NEONAZIS
Debe de ser terrible, despertarse
en medio de la noche a golpes.
La víctima de la que hablo dormía, o quizás solo permanecía en
duermevela: es muy difícil conciliar el sueño a la intemperie, refugiado en un
fotomatón, pues se trataba de un sin techo. Los supuestos agresores eran
cuatro, y fornidos, según muestra la
amplitud de sus espaldas, pues en la fotografía de prensa, obtenida esta semana
durante el juicio, aparecen retratados desde atrás. Su fuerza y el ensañamiento
con que presuntamente la utilizaron podrían explicar la gravedad de las
lesiones producidas: traumatismo craneoencefálico, hemorragia, y coma. Estuvo postrado
en cama 541 días. No se curó del todo. Los daños neurológicos le impiden
realizar por sí solo cualquier actividad relativamente complicada.
Él no les había hecho nada. Es decir, sí: su sola presencia en la calle
-¡ocupando un espacio público con su miseria a cuestas!- les molestaba. Aún
más, ¡les provocaba! Porque ha de considerarse que “Esto –el agredido, no los agresores- no son personas humanas”, en declaraciones del abogado de dos de los
(presuntos) energúmenos neonazis. Los indigentes son “parásitos de lo decente”,
“cánceres” que extirpar. “La mierda siempre se ha recogido”.
Sorprende que, en medio de ese alegato, el letrado se permita exculpar a
sus clientes, que “no han hecho nada. Solo pasaban por allí”, aquella madrugada
del 19 de agosto de 2009. ¿Por qué degradar, entonces, al apaleado? Una
elogiosa referencia que hace de Franco resulta, en cambio, todo menos extraña en ese contexto.
¿Qué siniestros complejos, personales o sociales, alimentan a quien argumenta
o actúa de esa manera, a los que solo se afirman en la humillación y/o la
violencia sobre el otro? Ciertamente, desposeer a un individuo o a un colectivo
de su condición humana revela la falta de humanidad de quien lo hace.
Pero creo que haríamos mal si
pensáramos que semejantes aberraciones son únicamente fruto de mentes
estrechas, intolerantes o extraviadas. Mejor no olvidar la Historia , que nos dice,
con mil ejemplos, adónde conduce la desvalorización o la negación del otro. Así,
seguramente, evitaremos el horror de que se repita.
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