viernes, 13 de mayo de 2016

ESA SEÑORA NEGRA…

Habréis visto, sin duda, una imagen que ha dado la vuelta al mundo. Fue tomada hace unos días en la ciudad sueca de Borlänge, por el fotógrafo David Lagerlöf.
   Reproduce una situación que transcurre en una calle. A la  izquierda de la foto, tres individuos  parecen encabezar un desfile (el texto informativo adyacente habla de que, en efecto, los siguen trescientos más). Van uniformados, con camisa blanca y pantalón oscuro. Su complexión es recia, son tipos fornidos. Marchan ocupando el centro de la calzada, muy erguidos, con determinación y hosco semblante.
   Si al menos fuera la vergüenza lo que hace huir la sonrisa de sus bocas... Pero no, que  en ese rictus serio tan sólo halla acomodo la agresividad. Ahí están, proclamando, desafiantes e impositivos, sus malas intenciones.
   Se trata de neonazis, que se manifiestan, hostiles, contra el derecho de la gente a inmigrar o a buscar refugio en Europa, Suecia incluida.
   Justo ante esos sujetos, a muy escasos pasos, se distingue a una persona. No camina en la misma dirección, no les da la espalda, se les encara. Si ellos son hombres, ella es mujer. Podría bastar su presencia y su negritud, porque es negra, para expresar plásticamente el rechazo al racismo, la xenofobia, que vienen del otro lado. Pero enarbola, además, un puño cerrado y algo grita, allí, sola, frente por frente a los impeesentables. Ella, que es delgada, mucho más débil físicamente, llena de color y de fuerza la escena… A mí me recuerda aquella otra instantánea de hace años hecha en la plaza china de Tiannamen, donde un ciudadano se planta ante una columna de tanques.
   Es la belleza de la fragilidad enfrentada a la brutalidad que habita entre nosotros.
   Habrá quien califique la actitud de esa señora de temeraria, de insensata, incluso. A mí me recuerda, simplemente, la existencia de otra Europa, que rechaza la intolerancia y la insolidaridad, y me dice que no todo está perdido mientras haya gente como ella. Gestos como el suyo nos dignifican a todos y nos permiten reconocernos como seres humanos.

    Cuando salió de la pantalla de mi ordenador a alegrarme el día, pensé que me gustaría ser esa mujer negra que, por cierto, se llama Tess Asplund. 

3 comentarios:

  1. Pues te felicito porque yo no tengo valor para querer ser esa mujer. Me aterra la violencia, me aterra el dolor físico; no valgo para heroína. Pero tienes razón en que eso es la muestra de que algo aún puede merecer la pena en este mundo egoísta, injusto e insolidario.
    Un abrazo.

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  3. Yo creo que, en según qué circunstancias, todos podemos hacer cosas que quizás nunca pensaríamos que seríamos capaces de llevar a cabo. Y, en todo caso, hay muchas otras formas, no tan arriesgadas, de mostrar nuestra oposición a "este mundo egoísta, injusto e insolidario" que citas...
    Un abrazo fuerte, Rosa

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