POR
EE UU (20): DE SAN FRANCISCO, LA MULTICULTURALIDAD
La
catedral quisiera ser Notre Dame y la cúpula del ayuntamiento alcanzar en altura a la de Los
Inválidos de París. Por grandonismo que no quede. Casi enternece tanta
presunción con ribetes de ingenuidad. Sin embargo, mi San Francisco preferido
se encamina por otros derroteros.
Traspasamos un arco que sobrevuela una calle
y estamos en China. Los comercios y
restaurantes, las gentes que entran o salen o pasean, las palabras que pillamos
al vuelo o las grafías que las escriben en anuncios y letreros que proliferan
por doquier, nos trasladan a Oriente
como por arte de magia. Asombramos la mirada cuando se tropieza con los
productos de tiendas de alimentación, hierbas, raíces, frutos que tienen para
nosotros el exotismo de lo desconocido. Las pupilas no saben dónde fijarse, van
de un edificio a otro y cada fachada despierta una exclamación admirada.
A esta visión atónita se contraponen
historias dramáticas, que hablan de un pasado de discriminación y aislamiento,
cuando sus habitantes precisaban incluso de un permiso especial para salir del
gueto.
Un paso más de bajada hacia el Pacífico nos
lleva a Italia. Huele a pizza y las cartas de los restaurantes ofertan
espagueti; cambia la morfología de las casas, sólo con cruzar una avenida hemos
dejado atrás Asia, con sus múltiples tonos, sus balconadas, sus curvaturas, y nos adentramos
en un espacio distinto, de corte más clásico.
Con tan sólo un paseo, aprendemos que San Francisco es un universo
en pequeño, una oda a nuestro ser multicultural, donde la diversidad que nos
define como humanos toma asiento. En la falda de otra colina, por ejemplo, los
vecinos parecen empeñados en recurrir al color para adorno de calles y plazas,
bajando el arco iris del cielo a la tierra. Proliferan banderas con esa gama
cromática, y sólo es que pasamos por el barrio gay. Contiguo, o muy próximo,
otro distrito acoge a la comunidad hippy.
Esto es el mundo…
Sí, San Francisco es una ciudad donde uno se encuentra de todo. Una ciudad de lo más tolerante. La que les ha caído con el enrgúmeno que les ha caído. Bueno, que han escogido, aunque no en San Francisco.
ResponderEliminarUn beso.
Se creerá Trump que sólo él puede levantar muros. Yo pienso, Rosa, que San Francisco tiene un vallado mucho más inexpugnable que si fuera hecho de metal: el de su tolerancia y diversidad. Esperemos que lo proteja del asalto de la cerrazón y la intransigencia que se le (nos) viene encima.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte