MAMÁ
ÁFRICA (21): HIPOPÓTAMO CON ARGUMENTO
El
río Khwai burlaba a la vista, discurría
plácido, casi se volvía remanso, como si faltase corriente a su caudal. En una
de las orillas estábamos nosotros, pie en tierra, fuera del jeep. Frente por
frente, del otro lado del cauce, el agua calma duplica en su espejo a una
manada numerosa de hipopótamos salidos de su seno.
Están inmóviles, como queriendo no espantar
al sol de media mañana, que los acaricia con tibieza. Con un gregarismo que
envidiarían las ovejas, se aprietan tanto unos contra otros que o bien sienten
frío o bien se quieren mucho.
Son como de temblorosa gelatina, mantecosas
masas de carne que de milagro no se desparramase, contenida por una piel
negruzca, frágil en su lisura. Parecen, fofos y sin músculo ni velocidad, en
remedo engañoso de sí mismos, apacibles vecinos de un espacio fluvial
amigablemente compartido. Contemplándolos, apetece hacer oídos sordos a la mala
fama de agresividad que arrastran, olvidar que son los animales salvajes que acaban
con más vidas humanas en África.
Una cría muy pequeña anda entre las moles de
sus mayores, donde halla protección a su desvalimiento y acomodo para sus
juegos. Es una estampa familiar, que todos observamos con indisimulada ternura.
Contrasta esa imagen amable con otra
presencia, ésta inquietante. A unos cien metros, ribera abajo, un adulto
permanece aislado, en actitud que lleva
a pensar en un apartamiento no elegido. Produce la sensación de que encoge su
tamaño, como si doblase la chepa y, caído de hombros, humillando la testuz, se
hiciese menor. Se diría que, aun distante, inmóvil como está, busca el calor de
sus congéneres, aunque únicamente lo haga con los ojos, que los miran de hito
en hito, con la tristeza y el desamparo de los repudiados. Lastima esa
exhibición de afligida soledad frente al grupo, que lo ignora.
De pronto, caigo en la cuenta de que el
protagonismo no está en el rebaño. El personaje principal pasa a ser para mí
este otro, tan fuera del mundo de los suyos. “Aquí hay una historia”, me digo,
e imagino un argumento con la frustración de un príncipe que aspiraba a reinar
o, por el contrario, un monarca destronado. Y el escenario apacible que tenemos
delante, roto por olas de espuma, que se elevan al compás de un desaforado
combate.
Acaso esta ficción haya formado, también, parte
del paisaje…
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