo contra los que huyen de la guerra en Siria; España e Italia, de los que huyen de las guerras y de la miseria en África. Mientras pongamos escudos en lugar de solidaridad y reparto, vamos a necesitar más escudos de los que tenemos disponibles, pero así es el capitalismo. El capital deja de serlo si se reparte. Tiene que estar acumulado en pocas manos que, para su desgracia (de los migrantes) y nuestra buena fortuna, han caído de nuestro lado.
ResponderEliminarNo soy creyente, pero que Dios los coja confesados.
Un beso.
Tiene que haber otra Europa, que se conmueva y rabie, y que no pierda la memoria y se ensimisme. Pero qué difícil es dar con ella y qué imprescindible, sin embargo...
EliminarEs terrible lo que pasa y que aunque hay mucha gente ayudando lo que pasa esa pobre gente es la irresponsabilidad de los mandatarios de otros lugares de Europa, si se repartieran en pequeñas familias poco a poco podrían salir de ese gueto y vivir con una cierta tranquilidad. Un abrazo.
ResponderEliminarResulta indigno e injusto, impropio de países civilizados, lo que se está haciendo con quienes pretenden hallar comprensión y refugio en Europa. Ver a niños y adultos sufrir a sus puertas es cada día más insoportable, Mamen.
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