domingo, 3 de febrero de 2013


LA MEZQUITA AZUL

Está en Estambul, cercana al mausoleo del sultán Ahmed I, que la mando edificar.
  Estilizados como agujas, sus seis minaretes juegan a ser aire. El patio, que atravesamos, es inmenso y porticado. En una fuente hexagonal, algunos fieles, todos hombres, practican sus abluciones: antes de orar han de limpiar de impurezas su cuerpo.
   Con los zapatos en una bolsa de plástico, pasamos adentro del templo. Las mujeres se embuten, además, en velos que les cubren la cabeza y los hombros, y que les han proporcionado en la entrada. Si fuesen musulmanas, habrían de separarse de los hombres para orar, ocultándose a sus ojos tras celosías.
   Sin imágenes ni reclinatorios, sin altares que la importunen, la mirada se expande en libertad y el espacio se agranda. El suelo es alfombra mullida, a la que solo ponen coto   muros lejanos. No suenan nuestros pasos y el silencio se amalgama con el aire. Apenas un susurro aislado, una tos reprimida, un grito de admiración que se sofoca enturbian esta paz muda. Ni siquiera los rezos la estorban, pues las plegarias se hacen de gestos o de palabras que la mente piensa.
   El protagonismo es del vacío y la claridad. Toda la mezquita es un inmenso receptáculo de luz. Solo nos faltan alas para creernos en mitad del firmamento. Un entramado de cúpulas llama a elevarse a la mirada y parece traer el cielo a la tierra. A acrecentar esa sensación etérea contribuye el sol, que pasa de amarillo a azul cuando se introduce en el interior de la mezquita. Artífices de ese milagro, numerosísimas vidrieras y azulejos pintados en tonos celestes domeñan sus rayos, alterando su color natural. A cambio, el astro rey subraya los más de cincuenta diseños de tulipanes, los cipreses, las flores o las frutas representados en la cerámica que manos desconocidas modelaron casi cuatro siglos atrás. O las letras arábigas que, escritas por los más afamados calígrafos, reproducen pasajes coránicos. Y, como si hiciera falta, el sol ve reforzada su labor de iluminación por lámparas de araña que penden de los techos y ocultan entre las perlas de cristal huevos de avestruz con que repeler a los insectos a los que se asemejan y a sus telas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario