viernes, 21 de junio de 2013

EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ, de Jonas Jonasson

Allan Karlson se evade, abriendo una ventana y descolgándose por un emparrado, de la residencia de ancianos donde vive, justo el día en que cumple 100 años. Me apresuro a aclarar que no es el único, ni siquiera el más llamativo despropósito de esta novela (aunque sí el primero, pues así comienza). Y no puedo evitar preguntarme por el motivo de su éxito (15 ediciones en 2012, cerca de dos millones de ejemplares vendidos).
   Será por el humor, casi inglés, que muestra en ciertos comentarios el autor, que por otra parte es sueco. O por la ligereza de su estilo. Quizás porque gusta a muchos leer la realidad planteada de otra manera, como ni fue ni es, imposible tal cual se nos ofrece, tanto en lo referido al pretérito como al presente narrativo. Porque la acción se estructura en dos tiempos que se van alternando, el ayer, que alude, en flash back, a la biografía del anciano, y lo que le sucede desde el momento de su huida del asilo.
   Prima en uno y otro plano la desmesura, propia de un disparatado discurrir.
   En su antes, Allan Karlson recorre el mundo, impulsado por sucesos cuyo control escapa a su voluntad, y tiene la oportunidad de participar en acontecimientos cruciales de buena parte del siglo XX y tomar contacto con quienes, desde puestos relevantes, los protagonizaron. Entre sus conocimientos, figuran nada menos que Franco, Truman, Stalin, Mao, De Gaulle...
   Nadie espere, pese a tales apariciones, una ocasión para remozar sus conocimientos de Historia. Se caricaturiza a los personajes, se distorsionan situaciones, en un devenir, más que inverosímil, totalmente disparatado. El propósito parece ser que el lector se desternille de risa. Porque, aunque se perciban toques críticos, la superficialidad de la pintura de toda una época termina por ahogarlos en la banalidad.
    En cuanto a la otra línea argumental, la del después de este centenario tras su fuga, se configura en torno a peripecias no menos abracadabrantes. También aquí la comicidad se sustenta en un sucederse de hechos descabellados, si bien las gentes con que se topa se dirían corrientes, de no ser por características peculiares que los alejan definitivamente del común.
   Realza el interés de esta parte de la trama que se torne policíaca. Las fuerzas de la ley y la prensa les pisan los talones, al anciano y a la original cuadrilla que se le une y con la que va dando motivos más que sobrados –y siempre delirantes- no ya para que lo busquen, sino para que lo persigan. Esta segunda vertiente del argumento ha sido para mí mejor que la primera, que creo perfectamente prescindible. Aunque el autor vulnerase, al ahorrársela a los lectores, uno de esos principios que parecen sagrados en los best seller, su extensión. Y por más que hubiera de cambiar el final de la novela, donde el futuro de Allan Karlson se aparece como beneficiario de su pasado. 

1 comentario:

  1. Coincido con esta crítica. El personaje, por viejo, es divertido, pero en la novela sobran páginas y falta calidad literaria.

    ResponderEliminar