EL SEÑOR FEIJOO
Es sabido que existe, en el
noroeste de la península Ibérica, un territorio de montañas verdes a las que la
edad ha vuelto romas, que ofrece al Atlántico y al Cantábrico el abrigo de sus
rías, cuyo nombre es Galicia. Pero para mí es hoy noticia no por la cualidad de
sus paisajes, sino por un dicho de su presidente actual, que se llama señor
Feijoo.
“Nuestros padres y abuelos se quejaban menos y trabajaban más”, cuentan
que se le ocurrió declarar recientemente. Y nada comentan los cronistas de que,
al mentarlo, se alterara la fisonomía de su rostro con un guiño irónico.
Descartada, pues, toda intención de broma, que hubiera sido en todo caso de un
humor muy negro, debe entenderse que hablaba en serio.
No creo que quisiera alabar a los antepasados, sino más bien denostar a
sus coetáneos. En otras palabras, nos reprendía por trabajar poco y protestar
mucho.
En los enchufados en la
Diputación de Ourense por un correligionario suyo (¡33
porteros, llegó a haber para guardar tres puertas!) no podía estar pensando,
habida cuenta de que no se tiene noticia de que hayan protagonizado conato
alguno de rebeldía.
Ciertamente, hay en España 6 millones de personas que están mano sobre
mano. Pero tampoco debe de referirse a ellos y, si lo hiciera, lejos de
reñirles (¡qué más quisieran ellos que trabajar!) tendría que solidarizarse con
su amarga situación e incluso solicitar ser perdonado porque, como dirigente,
no justifica su sueldo, al no poner coto a tan angustioso problema.
Es más probable que su invectiva vaya dirigida contra quienes sí
disponen, todavía, de empleo. Pero ¿para exigirles trabajar más? A lo mejor
ignora sus jornadas abusivas, su precariedad, sus salarios de miseria, el
incremento de la vida laboral hasta la jubilación. O a lo peor sí lo sabe y aún
le parece poco para el idílico mundo empresarial que imagina. Un paraíso en el que lamentarse está, además, muy mal
visto. Porque, hay que ver, este señor Feijoo lo quiere todo. No le basta que
estemos como estamos, ¡encima se queja (él sí tiene derecho) de que nos
quejemos! ¡Con lo bien que estaríamos soportando en silencio la que se nos
viene encima!
Desde luego, no parece que haya
leído al poeta Blas de Otero. Lo digo porque, si lo hubiera hecho, sabría que,
por mucho que nos quiten, siempre “nos queda la palabra”. Palabras con que
exigir derechos, con que oponerse a que nos los arrebaten, con que defender lo
nuestro. Callados, como a él le gustaría que estuviéramos, no nos van a tener.
Inmoral. Solo se me ocurre esta palabra para definir las declaraciones de este personaje por ese comentario tan poco afortunado. Y sin querer entrar en la corrupción que está salpicando a su partido. Eso será en otro momento. Hoy ya pinta todo demasiado negro.
ResponderEliminarBegoña Freire