martes, 23 de agosto de 2022

 

“El viaje a los cien universos”, de María Toca

 

   Me gustan esas novelas a cuyos protagonistas siento que podría tropezármelos cualquier día, tal ha sido el acierto con que han sido creados que los tendría por personas. Los conozco bien, porque me ha sido dado asomarme a su vida y a su mente. Sé de su carácter, sus pensamientos y valores, su relación con los demás, sus reacciones. Tampoco se me escapan los contextos que habitan.

   Viene a cuento esta digresión porque termino la lectura de “El viaje de los cien universos” y constato que Clara Pacheco es uno de esos personajes. Trae consigo, además, un entorno de gentes, pero también de situaciones históricas oportunamente aludidas, que en alguna manera la influyen y explican el mundo en que se desenvuelve: la España de posguerra y segunda mitad del siglo XX.  Nadie es sin su circunstancia, tampoco en esta ficción.

   Merecen la pena las descripciones de esta obra por su precisión, aunque a mí me llamen más la atención cuando evocan impresiones o percepciones sensoriales. En cuanto a los personajes, no se detiene María Toca en el aspecto exterior, ni relata desde fuera, como podría si adoptase el papel de mero testigo de los hechos. Estamos ante una novela introspectiva, de narrador omnisciente, que ahonda minuciosamente en caracteres y sentimientos: de la protagonista sobre todo, pero también de quienes van surgiendo en su periplo vital. Estos aportan, por otra parte, una visión particular de ella, lo cual amplía su caracterización.

   El viaje de los cien universos da cuenta de la historia de una ambición o, lo que en este caso es lo mismo, de una superación constante, de una búsqueda que no detendrá a Clara Pacheco hasta alcanzar lo más alto, con una infancia humilde en una apartada aldea cántabra como punto de partida. Me resulta llamativa su capacidad para aprovechar cualquier oportunidad que se le presente, que no le llega porque sí, sino porque va a por ella. En ese camino con iniciales e importantes renuncias afectivas que no parecen afectarla, se procurará apoyos de hombres y mujeres que vayan facilitándole la subida de peldaños. He creído ver en su forma de actuar con los demás lo que llamaría un cierto desapego sentimental, que no lleva necesariamente aparejado el desentendimiento. Hay excepciones donde sí manifiesta un profundo cariño, como la relación especial que mantiene con el viejo maestro don Justo o con el torero Morenito de Córdoba. Llamativos me han resultado también, en este sentido, los reencuentros con personajes de su pasado, aunque en los casos más trascendentes no se produzcan a iniciativa suya.

   La estructura de la novela es en general lineal, cronológica. Y digo en general porque solo avanzado el relato cede ante otro argumento, con una coprotagonista venida de un ayer que Clara Pacheco ha dejado muy atrás, y que se intercala en el guion principal, transcurriendo en paralelo. Desde mi punto de vista, constituye un acierto ese desdoblamiento. En primer lugar, porque evita la reiteración del mismo esquema narrativo, ya que en un momento dado se le presenta a la protagonista otra persona importante de sus primeros años, sin que por ello se altere la unicidad de la trama. Y, sobre todo, porque da pie a conocer con mayor detalle a este nuevo-viejo personaje. Encima, se aumenta la tensión dramática a ojos vista. Sabemos que el desenlace se aproxima y percibimos que algo va a tener que ver en ello la confluencia, por lo demás anunciada, entre las dos historias.

   No terminaré esta reseña de “Viaje a los cien universos” sin aludir a un detalle que, pese a su importancia, no he citado hasta ahora y que no habrá pasado desapercibido. ¿En qué ha triunfado Clara Pacheco? El mundo de la cosmética y el embellecimiento de la mujer (del hombre en mucho menor grado) es el ámbito donde obtiene el éxito. Poco -y me parece que exagero en mi conocimiento al utilizar ese adverbio- sé yo de ese universo. Y, sin embargo, esta novela ha prendido mi interés. Mayor elogio no le puedo hacer.

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