martes, 14 de enero de 2025

 NO,  ESTO NO ES UNA GUERRA

Omar, de 9 años, se esfuerza en mantener cerrados los ojos durante tiempo y tiempo. No es que no quiera ver algo, sino justamente lo contrario: intenta desesperadamente que no se borren de su mente las imágenes de sus padres y su hermano gemelo. La memoria es el único lugar en que los podrá hallar en adelante. Fuera de sí, en el mundo real, ya no podrá encontrarlos. El ejército israelí se los ha arrebatado para siempre, lo han dejado huérfano y, a la vez, lo ha privado de ese otro ser que era igual a él. Omar es un superviviente sólo porque no hay una palabra que nombre a los muertos en vida. Como esos otros que, pobrecitos, entablan, alucinados, perdidos, conversaciones con sus familiares, que ya jamás responderán a sus voces. Ocurre, también, en Gaza. Debe de hacérseles imposible que no estén, que haya desaparecido el oído que los escuchaba, la mano a la que aferrarse, una reconvención o una sonrisa: todo lo que un niño necesita y de lo que una bomba, un misil, disparos de soldados de Israel les han despojado al matar a sus padres. A veces, los militares de Netanyahu y los suyos se meten incluso en los sueños de los pequeños de la Franja para convertirlos en pesadillas. Cuenta la madre de una de estas criaturas que su hijita grita a menudo cuando despierta y corre despavorida por la casa, y es que, dormida, se ha visto sepultada bajo los cascotes a que cree reducida su casa. ¡Ha contemplado tanta destrucción en su entorno, que imagina que ya le ha llegado el turno a ella! ¿Y qué decir de otro niño del que informa la cadena Al Jazeera? Está preocupado. Quiere jugar al balón, y no puede. ¿Le crecerá el brazo que le han amputado como consecuencia de las heridas de un ataque israelí?, pregunta. ¡Necesita los dos!

domingo, 29 de diciembre de 2024

NETANYAHU, HERODES DE NUESTROS DÍAS

 

NETANYAHU, HERODES DE NUESTROS DÍAS

  

Nunca había oído ese nombre, Hind Rajab. Supe de que existía por la prensa, el pasado febrero, al tiempo que conocía que la así nombrada ya no respondería nunca por más que se la llamase, aunque se elevase mucho la voz.

Era una pequeñita palestina de 5 años que viajaba en coche con sus tíos y cuatro primos (de 15 años la mayor), que huían de Gaza capital en busca de un lugar seguro donde refugiarse. Soldados de Israel abrieron fuego contra el vehículo y dieron muerte a todos sus ocupantes, si bien ella tardó unas horas en fallecer. Miembros de la Media Luna Roja y su propia madre escucharon mientras tanto cómo les suplicaba que acudieran en su auxilio. Por teléfono, les llegaba su angustia. “Ven, recógeme”, les pedía. Tenía hambre y sed, estaba herida, temía a la oscuridad que se avecinaba por entre un fondo de disparos. Cuando el ejército de Israel se retiró, doce días después, atrás quedaba, ya sin vida, Hind Rajab. El automóvil estaba, como sus ocupantes, cosido a tiros. Cerca, dos sanitarios que habían acudido al rescate en una ambulancia, habían sido igualmente acribillados.

Qué difícil resulta poner cara a un número, romper la frialdad de una cifra, visibilizar a quien hay detrás. Digo esto porque he leído que el ejército israelí ha matado ya, cuando aún no terminó diciembre, a 17.000 niños en la franja de Gaza. Detrás de cada uno, de cada una de estas criaturas, hay una historia. La de Hind Rajab (y sus cuatro primos), por ejemplo, es sólo una de ellas.

jueves, 26 de diciembre de 2024

GAZA, UN GENOCIDIO QUE NO CESA


Un ejército ocupa todos los espacios de Gaza. Los cuatro puntos cardinales saben de él, ninguno se libra de su presencia. 45.000 efectivos lo componen cuando aún no ha terminado diciembre de 2024, pero a medida que avanzan los días ese número no para de incrementarse. Desmembrados y sangrantes los más, o reducidos por el hambre y la sed hasta constituirse en pálido reflejo de sí mismos, sus componentes a nadie infundirían miedo. No sólo porque buena parte son niños, que, en lugar de abrir los ojos para descubrir el mundo, los desencajaron ante el horror. Es que, además, sin haber emprendido batalla alguna, todos, familias enteras, han sido derrotados, están muertos. Y, sin embargo, los vencedores ignoran que el poder de estos desdichados radica, precisamente, en su condición de víctimas. No portan balas o bombas como las que los mataron, nunca las llevaron consigo; pero tienen, no obstante, más allá de la vida, mejores armas que enfrentar al asedio o la metralla que terminaron con su existencia: sus historias, inacabadas, una tras otra, por el Estado de Israel. ¿O acaso no nos conmoverán, no nos indignarán esas biografías truncadas, tantas ilusiones rotas? ¿No son suficiente motivo para moverse, para llenar calles y plazas, exigir el cese de la matanza y aislar y conducir ante el Tribunal Penal Internacional a los verdugos, ésos que, cuando hablan de animales humanos para referirse a los palestinos que masacran, lo dicen situados ante un espejo que los refleja?


lunes, 7 de agosto de 2023

 UNA TARDE DE PAJAREO EN MONFRAGÜE

(Mayo, 2023)


Veo un pájaro que va muy alto, pero me llama la atención, sobre todo, su velocidad. No lo pierdo de vista enseguida porque, andando el cielo, va y viene, como poseído por un afán lúdico o como si se estuviera entrenando para empresa más lucrativa. Lo busco con los prismáticos y cuando consigo esquivar al bando de buitres que sobrevuela, verifico su identidad de halcón peregrino. Un rato se está en ese aire, antes de perderse en pos de horizontes lejanos. En tanto, entre la pléyade de leonados se ha colado uno negro, que parecería otro más, de no ser por su mayor envergadura, su cola en cuña y el color. No puedo admirarlo mucho tiempo, que en el acantilado que tengo enfrente me reclama un crotorar conocido, sólo que estas cigüeñas que han buscado para anidar el Salto del Gitano, que se desploma sobre el río Tajo, no son blancas, como las de los campanarios, sino negras. A sus pollitos, en cambio, parece haberles caído nieve encima. Me regalan una imagen tierna, rebullendo entre el rojo de las patas de alambre de sus progenitores.
Siempre me cuesta abandonar este roquedo, aunque sea con la intriga de saber qué nuevos e insospechados encuentros me aguardarán. Como para premiar ese sacrificio, al poco de tomar una bifurcación que se abre en la carretera a Plasencia, en las proximidades de Villarreal de San Carlos, me llama la atención un cicleo. No iban las águilas a hurtarme su imagen en éste que parece ser mi día de suerte (en el que mucho he de agradecer a Chus y Gerardo, amigos biólogos que me acompañan). Dos culebreras, incansables, trazan círculos en las alturas. Las miro y las remiro, sin hacer caso a las advertencias que me envía el cuello, quizás amenazándome con una inminente tortícolis. Será a la postre otro avistamiento el que me arrancará de tan obsesiva contemplación.
Son también una pareja de rapaces las que descansan sobre el travesaño de una torreta de alta tensión. Una al lado de la otra, encaran un sol tardío abandonándose al roce de la brisa que viene del sur. Se dirían pacíficas vecinas del encinar que tupe las laderas y corona las cumbres de montañas bajas de un entorno verde, que se torna azul en las aguas del Tiétar, ya muy próximo a entregarse al Tajo. Engañan, no obstante, las apariencias. Su placidez esconde una agresividad que en nada envidia, si no la supera, a la de reales o imperiales. Son dos perdiceras, que deben tener el buche lleno para estar tan despreocupadas por llenarlo.
Más tarde, en las inmediaciones de las Portillas del Tiétar, la disposición en extraplomo de una roca sobre el río ofrece techo a un nido de cigüeña negra. Bajo su estructura de embudo se refugia otro, éste de alimoche. Algo hay en la pinta de este último que me evoca siempre la figura de un viejo, pero no sabría decir qué. Concierne a su físico, a su cabeza, quizás a la disposición de los ojos... Eso ando dilucidando cuando me advierten de que dirija los prismáticos al espacio que hay detrás de mí. A unos cientos de metros de jarales florecidos, un enorme buitre negro hace posadero de la quima de un árbol del que parece formar parte, tal es su quietud.
Podría ser su descubrimiento el final de una salida ornitológica ya muy afortunada. Pero será unos cientos de metros más allá, en Las Portillas del Tiétar donde nuestra suerte pondrá la guinda al pastel que llevamos horas saboreando. Colonizan las escarpaduras de este paredón buena cantidad de buitres leonados. Venimos buscando, sin embargo, otra cosa, que el telescopio nos trae. Semejan oscuras excrecencias que sobresalen de la piedra, como extrañas formas esféricas. Pero tienen ojos, muy bellos, de un color anaranjado y, convertido en aliado, el aire les remueve las plumas: ¡Son pollos de búho real!

Cuando la tarde se va, y nosotros con ella, yo me los llevo en las pupilas. Y, de fondo, a tantas aves como nos han salido al paso.

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domingo, 30 de julio de 2023

 

LA MUJER DE LA SILLA DE RUEDAS

 

Iba por el centro de la ciudad espoleado por una de mis prisas, que, no obstante, había de retener. La acera no era muy ancha y que estuviera muy concurrida no ayudaba a avanzar con rapidez. Y todavía hube de ralentizar, enseguida, aún más, mis pasos. Acababa de encontrarme con una silla de ruedas, cuya marcha era más lenta que la mía.

   En cualquier otra circunstancia, hubiera hecho malabarismos por sobrepasarla. Pero no lo hice: algo había en ella que me llevó a acompasar mi andar al suyo, y no fue su ocupante. Éste era un anciano que mostraba signos evidentes de hallarse imposibilitado para desplazarse por sí mismo. Nada que resultara extraño. La población envejece y cada vez se vuelven más notorias en las calles de nuestras ciudades las consecuencias de esa longevidad. Así que no fue eso lo que llamó mi atención y aplazó por un momento mis urgencias. Es que había reparado más en quien empujaba que en su carga.

   Todo en aquella mujer denotaba lo penoso que le resultaba el esfuerzo que hacía. Fijaba la mirada, como si la hubiera perdido en un infinito cansancio. Inclinaba el cuerpo hasta dibujar una pronunciada curvatura en el aire y las manos, nervudas y engarfiadas, se agarraban de tal modo a la barra trasera de la silla de ruedas que más parecían aferrarse a un andador buscando sujeción para no dar con sus huesos en tierra que un asidero para impulsar el vehículo hacia delante. No debía de pesar casi nada, pues la carne apenas le daba para cubrir el esqueleto. Coronaba su pequeña figura una mata de pelo ralo y blanquecino. La boca se le abría sin hablar, tan solo jadeaba por la fatiga. Calculé que no volvería a cumplir los ochenta años.

   No podría decir si había más de ternura o de patetismo en la escena. De lo que sí estoy seguro es de que la una y el otro estaban presentes.

lunes, 10 de julio de 2023

EL HOY QUE NO QUEREMOS AYER
 
Han transcurrido muchos años (estábamos en los 70 del siglo XX) y aún no lo he olvidado. Yo era un joven profesor de Literatura en el por entonces instituto femenino de Avilés. Había venido al centro un inspector de Educación, cuyo nombre no recuerdo. Se mostró francamente indignado ante varios docentes, entre los cuales me hallaba. ¿Y cuál era el motivo de tan mayúsculo enfado? No entendía cómo no habíamos dado al fuego un banco de madera que había visto en el patio de recreo. En su respaldo, alguien había escrito una leyenda que merecía no ya su desaprobación, sino la mayor de las condenas. Decía la inscripción: “La virginidad produce cáncer, vacúnate”. Me acuerdo de que no tuve que meditar la respuesta, me salió instantánea: ¿Deberíamos quemar también “La Celestina”, que descansaba en algún estante de la biblioteca y que, para mayor escándalo, dábamos a leer a las estudiantes, al menos fragmentariamente? Contaba yo con que aquellos tiempos bárbaros habían pasado a la Historia cuando veo en los periódicos noticias de este calibre: - Censurada en la programación del cine de verano la película infantil de animación de Pixer y Disney “Lightyear” por una secuencia en que aparecen besándose dos personajes femeninos. Sucedió en la localidad cántabra de Santa Cruz de Bezana. Ostenta la concejalía de Cultura VOX, y el PP la alcaldía. - En Valdemorillo (Madrid) ha sido vetada la representación de “Orlando”, adaptación de la novela homónima de Virginia Woolf que habla de un hombre que pasa a ser mujer y muestra la distinta forma de trato de la sociedad. La concejalía de Cultura recae también en este caso en VOX. Adivinad qué partido dirige el consistorio. - En Getafe, VOX exigió desde la oposición, aquí sin el resultado que apetecía, al Gobierno municipal (socialista) retirar las insinuaciones sexuales de la escenificación de “La villana de Getafe”, obra del Fénix de los Ingenios Españoles, Lope de Vega. - “El mar, visión de unos niños que no lo han visto nunca” es, también, teatro. Está basada en la figura del maestro republicano Antonio Benaiges, fusilado, como tantos otros de su profesión, en el verano de 1936. El nuevo alcalde de Briviesca (Burgos), del PP, ha cancelado la actuación. - En instituciones comandadas por el PP y VOX se han retirado banderas LGTBI. Cabe señalar que durante esas fechas se celebraba el Orgullo Gay. Y suma y sigue... ¿Y qué queréis que os diga? A mí me parece que esto es como si el bloque PP/VOX fuese desgranando medidas de su programa cultural. En la práctica del día a día, que es como mejor se entienden. Sólo les falta revelar a quién propondrían como ministro de Cultura si ganaran las próximas elecciones. Visto lo visto, el inspector que visitó en el instituto femenino de Avilés hace casi medio siglo podría ser un buen candidato al puesto. Como para no acudir a votar el 23 de julio…

viernes, 7 de julio de 2023

 

23 J: FRENTE AL PESIMISMO

Sólo si la izquierda no se moviliza ganará la derecha el 23 de julio. Una derecha muy escorada hacia el extremo, dispuesta a acabar con cualquier atisbo de progresismo que no encaje en su ideología, abiertamente reaccionaria: día tras día -en la constitución de ayuntamientos o parlamentos autonómicos, en sus declaraciones y actitudes- está dando pruebas de su talante. Me inquieta el pesimismo que parece haberse instaurado en muchos sectores de opinión, según el cual es prácticamente seguro que PP y VOX obtendrán la mayoría absoluta que necesitan para dar rienda suelta a sus desmanes. No se puede encarar una batalla con moral de perdedor. Salgamos a vencer y muy probablemente venceremos. Y no me refiero sólo a los partidos (yo no estoy en ninguno). También a las gentes de a pie, que contemplamos con horror la que podría venírsenos encima si no peleamos. Convirtámonos en militantes, no digo de carné, pero sí de ideas y de consecución de votos. Ésta no es únicamente una batalla a nivel institucional, de unas organizaciones políticas frente a otras. También lo es de la sociedad civil. Miramos a veces sucesos terribles y nos sentimos impotentes para ponerles remedio. Éste no es el caso. Todos podemos aportar algo, salir del silencio y la conformidad. Actuemos en nuestro medio, en las redes sociales, allá donde tengamos posibilidades de llegar a alguien. ¿Que somos, individualmente considerados, muy poco? Quizás. No olvidemos, sin embargo, que si un grano no hace granero, sí que ayuda al compañero…