VOX: NI AGUA, AUN SI SUPLANTADO
Imagínate
una tarde de domingo, en casa, relajado, embutido en bata y zapatillas. Te las
prometes muy felices. Vas a compartir la jornada con tu mujer y tu hijo, que ya
ha aprendido a reclamar vuestra atención balbuceando desde su lengua de trapo.
Nunca se cansa de que juguéis con él.
Llaman a la puerta, abres. Son dos hombres,
uno joven, el otro peina canas. Llevan una bolsa blanca, de plástico. En un español
sin acento foráneo (quiere decirse que no son extranjeros), te dicen que son
del banco de alimentos de Vox, preguntan si puedes colaborar. Hombre, pues a
ver.
Se me ocurre al pronto que igual son
suplantadores, que se hacen pasar por elementos ultras, de extrema derecha,
para hacerse fraudulentamente con un botín. No me convenzo del todo a mí mismo
con esa suposición. De un lado, si les dieran algo, el beneficio obtenido por
fuerza sería exiguo. Y para propio consumo tampoco querrán un paquete de arroz
o una botella de aceite. Ahí están el banco de alimentos de verdad, o la cocina
económica, ongs que socorren a necesitados, donde podrían recurrir en busca de
auxilio.
Por otra parte, buena ocurrencia no parece
el presentarse en nombre de Vox, una organización con una pésima fama entre
mucha gente de este país. Me cuento entre quienes sienten ante sus postulados
retrógrados no sólo repudio, sino la mayor de las repulsiones. Se me hace
difícil pensar que un timador se haga pasar por ellos para obtener nada de
nadie (salvo que vayan a tiro fijo, al domicilio de simpatizantes, que por
desgracia los tienen).
Pero entonces, si no se trata realmente de
un engaño, ¿serán ese par de individuos quienes dicen ser? Y si fuera así, ¿no
deberían advertir a los potenciales donantes de adónde no irán a parar sus
dádivas? A tono con sus habituales declaraciones y posicionamientos xenófobos,
no los vería yo distribuyendo sin discriminación alguna las ayudas entre los
necesitados. ¿A inmigrantes sin papeles, menores extranjeros no acompañados?
¡Uf! Casaría mejor con sus planteamientos que se las entregasen exclusivamente
a pobres de aquí y que, además, se lo hicieran saber...
Llegado a este punto de mis divagaciones,
debo reconocer que preferiría que quienes timbraron en el domicilio de mis
amigos fueran unos impostores. Pero no sé.
Menuda situación planteas. Desde luego, lo mejor es no darles ni agua, como bien dices en tu título.
ResponderEliminarMe los imagino buscando pobres autóctonos que hablen castellano sin ningún atisbo de acento. Les pedirían hasta la partida de nacimiento. Y, por supuesto, indagarían en su ideología nos e les vaya a escapar una ayuda a algún español desagradecido que no simpatice con Franco y sus postulados. Lo que puede pasar...
Un beso y feliz año.
Compuse el artículo a partir de una situación real...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte