jueves, 15 de octubre de 2015

MAMÁ ÁFRICA (15): EN TORNO A LA HOGUERA

Cuando la única luz era ya la del fuego, nos sentábamos rodeando troncos en llamas. Eso sucedía si estábamos acampados, allá donde no había más que nosotros. Era la hora de la cena, que luego se prolongaba en conversaciones y risas. Quizás el entorno oscuro estuviese poblado de seres poco de fiar, pero no se acercarían a donde ardía una hoguera. Comentábamos las anécdotas del día, planificábamos el mañana, aprendíamos los unos de los otros y nos conocíamos mejor. Y cuando dormimos en la isla de Kao, en el delta del Okavango, cantamos y oímos cantar.
   Primero empezaron ellos, nuestros guías y barqueros africanos de la tribu bayei. Todavía no se han ido de mis ojos. Los vi, cómo irrumpían en el círculo iluminado, como figuras desgajadas de la negrura de la noche, de la que salieron, marchando en formación de tres en fondo. Danzaban al desplazarse, al son de un ritmo reiterado, que se hacía de sus voces graves,  entonadas al unísono. Las mujeres realzaban la plasticidad de la escena con un vaivén de caderas, que volvía más notorio el faldellín vegetal que las ceñía. La música parecía materializarse a su paso y yo sentía que mis manos habían sido hechas tan sólo para el aplauso.
   Después de un tiempo que no sabría medir, porque es difícil cuantificarlo cuando se colma de emociones, ellos trocaron su papel de actores por el de espectadores. Había llegado nuestro turno. Era claro que coralmente no estábamos, ni de lejos, a su altura, pero contábamos con dos voces femeninas que rompían el aire con sus agudos o remedaban gospelianos ecos. Escuchando las interpretaciones sucesivas de la una y de la otra, creo que no me acordé ni de respirar, por no perder una nota. Experimentaba el extraordinario privilegio de asistir a un concierto operístico en medio de la naturaleza salvaje del Okavango, como si estuviera ante un escenario mágico. No sé si los hipopótamos dejaron de roncar y las hienas sus risas, o sólo fue que yo me olvidé de  oírlos…
   Aquella noche todavía resuena en mis oídos.  

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