domingo, 26 de octubre de 2014

EL PEQUEÑO NICOLÁS

Una vez vi en Barcelona una obra teatral donde los actores salían de una pantalla de cine o volvían a ella desde el escenario. Personajes que eran imágenes se volvían de carne y hueso, o viceversa, creando una extraña sensación de continuidad entre ficción y  realidad.
   Traigo a colación esta anécdota para hablar de nuestro hoy. Es como si en España, estuviéramos viviendo en una película, cuyos intérpretes viniesen, de cuando en cuando, a habitar entre nosotros. Son seres inverosímiles, que protagonizan tramas imposibles, de no ser en un contexto literario, y que, no obstante, cuando menos lo esperamos, se materializan, se hacen verdad.
   Un caso es el del Pequeño Nicolás. Llama la atención por lo muy descabellado del argumento que ha venido protagonizando. Un chico de veinte años que desempeña un papel de agente secreto, con contactos al más alto nivel en el mundo de la economía y de la política. Que viaja a bordo de coches oficiales con chófer (y, al menos en una ocasión, en una caravana de tres, el suyo en medio). Que alquila un chalet en la mejor zona de Madrid, por una millonada. Que un buen día pone protección a un miembro de Manos Limpias, bajo pretexto de que podría correr peligro a manos de sectores del catalanismo. Que le muestra al susodicho grabaciones de conversaciones familiares, como si tuviera el teléfono intervenido y él accediera al fruto de ese espionaje. Que le pide que su organización retire la acusación contra la infanta Cristina, como cuestión de Estado. Que aparece en fotografías al lado de grandes empresarios, o de Aznar, de Aguirre, de Rajoy, de Dolores de Cospedal, de Arias Cañete, saludando al Rey en un besamanos…
   Era un farsante, diréis, pero ¿puede haber farsante sin farsa? Yo, cuanto menos, lo dudo. Sobre todo cuando caigo en que alguien hubo de proporcionarle cobertura para su actuación (dinero, automóviles, contactos…). No parece que estuviera interpretando un monólogo, sino un texto coral, aunque aún ignoremos si sus compañeros de reparto eran coprotagonistas o meros comparsas…
   Su pretexto era hacer gestiones, ¿de qué tipo, en beneficio de quién, a cambio de qué (se le acusa de solicitar comisiones, aprovechando sus relaciones)?. Ahí es donde la película se torna realidad. O quizás no, tal vez es la realidad la que se vuelve guion disparatado. A nosotros, la gente del común, nos toca el papel de espectadores. Lo peor es que, como siempre, la función no es gratuita, es a nuestra costa.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario