lunes, 19 de noviembre de 2018

LUCES DE BOHEMIA, de Ramón María del Valle-Inclán

Esta vez no la leí, como sí había hecho en ocasiones anteriores. La escuché, la vi sobre el escenario del María Guerrero, en Madrid. El recinto es un elogio a la hermosura, con palcos que vuelan sobre la platea, butacas vestidas de rojo y dorados adornando frontales y techumbre. A uno, que es un clásico, le gustan sobremanera estos teatros concebidos al modo italiano.
   Me arrellané en mi asiento, con la curiosidad de averiguar cómo el Centro Dramático Nacional llevaría a escena una obra que siempre he considerado grande entre las grandes, maestra, y de muy difícil representación.
   Luces de Bohemia da cuenta del viaje desgarrado de un poeta ciego –Max Estrella- por los entresijos del Madrid de los primeros años del siglo pasado, con la guía de un canalla ilustrado, don Latino de Híspalis. Durante la noche en que transcurre el recorrido le saldrán al encuentro, o él mismo los buscará, variados y a menudo estrafalarios personajes (desde la marquesa del Tango, que vende lotería por las calles, a don Paco, ministro de la Gobernación; desde un preso, obrero catalán que sabe que le aplicarán la ley de fugas, a Rubén Darío o unas prostitutas), se sumergirá en ambientes diversos (la librería de Zaratustra, la taberna de Pica Lagartos, un calabozo, las calles), y vivirá situaciones que, si a veces son grotescas, por momentos se revisten de un extremo dramatismo.
   Sorprende la técnica utilizada por Valle-Inclán, de un expresionismo feroz, y que él mismo bautizaría como Esperpento. En palabras del propio Max Estrella: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada […] Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas”.
   Véase, por ejemplo, cómo se presenta al ministro de la Gobernación:
“Su Excelencia abre la puerta de su despacho y asoma en mangas de camisa, la bragueta desabrochada, el chaleco suelto, y los quevedos pendientes de un cordón, como dos ojos absurdos bailándole sobre la panza.
   Un retrato que nada tiene que envidiar al de don Filiberto:
“Al extremo, fuma y escribe un hombre calvo, el eterno redactor del perfil triste, el gabán con flecos, los dedos de gancho y las uñas entintadas”.
   O al de El Conserje, del mismo periódico, “vejete renegado, bigotudo, tripón, parejo de aquellos bizarros coroneles que en las procesiones se caen del caballo. Un enorme parecido que extravaga”. (Adviértase, de paso, cómo la degradación afecta también a los coroneles con que se compara al Conserje).
   ¿Toda “la vida miserable de España” de la época aparece tratada de igual modo? No. Llaman la atención personajes trágicamente ennoblecidos, como el Preso o la “mujer, despechugada y ronca” que “tiene en los brazos a su niño muerto, la sien traspasada por el agujero de una bala”. Aquí no hay fanttoches, muñecos de guiñol: hay gentes que sufren la España bárbara y brutal. Como sucede con la mujer y la hija del propio Max Estrella, o con éste mismo. Y hace aún mayor el drama que se representa saber que quienes lo protagonizan en la ficción tuvieron su correlato, su alter ego, en la vida real. Es al país a quien se caricaturiza y desfigura, para, paradójicamente, poner de relieve su ser.
    ¿Qué decir del lenguaje? Tanto en las acotaciones como en los diálogos, destaca por su riqueza y por la variedad de sus registros. Gitanismos y modismos del habla popular madrileña conviven con latinismos y expresiones que son citas literarias. Valle-Inclán era un verdadero estilista, que trabaja la lengua como un artesano y deviene en artista. ¡Cuánto me gusta! Quizás ese sentimiento me ha hecho olvidar que mi primera intención al escribir esta entrada del blog era hablar de la escenificación que de esta obra vi en el María Guerrero. Lo recuerdo ahora, cuando ya es tarde. 

2 comentarios:

  1. He leído "Luces de bohemia" un par de veces. Hace ya muchos años, por lo que mi recuerdo es muy parcial y está desdibujado por el tiempo, pero entre lo que recuerdo, y lo que nos recuerdas, me doy cuenta de que esta España de principios del XXI ha perdido, con respecto a la de principios del XX, el toque romántico y literario y ha ganado mucho en frialdad vulgar y chabacanería. En definitiva, teniéndolo todo para ser mejor, ha devenido en peor (no en lo que a pobreza se refiere; en eso, aún estamos un poquitín mejor, aunque todo es cuestión de darle tiempo al tiempo, nunca mejor dicho.)
    Un beso.

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  2. Además de su temática, me atrajo de esta obra el estilo de Valle-Inclán. Está muy alejado del preciosismo modernista de sus Sonatas. Y, sin embargo, se vincula a ellas por su trabajo, bien que en dirección muy diferente, perfeccionista en el uso del lenguaje, que degrada en un caso e idealiza en el otro. En ambos, el resultado me parece espléndido. Anímate. Merece la pena releerlo.
    Un abrazo de los fuertes

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