domingo, 16 de marzo de 2014

MIL SOLES ESPLÉNDIDOS, de Khaled Hosseini

De esta novela me cautivó, antes que nada, el estilo. Sobre todo, por su claridad. Es de una transparencia llamativa. Parece paradójico, pero siendo tan cristalino fuerza a centrarse en él, atrae como el agua pura de un río de montaña. Esa que, bajo su temblor, muestra, sin artificio alguno, el fondo pedregoso del lecho y lo tiñe de frescura.
   Lo narrado con semejante naturalidad nos acerca a un mundo desconocido, como si nos situase tras una ventana, más aún, como si derribase muros y desvelase secretos. Los secretos de la cotidianidad en Afganistán. Muchas veces me he preguntado cómo vivirían de puertas adentro sus gentes, qué sentirían, en particular, las mujeres en ese mundo de hombres. Y ya tengo al menos una respuesta.
   Se novela la vida de dos hogares, y, posteriormente, de un tercero. Aunque llamarles hogares tal vez sea un decir exagerado. Están mediatizados, el uno por los prejuicios, que obligan a la pequeña Mariam y a su madre al apartamiento, por ser la niña una harami, una hija ilegítima. A la otra familia, la de Laila, la determina el momento atormentado de un país siempre en guerra. El último espacio doméstico, el del zapatero Rashid, al que ambas muchachas se verán abocadas, estará dominado por la violencia, la reclusión y el machismo.
   Pero entre tanta devastación, también asoma la ternura, se despierta la rebeldía,  aflorará la solidaridad entre las mujeres. Las mujeres… Ellas son las verdaderas protagonistas de esta narración. Hay que agradecerle a Khaled Husseini que nos las haya desvelado. Aunque, más allá del burka, descubramos a menudo el sufrimiento y la angustia.
   Me gusta que los personajes no sean tan planos como suelen presentársenos en una historia de buenos y malos, aunque haber, los haya. ¡Si hasta ese monumento a la brutalidad que es Rashid se permite embobarse con su pequeño y hacerle mimos!
   Asombra la delicadeza en el contar, que llama a la sensibilidad del lector, sin caer en lo sensiblero o melodramático, por duras o emotivas que sean las situaciones que se recrean. Y es de agradecer que al final se abra un espacio a la esperanza.
   ¿Queréis más? Pues hasta podéis imaginar a qué saben sus comidas, conocer algunas de sus tradiciones, sorprenderos con supersticiones, aprender historia viva.
   Ya os estoy viendo, camino de una biblioteca o una librería. Haréis bien. 

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